Oviedo, A. M.

La corbata roja de Pedro Sánchez fue como un reflejo de lo mucho que anoche sangró por la herida abierta de la investidura fallida. El reproche a Iglesias por su falta de apoyo se convirtió en una muletilla, quizá porque sólo desde la posición de víctima pueda frenar el avance de Unidos Podemos. Iglesias antepuso la autodeterminación de Cataluña a echar del Gobierno a Rajoy, recriminó a su ala izquierda mientras desdeñaba la disposición conciliadora del líder de Unidos Podemos. El recuerdo continuo de lo que pudo ser y no fue le sirvió también para colocarse en el lugar en el que nunca estuvieron Rivera ni Iglesias. Por la otra banda, Sánchez, que llevaba el debate bien minutado, se batió con un Rajoy al que miraba desafiante desde su posición más próxima. Que la política del PP responde sólo al "revanchismo ideológico" fue uno de los ejes de un discurso, que adquirió tintes churchillianos cuando afirmó que "pocas personas en tan poco tiempo han hecho tanto daño al estado de bienestar" como Rajoy.