Miriam SUÁREZ

Nueve de la mañana. Un murmullo avisa de que los Príncipes de Asturias están a punto de llegar a la Laboral. El dispositivo de seguridad y protocolo se prepara para recibir a don Felipe y doña Letizia. A y cinco, con algo de retraso sobre el horario previsto, una comitiva de cinco coches oficiales irrumpe en el patio corintio, donde las autoridades esperan en formación para saludar. Sus Altezas Reales salen, sonrientes del Mercedes que va en cabeza.

El presidente regional, Vicente Álvarez Areces, y la ministra de Medio Marino, Elena Espinosa, fueron los primeros en estrechar la mano de los Príncipes. Le siguen la vicepresidenta del Parlamento europeo, Rodi Kratsa-Tsagaropoulou; la comisaria de Asuntos Marítimos y Pesca, María Damanaki; el secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido; la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso; la presidenta de la Junta General del Principado, María Jesús Álvarez; el almirante jefe de Estado Mayor, Manuel Rebollo; el delegado del Gobierno, Antonio Trevín; y los consejeros de Cultura, Infraestructuras e Industria.

A las 10.25, la conferencia de agentes socioeconómicos del «Día Marítimo» se declaraba oficialmente inaugurada con un discurso en el que don Felipe coló improvisados guiños a la Armada -de la que ahora es capitán de fragata- y a la Ciudad de la Cultura. Su intervención provocó una ráfaga de fotos en el teatro de la Laboral, donde se celebró el acto. Desde el patio de butacas, los asistentes, muchos extranjeros, inmortalizaban el momento con la cámara de sus móviles.

Doña Letizia siguió el discurso desde la mesa de autoridades. Su presencia, como siempre, acaparó el foco de atención más allá de lo puramente institucional. Aunque la ubicación del «Día Marítimo Europeo» no invitaba al baño de masas, no faltó quien se asomase a los soportales del edificio que ahora ocupan Empresariales y Trabajo Social. «¡Leti, Leti!», le gritaron unas espontáneas desde el otro lado del patio de la Laboral.

La Princesa de Asturias correspondió con la mano antes de volver a subirse al coche de la Casa Real. Que un grupo de estudiantes desplegase una bandera republicana no pareció importunar a los herederos de la Corona, que, antes de irse, visitaron la exposición de la Armada sobre seguridad marítima y se tomaron un café informal en la llamada sala de Pinturas. El respetable apuró las fotografías hasta el último momento: hasta las 10.55.

La visita del Príncipe Felipe apenas duró una mañana. La noche anterior había estado en Barcelona para entregar la Copa del Rey -el Atlético de sus amores perdió frente al Sevilla- y a Asturias llegaba a primera hora de ayer, justo para la inauguración del «Día Marítimo». Doña Letizia, sin embargo, ya dormía el miércoles en Gijón y aprovechó el desplazamiento para reunirse con los amigos que aún conserva en su tierra de origen.

Paseó por la ciudad y cenó con su círculo de confianza en una sidrería del entorno de la plaza Mayor. La Princesa, con la que no se contaba hasta ayer por la mañana, pasó desapercibida en pleno centro neurálgico de Gijón. Para cenar, pidió tapas, para poder así complacer su antojo de platos asturianos, empezando por unas «parrochinas».