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Pasaba por ahí

El regreso de "La Voz"

Felipe González, que dejó el Gobierno hace veinte años, vuelve a los escenarios con su repertorio clásico, nuevos arreglos y nuevos temas

El regreso de "La Voz"

Frank Sinatra nació hace 100 años y Felipe González salió del Gobierno hace 20 y ayer en el polideportivo de La Corredoria fue como si hubieran coincidido los dos aniversarios. Hacía tiempo que los socialistas no oían a "La Voz", que conserva el tono, el estar y el swing, que recordó algunos de sus grandes éxitos, introdujo el repertorio venezolano, se deshidrató y rehidrató en el atril y dejó un pañuelo de hilo prestado para tirar. El pañuelo sí, pero la toalla no, y lo reforzó repitiendo, al principio y al final, que sigue siendo "un rebelde de fondo".

"La última vez que vi a Felipe González" estaba en la mayoría de las cabezas presentes, salvo en el coro mudo de jóvenes situado en el escenario para las cámaras. Esta vez no era un Palacio de los Deportes en toda su magnitud, sino un polideportivo demediado para componer lo más parecido a un set televisivo, con el patio de butacas de plástico lleno y una grada estrecha arriba, cerrada por unas redes reales, no virtuales, unas redes socialistas, no sociales. La organización puso las pancartas y no había estandartes de las legiones mineras.

En la luz, "vota por un futuro para la mayoría". En las sombras, "Oviedo, capital de deporte". En la luz, 900 personas. En las sombras, cuatro canastas. En la luz, Wenceslao López, alcalde de Oviedo; Javier Fernández, presidente del Principado, y Adriana Lastra, candidata al Congreso, dirigieron sus focos sobre Felipe González en intervenciones cronometradas. En 15 minutos trabajaron el fervor (Wenceslao), el dramatismo (Javier) y los afectos (Adriana) para que Felipe saliera "a este encuentro con socialistas".

En la luz, salió González a iluminarlo todo, con un "My way" como hilo conductor al que quitó las estrofas en las que contempla el final y amaga autocrítica. Pese a sus conocidas sombras, "La Voz" sigue siendo "La Voz" bajo la luz del escenario.

El chaleco azul algo abombado en panza, la camisa de cuadros azules, el pantalón gris, el pelo cano, el rostro bronceado y "hacia los 74 años al galope", González abrió con una asturianada. "Vine por primera vez a Asturias hace 50 años", y arrancó los primeros aplausos evocando a Marcelo García, recién fallecido, con el que tanto se peleaba sin perder su lealtad de piedra, que no cambia a los 20 ni a los 70. Marcelo cambió menos.

Estrenando en Oviedo el repertorio de Venezuela, donde cantan sus intereses políticos allí, tan enfrentados a los de Podemos como aquí. Al expresidente que lleva "Asturias en el corazón y en las tripas" le duele Venezuela, o algo, porque volvía una y otra vez. También España, ese invento que tiene 500 años, sobre la que más reprochó a Rajoy por sacar "pecho de lata imperial", y Europa, porque no está en la sala de máquinas (como dijo haber estado él) sino a lo que le pidan y bajo la falda de Merkel para que ella advierta a los catalanes independentistas.

Los diez minutos dedicados a Rajoy no llegaron a cinco para asombrarse de Albert Rivera, al que le soplan "desde Londres" lo que tiene que decir. A IU también la sacó del debate no metiéndola en su charla.

Cómodo en el atril, hace reír y pensar y no sube la voz para no rebajarse al mitin. Estrenó "Pedro Sánchez me tiene para lo que quiera" y cantó del repertorio clásico "Tómense en serio a España y a los españoles", "Los tiempos fueron más duros en la Transición y en el 82", "La pinza al PSOE sigue funcionando", "Hagan política con mayúsculas", "Opinión pública, opinión publicada". No cantó "Por consiguiente" ni "Sin acritud". Cerró con "Ánimo y adelante" entre banderas y con la salida de la marcha a lo Vangelis.

"La Voz" regresa. Qué raro.

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