Trataremos el tema desde el punto de vista más jurídico, hablaremos de las tipologías de proyectos que se están desarrollando en diferentes comunidades autónomas, medidas que se están llevando desde el sector y la industria, y vamos a tener también experiencias de Grecia, Polonia, la República Dominicana, Estados Unidos y Reino Unido, que nos van a permitir tener una comparativa enriquecedora de una temática que posiblemente sea muy homogénea a nivel mundial, pero que permitirá ver cómo afrontan los esfuerzos en situaciones parecidas.

-¿A quién está dirigido?

-Está dirigido a profesionales. Tiene un triple enfoque: familias, docentes y chavales. También se tratará la problemática jurídica del defensor del menor. Serán 500 progresistas.

-Se puede comparar España con el resto de países invitados al encuentro?

-Las estrategias a la hora de hablar de Internet y Familia se pueden comparar y compartir con Europa sin ningún tipo de complejos, no sólo Asturias, sino toda España. España está en la misma liga en cuanto a medidas preventivas o informativas. También está el ámbito de la investigación policial, la de delitos informáticos tiene muy buenos resultados y se comparte con otros policías.

-Al ser internet un medio tan joven, ¿es la causa de que aún sea tan desconocido?

-Nos encontramos con una realidad en la que los adultos sólo usamos internet, mientras que los niños «viven» en internet. Cuando hablamos de internet tenemos que ampliar el foco a videojuegos, telefonía móvil y televisión. Es la amplitud de soportes pantalla que permiten acceder a contenidos y relacionarse. Ahora, el mayor handicap lo tenemos con los adultos, que o bien tienen familia o responsabilidades con menores, y se encuentran con una realidad que los menores manejan mejor. Entonces, los riesgos existen, pero las oportunidades también. El error es llamar demasiado la atención sobre el riesgo y eso nos puede generar una nube y despista la atención.

-¿Cómo se puede hacer un buen uso de internet en las familias y en los menores?

-Hay pautas de sentido común que a veces se nos pasan. En primer lugar, debemos tener la percepción de que hay un potencial de riesgo. Luego se trata de compartir. Es decir, igual que si los menores salen un viernes, si van a un cumpleaños, o si han ido al cine, me parece normal que padre y madre compartan con quién han estado, dónde han ido, o qué han hecho, y que se establezca una comunicación; pues quizá no ocurre eso cuando el menor está conectado a internet. Sabemos que está jugando, pero no sabemos con quién, o sabemos que está compartiendo información, pero no sabemos de qué tipo. Se trata de que esas pautas estén relacionadas con regular la ubicación del ordenador, que no lo llevemos a la habitación que es un ámbito privado, situémoslo en una zona común. Otra pauta es que pongamos mecanismos de seguridad y control parental. Hay padres que dicen «es que lo saben todo y lo saltan todo». Pues entonces pon alguna barrera y si ves que la saltan es que algo pasa.

- No parece tan sencillo...

-Si yo le digo a mi hijo que llegue a las 10 de la noche y llega a las 4 de la mañana es que algo ha pasado; pero tampoco hay que quedarse tranquilo si viene a las 10 de la noche y no sabes qué ha hecho o a quién a visto de 6 a 10. Hay que preocuparse un poco más, compartir. Sobre todo, establecer alertas porque en internet no sabemos quién está al otro lado. El foco de preocupación de los adultos está en que los menores accedan a un tipo de contenidos, por ejemplo, los sexuales, y a veces el foco de preocupación pueden ser contenidos relacionados con trastornos alimentarios o cuestiones ideológicas. Ante una percepción de riesgo, los padres piensan, en un 33 por ciento, que sus hijos les llamarían. Cuando la misma pregunta se la haces a ellos, es del uno por ciento. Eso denota falta de comunicación. Hay que tener claro el inventario de riesgos, suplantación de identidad, el ciberacoso, o riesgos de carácter legal, como acceso a información privada.

-¿Y qué ocurre con la proliferación de menores en las redes sociales?

