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Cómo poner una fábrica antes de haber cumplido los 25 años

El gijonés Mateo Gallego pilota un negocio que desde Valencia vende bebidas energéticas en el norte de África

Mateo Gallego.

Con 17 años, el gijonés Mateo Gallego hizo las maletas y puso rumbo a Estados Unidos. En los albores de la mayoría de edad su objetivo era iniciar al otro lado del Atlántico una nueva vida como estudiante de Administración y Dirección de Empresas. Era el mismo camino que unos años antes había seguido su hermano Javier. Allí, en Nueva York primero, donde hizo los últimos cursos de lo que aquí sería bachiller, y en California después, donde inició su carrera, comenzó a picarle el gusanillo empresarial, y, desde la tierra de las oportunidades montó una compañía con sede en España, en Valencia para más señas, que fabrica bebidas energéticas que sirve al Norte de África y a Panamá. "En Asturias no era muy buen estudiante", rememora. Esas notas renqueantes fueron, asegura, las que empujaron a sus padres a enviarle a América para ver si conseguían invertir la tendencia. "Les estoy muy agradecido", dice.

Fue todo un acierto. Ahora tiene 24 años y dirige junto a su hermano, de 30, la compañía que ambos han fundado, Linx Energy Drink. La compañía abrió sus puertas en el verano de 2014 (cuando Mateo Gallego tenía 22 años) y no ha parado de crecer desde entonces. Empezaron por vender fuera y ahora están pensando en iniciar el negocio dentro de España, visto el éxito que han alcanzado en África.

Desde enero, Gallego ya está asentado en España, en Madrid, donde está completando sus estudios de Administración de Empresas en la Schiller International University de la capital española. "Mi idea era hacer allí (en Estados Unidos) el bachiller y volverme, pero me gustó tanto la forma de pensar de los americanos que me quedé", explica. "Aquí en España la gente no quiere emprender, pero allí te incitan a que lo hagas, te están todo el día diciendo que montes algo por tu cuenta", añade. Relata como en clase los profesores suelen preguntar a menudo a los alumnos si prefieren trabajar para otros o emprender y cómo la gran mayoría suele decantarse por la segunda opción.

El empujón definitivo para hacer empresa se lo dieron, de forma involuntaria, sus compañeros de piso, dos marroquís que, según recuerda Gallego, "bebían bebidas energéticas como si fueran agua". Vió que había una oportunidad de negocio a explotar y se lanzó a por ella. Lo que no se le pasó por la cabeza fue montar la compañía en suelo americano. "Allí era muy complicado, y te fríen a impuestos", asegura. La pareja de hermanos buscó asentamiento en Valencia, una comunidad donde, explica, ya hay varias compañías dedicadas a esa misma actividad. Es decir, a la producción de bebidas energéticas. Desde allí mandan sus productos a Melilla y luego un distribuidor los reparte por el norte del continente africano.

Los comienzos no fueron fáciles. Lo más complicado fue conseguir la financiación necesaria para poner toda la maquinaria de la empresa en marcha. Para lograrlo tiraron, esencialmente, de familiares. "Fue difícil reunir el dinero, porque tampoco queríamos meter a ningún grupo inversor", asegura.

Otra dificultad añadida fue compaginar los estudios, a gran distancia de donde estaba la sede de la compañía, con la gestión. "Tenía que levantarme a las cinco de la mañana para trabajar en la empresa y luego irme a clase y estudiar", destaca. Las jornadas eran maratonianas.

Pero una vez que entraron en mercado africano, casi todo fue rodado. "Buscamos una imagen llamativa para la empresa con colores brillantes y allí les encantó", destaca. El de África es un mercado que Gallego defiende que está lleno de posibilidades y muy poco explorado hasta el momento por las compañías españolas. "Aquello es una mina de oro, pero las empresas no se quieren meter allí, quizás porque no conocen muchos esa sociedad", asegura. En España, por ejemplo, la competencia en su sector es feroz, con multitud de marcas que luchan por un acotado número de consumidores.

La juventud de estos empresarios asturianos provoca reacciones de lo más diverso cuando tienen reuniones de negocio. "En los países árabes están acostumbrados a hacer negocios con gente de 50 años, pero de repente les llega un chaval de 24 años y alucinan, y a algunos les genera algo de desconfianza", asegura. Les ha ocurrido en alguna reunión que tuvieron en suelo argelino. "Pero somos muy cabezones y, al final, vamos logrando lo que conseguimos", señala.

Mateo Gallego considera difícil el retorno a Asturias. "Veo a la región bastante parada. La gente joven se va de allí porque no hay oportunidades de trabajo, no hay relevo generacional. Me da un poco de pena, la verdad", explica. Su idea es seguir formándose, "porque me gusta y preparándome para el futuro, porque ahora tengo una empresa que va bien, pero quién sabe si dentro de unos años ya no funciona como ahora".

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