J. M. CEINOS

En el callejero gijonés hay silencios muy sonoros. Uno de ellos el de la «voz de hierro», que fue como pasó a la posteridad el barítono y actor Antonio Medio (Gijón, 1912-1977). En el Centro de Cultura Antiguo Instituto, dentro de las actividades de «Arribada 2009», ayer se trató de paliar el olvido del artista, entregando una plaza en su recuerdo a su nieta, Mati Medio. Y su nieta, cuando se le pregunta por qué su abuelo no tiene una calle en Gijón, contesta con sorna gijonesa: «Habrá que preguntar al Ayuntamiento; ya se pidió ochocientas mil veces a quinientas mil personas diferentes y ya ni nos acordamos desde cuándo, pero como familia no se hizo la petición formal».

Boni Ortiz, uno de los organizadores del homenaje tributado ayer a Antonio Medio, explica, por su parte, que «hay mucha gente que se merece una calle y no la tiene; de todas maneras, se está en ello y una de las razones de la recuperación de Antonio Medio, quien además de ser un grandísimo cantante fue socio del Ateneo Obrero de Gijón en los años treinta, es que ahora el Ateneo Obrero junto a la familia vamos a hacer un proceso de reclamación de una calle para él e, incluso, que le nombren hijo predilecto».

Además de su gran valía artística, Antonio Medio, afirma Boni Ortiz, «colaboró con instituciones locales que son fundamentales, como el Sporting, la Sociedad Gijonesa de Caridad, el Hogar de San José, con la parroquia de los capuchinos... Fue un hombre que cuando estaba en la cúspide de su carrera, en la que se mantuvo varias décadas, venía por Gijón y ayudaba a todo el mundo que lo necesitaba, y también estamos hablando del asturiano que logró las mayores cotas de fama y dignidad profesional en el campo de la escena, sin faltar a nadie».

La nieta del barítono y actor opina que el «olvido» de su abuelo se debe a que «vivió en la época equivocada y trató el tema equivocado, que fue la zarzuela, y nadie se acuerda tampoco de que fue Premio Nacional de Teatro».

En cuanto al hombre, Mati Medio recuerda de su abuelo que «fue el paisano que me enseñó a atar los zapatos, a comer, que me reñía cuando decía tacos; un paisano extremadamente curioso y respetuoso con la mujer, un dandy de los que ahora no hay».