J. M. CEINOS

Nacida en Navia, Carmen Fernández Ochoa, autora del tercer tomo de «Historia de Gijón» -que el próximo domingo estará en los quioscos, dedicado a la época romana-, es catedrática de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid y fue la directora de las excavaciones de Gijón desde 1981. Especialista en la investigación en el mundo hispano-romano, actualmente dirige excavaciones en Ciudad Real y en Toledo.

-¿Cómo llegó usted al proyecto para «descubrir» el Gijón romano?

-Hice mi tesis doctoral sobre Asturias en la época romana y a partir de ahí llegué a la conclusión que avanzar en la investigación en Asturias es imposible sin excavaciones. Surgió en paralelo con un proyecto al que me llamó Manuel Fernández-Miranda, en colaboración con el Ayuntamiento, y así fue cuando nació el plan Gijón de excavaciones, al que me uní desde el principio.

-¿Atendiendo a los frutos del plan puede decirse que Gijón es el enclave romano más importante?

-Lo que pasa es que también hay que sumar a eso que cada vez que se hace una excavación en Asturias en una zona que no es necesariamente una fase prerromana de un castro, siempre aparece lo romano, y aparece también en las orillas del Nalón, que convendría excavar... Es decir, hay muchos lugares donde está la presencia romana, lo que pasa es que Gijón se benefició, entre comillas, de un proyecto sistemático. Han sido veintiséis años de excavaciones, no siempre seguidas, pero son muchos años de trabajo aquí. La primera parte de las excavaciones, en la zona urbana, fue dura, ya que se obtenían sólo trocitos, y durante doce años estuvimos en Veranes.

-Arranca usted en su libro buscando la «normalización historiográfica», ¿por qué es necesaria?

-Hay que encauzar una cuestión conceptual: tradicionalmente, ante una falta de indicios arqueológicos en toda la región norte-noroeste de España, siempre se habló de que no había romanización, fue la idea transmitida; quiero decir que la historiografía nos había colocado en un lugar distinto del resto de Hispania, y cuando digo normalización historiográfica me refiero a que los mismos fenómenos que se han producido en procesos de llegada de Roma, adaptación, pacto o conquista y que han tardado un siglo en producirse en la Meseta, en Asturias, en Galicia o en Cantabria se producen igual, sólo que en la época de Augusto y, por tanto, se producen un siglo o dos siglos más tarde, pero historiográficamente el proceso es el mismo. Lo que propongo es que nuestra romanización sea entendida en los mismos términos, pero sabiendo que se hace dos siglos más tarde y sobre un terreno distinto.

-¿Dónde radica ese, digamos, fallo de la historiografía?

-El problema está en que la Arqueología asturiana estuvo muy volcada hacia las cuevas, que son fantásticas, en el mundo castreño y en el mundo del Prerrománico. Por ello, la Asturias romana nunca se benefició de ese esfuerzo intelectual que se hizo para otras etapas. De hecho, yo tuve que estudiar fuera Arqueología Romana y lo mismo la tesis doctoral.

-¿Procede de ahí la falta de interés que, en general, siempre hubo en Gijón hacia su pasado romano?

-No estoy de acuerdo; aquí hubo eruditos locales muy importantes, el primero Jovellanos, que tuvo esa conciencia de estudiar el pasado romano. Julio Somoza, como seguidor de Jovellanos, también la tuvo, y Alvargonzález también... Es decir, hubo una serie de eruditos que lo vieron, pero luego, a partir de un determinado momento se olvidó, desde 1957 que se excavó un poco en Beloño ya nadie se volvió a acordar más, y ya no interesó, o sea, los intereses intelectuales de la gente fueron por otro camino y se transmitió siempre la misma idea: no hay romanización, no es importante, no es significativa y el redescubrir que faltaba por descubrir y tratar una parte de nuestra historia creo que fue lo que se hizo a partir de dos proyectos fundamentales: el de Gijón y ahora mismo el proyecto del Navia.

«La Arqueología asturiana estuvo muy volcada hacia las cuevas»