En tiempos de tormenta económica, cuando otros empresarios se achantan y buscan refugios seguros para su dinero, es cuando a Carlos Slim le gusta salir a la intemperie. Lo hizo durante la década de los ochenta en su país, México, y trata de replicar treinta años después esa estrategia en España y además en negocios que llevan años en la uvi, como la construcción, con una caída continúa de la actividad y del empleo, y el inmobiliario. El multimillonario lanzó hace unas semanas una oferta (opa) para tener el control de la inmobiliaria Realia y esta misma semana ha hecho lo mismo para intentar tomar todo el mando en Fomento de Construcción y Contratas (FCC), la constructora que preside Esther Koplowitz. Se conoció el mismo día en que FCC anunció el despido de 750 trabajadores.

"En las crisis es cuando menos riesgo hay", ha señalado en las escasísimas entrevistas que concede el propietario del Real Oviedo, apodado como "El ingeniero". Toda una declaración de intenciones. Pero, antes de fijarse en el maltrecho ladrillo español, lo intentó hace unos años con las telecomunicaciones, un mercado que conoce bien. Pero se llevó un calambrazo. Trató de competir por las licencias de telefonía móvil y terminó por desistir porque las bases de los concursos no le favorecían. Una de las joyas de su imperio empresarial es América Móvil y quería trasladar ese mismo modelo empresarial, que tantos beneficios le ha dado al otro lado del charco, a esta orilla del Atlántico.

El fracaso no le hizo rendirse y ha aprovechado la crisis para hacer negocio en España. Ahora es a través del Grupo Carso, el mismo con el que entró en el Real Oviedo -también controla el Club León y el Pachuca en México- y que ha conseguido insuflar vida al equipo carbayón que por aquel entonces (2012) luchaba por volver al fútbol profesional tras años en ligas menores. No sólo logró su objetivo en un par de años, sino que ha conseguido, incluso, que el club supere en Segunda los 20.000 socios. Un hito histórico para la entidad y un negocio para Slim. En el club de fútbol entró también con una participación minoritaria, pero cuando la situación deportiva comenzaba a encauzarse se hizo con la mayoría del accionariado.

A FCC llegó, como al Oviedo, a bombo y platillo. A finales de 2014, compró a Koplowitz el 30% de la compañía. Pagó 1.089 millones, y le dio un revolcón a la gestión de la constructora golpeada, como el resto, por el estallido de la burbuja inmobiliaria española y los recortes en la obra pública. Quienes han hecho tratos con él aseguran que, además de ser un rico austero y poco excéntrico, suele seguir la misma estrategia cuando mete mano en una nueva empresa. Compra, observa durante un tiempo prudencial cómo trabajan los directivos y, entonces, actúa proponiendo cambios, modificando a su gusto la gestión y poniendo a su gente de confianza al frente del barco. Lo hizo así en el Real Oviedo, donde delegó el día a día de la entidad en Joaquín del Olmo, un exinternacional por la tricolor mexicana, y lo ha vuelto a hacer también en FCC, dando el mando a su compatriota Carlos Jarque.

De prosperar las dos ofertas públicas de adquisición (opa) que tiene sobre Realia y FCC, tendría que desembolsar unos 5.500 millones de euros. Un pellizco para la que es considerada, según la revista "Forbes", como la cuarta mayor fortuna del mundo, calculada en más de 53.000 millones.

Slim tiene sus tentáculos empresariales puestos sobre multitud de sectores y actividades. En su cartera de empresarial hay una enorme variedad que incluye las finanzas y los seguros (Inbursa), el tabaco (Cigatam), la hostelería (Ostar), la construcción (Condumex) o la minería (Frisco), entre otras muchas.

Es un firme partidario de que, como suelen recomendar los expertos bursátiles, para tener éxito con el dinero es esencial diversificar el riesgo. Una virtud y un olfato para los negocios que, reconoce, heredó de su padre Julián Slim. Este libanés asentado en México les entregó a cada uno de sus cuatro hijos una cartilla en la que les obligaba a apuntar los ingresos de su asignación semanal, los gastos y cualquier otro movimiento. En esas páginas Carlos Slim se inició en la gestión de sus austeros ahorros y a la temprana edad de 12 años anotó su primera y modesta compra de acciones. Eran treinta títulos del Banco Nacional de México.

Con los años fue curtiéndose en los negocios y perdiéndole el miedo a las crisis. Tanto fue así que en la década de los ochenta, en plena fuga de capitales de su país, devaluaciones constantes de la moneda, tasas de deuda disparadas y una inflación por las nubes, Carlos Slim aprovechó el río revuelto para pescar auténticas gangas. Entre 1982 y 1986, con la tormenta económica arreciando con fuerza, la chequera del magnate mexicano echaba humo. Durante esos años tomó participaciones en Sanborns, General Tires, Reynolds Aluminio, Bimex, Fireston, British American Tobacco, Seguros de México, Fábricas de Papel Loreto, Minera Frisco y Química Flúor, entre otras. Cuando la economía mejoró recogió los frutos.

Su entrada en Europa fue, precisamente, por España, con la compra de 900.000 acciones de La Caixa, también con la crisis golpeando con fuerza sobre el sector financiero. Desembolsó algo más de 4,5 millones y acabó convirtiéndose en consejero de Criteria, entidad bajo la que se agrupan las participaciones industriales y los activos inmobilarios del banco catalán.

Ahora, quiere dar otro golpe de timón a sus negocios en España, comprando ladrillo "barato" y esperando a que escampe.