-En las redes sociales se están relacionando y están conociendo a gente nueva, igual que antes se relacionaban en otros lugares. Ante ese desconocimiento son muy importantes las campañas de divulgación tanto para unos, como para otros. Lo que notamos en los centros educativos es un interés muy alto de enterarse por esas temáticas.

-¿Los menores se confían demasiado a la hora de manipular las redes sociales?

-No son conscientes de algunas repercusiones de sus acciones. Lo que tú publiques en internet ahí queda para siempre. Es decir, qué ganas tú poniendo 28 fotos con no se qué contenido, que no van a ninguna parte y que además estás poniendo fotos de terceras personas, que a lo mejor no quieren aparecer, y que van a quedar ahí. Y además tienes 16 años y dentro de cinco o de seis vas a estar en el mercado de trabajo y tu opinión, lo que has dicho o las fotos que has puesto, queda grabado. Lo que pasa que ahora están descubriéndolas y están con una excitación tremenda, contándolo todo con una frecuencia increíble.

-¿Se hace entonces un mal uso de estas tecnologías?

-El dato es que hacen mucho uso y muy frecuente. El contarlo todo o publicar todas las fotos me sorprende, pero claro no soy adolescente. Yo creo que tenemos que explicarles las oportunidades que hay, una de ellas es que están adquiriendo unas habilidades digitales tremendas. Hay que trabajar la parte positiva, pero también recordar los riesgos que existen porque pueden atentar contra la intimidad de las personas y eso está penado. Ellos, por ejemplo, sí saben que si te agredo o te insulto en la calle hay repercusiones. Es decir, saben las normas de la vida real, pero no tanto determinados comportamientos en el entorno virtual. Es importante alertar de este tipo de cuestiones en el ámbito educativo.

-Esa identidad digital que construyen ¿qué repercusiones puede tener?

-Es que todo lo que publiquen tanto textos como fotos queda guardado para siempre. Hay que ayudarles a reflexionar de que todo lo que publiquen va a quedar. Pero también hay una parte positiva, yo, por ejemplo, puedo estudiar ciencias medioambientales y tengo un blog en el que hablo de temas de medio ambiente, o hago fotografías fantásticas. Es decir, el mercado de oportunidades.

- ¿Existe un vacío legal?

-Más que vacío hay desconocimiento por nuestra parte. Eso está regulado bien, pero lo desconocemos. Por eso en el congreso hay una mesa relacionada con la protección de datos y el defensor del menor porque la ley dice que un menor de 14 años no puede meter datos en la red sin el consentimiento de sus padres y puede que eso esté ocurriendo. El 85 por ciento de los usuarios de internet en Asturias tienen entre 10 y 15 años.

-Es muy popular el dicho que dice que si no le das información a un desconocido por la calle, porqué la pones en la web.

-Claro, hay muchísimas cosas que tú no harías y que ellos sí. El problema es que en la red no se sabe con quién hablas. No recibirías un regalo de nadie que no conocieras, o te sorprendería, entonces porqué vas a recibir un correo de una persona a la que no conoces. Las recomendaciones son básicas y de sentido común. El atractivo es que las redes sociales son tremendamente fáciles de usar para cualquier usuario. La cuestión es aprender a interiorizar determinadas pautas, una conducta que les parece normal no saben que puede tener repercusiones. Lo que pasa que tenemos que ir con mucho cuidado para no frenar el uso de Internet, o la incorporación de tecnologías en sus vidas. Los menores son verdaderas correas de transmisión hacia las familias y hay que aprovechar esa ventaja.

-¿Se han olvidado de otras alternativas de ocio?

-Hay normas muy básicas, tanto de alimentación, de deporte, como de relación y ahora hay un dato nuevo que es que les gusta estar mucho en Internet. Niños de entre 6 y 16 años están como 13 horas a la semana en Internet. Hay alternativas de ocio, pero luego si salgo a tomar algo lo subo a la red. Hay que poner las cosas en su medida justa.

«Conocen las normas de la vida real, pero no determinados comportamientos en el entorno virtual»