Once y media de la mañana. Palacio de Congresos del Calatrava de Oviedo. Docenas de emprendedores asturianos hacen cola frente a varias mesas. Al otro lado, sentados, esperan posibles inversores, los que tienen el dinero que podrían relanzar sus ideas hacia el estrellato comercial. El tiempo es limitado. Cada uno de los futuros empresarios tiene sólo dos minutos y medio para presentar su proyecto y convencer de su rentabilidad al que tiene enfrente. "He logrado una tarjeta azul", presume orgulloso José Carlos Cipollone, que acaba de crear Lyfebox, una compañía dedicada a realizar lo que denomina biografías corporativas para empresas. Traducido del lenguaje de este tipo de encuentros, la cartulina azul que le acaba de entregar uno de los posibles inversores significa que quiere tener una charla más calmada con él para ver si los objetivos de ambos encajan y la semilla del negocio florece.

Cipollone es uno de los 78 emprendedores que ayer intentaron llamar la atención de 74 inversores (bancos, fondos de capital riesgo, plataformas de "crowdfounding"...) para lograr la financiación que no consiguen por otras vías. La cita estuvo organizada por el Centro Europeo de Empresas e Innovación (CEEI) y la Fundación Vice Ilp. Es la mayor de estas características que se celebra en la región, según la directora del organismo regional, Eva Pando. La inversión media que calculaban los emprendedores lograr en sus entrevistas rondaba los cien mil euros.

Un pellizco económico así sería lo que necesitarían los tres jóvenes de la empresa Helheim, asentada en Navia, que ha recuperado la fabricación de hidromiel (una bebida muy popular durante la Edad Media). Producen 180 litros al mes y aspiran a multiplicar ese modesto resultado. "Queremos fabricar más y comprar un vehículo para hacer el reparto", asegura Samuel Althaus, uno de los socios de la compañía. Llevan tres años perfeccionando la receta de una bebida que se consigue mediante la fermentación de agua con miel. Fue otro de los miembros de la compañía, el ruso Alexander Prosenkov, el que tuvo la idea de comenzar a elaborar este producto artesanal gracias a una fórmula que encontró en un libro, editado en 1903, en su casa familiar. Ahora el grupo ha conseguido vender el producto en varios establecimientos de Oviedo. "Tenemos un bar que es un cliente fijo en La Coruña y otro en Granda, y vendemos también por internet y las redes sociales", apunta Althaus.

Entre los emprendedores abundaban las ideas ligadas al mercado tecnológico. "Nosotros queremos esa ayuda definitiva que nos haga pegar el boom, que nos dé a conocer". Quien habla es Pelayo Puerta, uno de los fundadores de Wehey, una aplicación que combina la mensajería instantánea, al estilo Whatsapp, con las redes sociales. A través de Wehey se puede interactuar con personas que estén en el entorno sin necesidad de tener su número de teléfono. La compañía, asentada en Langreo, tiene ya 10.000 usuarios y funciona en 25 países, pero aspira a ser mucho más global aún.

Para conseguir la ansiada entrevista hay que esperar varios minutos de cola. "Sobre todo", asegura Puerta, "con los inversores más interesantes". Otra red social, Beqbe, fue la ganadora del premio a la mejor idea que se entregó al final de una jornada después de miles de entrevistas entre emprendedores e inversores. Se trata de una especie de librería universal en la que los usuarios guardan y comparten sus gustos personales.

Más alejada de internet y con una visión muy práctica es la idea que mueve la compañía Kemwek, uno de los stands más visitados. Su producto consiste en una hebilla elástica que se engancha a las trabillas de los pantalones y sustituye, por tanto, a los cinturones y a los tirantes. El gijonés Carlos Santos, director comercial de la empresa, explica que ya tiene todo preparado para realizar un lanzamiento comercial. Será el 8 de agosto. La empresa ya ha patentado en 47 países su invento y acaba de firmar un contrato de colaboración con El Corte Inglés. "El producto está desarrollado, sólo falta que esté en la calle", asegura Santos. La empresa además tiene centros de producción en Alicante y Madrid y cuenta con doce trabajadores en nómina. Un plantilla que "se duplicará o triplicará a partir de agosto".

También está patentado el invento del ovetense Diego Ruiz: una pieza de cartón con varios agujeros y que facilita el encendido de las barbacoas. Produce menos humo y acorta el proceso. "Se nos ocurrió durante una barbacoa", explica Ruiz. Esa idea tiene nombre comercial ahora, Coa Coa, y sede empresarial en Madrid. Ayer se buscaba financiación para ella en Oviedo y para las de decenas de otros emprendedores.