Oviedo, J. E. CIMA

«Creí que me moría desangrado, más que por el golpe tan fuerte en la cabeza». Así relata, desde su habitación en el Hospital Central de Asturias, Alejandro Merat Delso los momentos angustiosos que pasó cuando Ultra Boys del Sporting le rompieron la cabeza de un botellazo en el barrio de La Arena, en las horas previas al Sporting-Sevilla. Este sevillano de 17 años tuvo que ser intervenido de urgencia en la noche del domingo para quitarle un coágulo que podría acabar con su vida en menos de seis horas, y además en esos momentos tampoco tenía visión en un ojo. Ayer estaba acompañado por su padres Rafael Merat y Graciela Delso, el abuelo José Delso, y Carlos de la Flor, actual compañero de su madre, cuando habló para LA NUEVA ESPAÑA. Postrado en la cama del Hospital ya había salido de reanimación ayer por la noche y sorprendió a los médicos por su buena evolución, porque además tenía una gran brecha en la cabeza con casi 40 puntos y se le tuvo que cortar un trozo de cráneo para ponerle uno de titanio.

Alejandro explica cómo sucedió el percance en el barrio de La Arena. «Éramos un grupo de cincuenta personas, entre ellos personas mayores de 40 años y cinco chicas, que acabábamos de bajarnos de los coches cuando nos llegaron más de cien seguidores del Sporting con bengalas, palos, bates, tornillos de raíles del tren y botellas. Intenté protegerme junto a dos compañeros, pero con tanto humo no vi una botella que me golpeó la cabeza», comenta.

Alejandro Merat, que estudia cuarto de ESO en el Colegio La Salle, añade que «eché mano a la cabeza y mis manos estaban encharcadas en sangre. Mis amigos me llevaron a un portal, al lado de un bar, para protegerme. Allí me pusieron una sudadera en la herida para tapar la hemorragia. Picamos al primer piso, pero una señora se asustó y no quiso abrirnos. Luego bajó otra con un cubo de agua para que me limpiara. Mientras tanto dos amigos míos llamaron por teléfono a la Policía para que viniera a socorrerme».

Otro momento tenso fue al llegar los agentes del orden, según Alejandro, porque «no me quisieron meter en la ambulancia y me mantuvieron de pie con todos los que estaban identificando. Hasta que me senté mareado en un charco de sangre y no veía por un ojo. Mis compañeros al verme grave me metieron en la ambulancia, a pesar de los palos de la Policía. Fue mi salvación, según contaron los médicos después, porque me llevaron al Hospital de Jove y luego me trasladaron al Hospital Central para intervenirme. No recuerdo más».

Acude habitualmente a los partidos de casa del Sevilla y a los derbis con el Betis, y solamente viajó a la final de la Copa del Rey del Sevilla-Getafe en el Bernabeu. «Había ahorrado todo el año, mi madre me daba 10 euros cada semana para este viaje a Gijón y me perdí hasta el partido. La verdad es que tuve miedo cuando vi que perdía tanta sangre. No pensaba que el golpe fuese tan grave, aunque sí sentí estallar la botella. Me asusté mucho más cuando luego no podía ver por un ojo», señala. La familia disculpa a la Policía cuando no dejaron meter a Alejandro a la ambulancia porque «viendo las fotos de bengalas y humo en LA NUEVA ESPAÑA, que parecen de la guerra de Irak, tenían mucho follón y no pensarían que era tan grave. Menos mal que los amigos actuaron rápido y le metieron en la ambulancia. Volvió a nacer, nos comentaron los médicos».