J. M. C.

-¿Sabemos ya prácticamente todo de la etapa romana en Gijón?

-Creo que todavía nos sorprenderemos. Piense que hay zonas enteras, como Baldornón, que tienen que tener muchísimos testimonios que están todavía por salir a la luz, como también la zona de Deva o de Serín y la propia ciudad, pero la ciudad tiene su propia historia y cuando se excava se siguen encontrando testimonios. La arqueología es caprichosa. Por lo tanto, hemos de pensar que a pesar de esos veintiséis años de excavaciones, al ser una ciudad histórica que va sumando etapas culturales encima, se destruyen unas y se conservan otras. Hay una gran parte de Cimadevilla que ha sido barrida, vaciada, y lo que ha quedado es lo que está más próximo a las termas y a la muralla.

-¿Cómo era el Gijón romano?

-El Gijón romano es fundamentalmente un puerto. Es una ciudad que ocuparía aproximadamente unas diecisiete hectáreas y el poblamiento está fundamentalmente en la falda de Cimadevilla hacia el Este, por lo que nos sale un asentamiento pequeño.

-¿Qué es para usted lo más destacable de su aportación sobre el Gijón romano?

-Lo que trato es de actualizar los datos que se conocen sobre Gijón de la época romana, de ofrecer una visión actualizada de la interpretación que se puede hacer de esa historia antigua de Gijón a través de los testimonios materiales. Tenemos epígrafes y yacimientos, pero no documentos escritos, por lo tanto lo que tratamos de resaltar es precisamente cómo se puede construir esa historia. A través del libro se puede ver cómo ha sido la evolución histórica de la ciudad, su origen, cómo va avanzando con el paso del tiempo.