A pesar de su juventud, el acordeonista serbio Marko Sevarlic atesora una envidiable trayectoria plagada de premios y de conciertos en todo el mundo. Entre otras formaciones ha tomado parte en el dúo «Harfla» (flauta y acordeón) y en el trío de acordeones «Jeux d'Anches». Actualmente continúa con su formación en Musikene, Centro Superior de Música del País Vasco. El pasado viernes ofreció un recital en la Casa Natal de Jovellanos, dentro de «Los conciertos del museo», coordinado por las Juventudes Musicales de Gijón.

Sevarlic optó por construir un programa diverso, mostrando registros muy distintos de su instrumento y combinando transcripciones para acordeón de compositores muy reconocidos, como Johann Sebastian Bach («Preludio y fuga Nº20 en La menor BWV889»), Cesar Franck («Coral Nº2 en Si menor, FWV39») o Domenico Scarlatti («Sonata en Re Mayor»), con otros menos difundidos, como los rusos Anatoly Kusyakov («Partita, Op.32») y Viacheslav Semionov («Bahmsiana. Rapsodia para acordeón»). Las interpretaciones de Franck y Bach fueron muy elevadas, con un especial cuidado por los matices, la profundidad armónica y una gran claridad en todas las líneas melódicas, aunque fue en las piezas de los compositores rusos donde Sevarlic reflejó todo su potencial.

Los cuatro movimientos de la «Partita, Op.32» exigen un alto nivel instrumental, incorporando en muchos momentos registros percusivos o bajos ostinatos sobre los que despuntan las melodías (como en la «Toccata» final). El rápido y exuberante final de «Bahmsiana» sirvió para que el público asistente reconociera efusivamente la intervención de Sevarlic.

El músico se mostró muy dispuesto a intentar explicar en un español bastante inteligible las obras del programa, al igual que proponer un pequeño recorrido histórico sobre el uso del instrumento. Así, le dedicó una importante parte de sus explicaciones a dos obras contemporáneas: «Lluvia», de Sofía Martínez, que nos remie a un paisaje lluvioso, y «High way for one», de Adriana Hölszky, un retrato violento del mundo del motor.

En suma, un completo concierto y una brillante ejecución que puso al alcance del ciudadano un repertorio que, a menudo, pasa desapercibido.