Director del centro de artes marciales Song

Nos hicimos amigos a la media hora de conocernos; si en el futuro alguien me habla del carácter hermético de los orientales, le diré cuatro cosas de rotunda contradicción. Aparte de su formidable aspecto de buena salud, limpieza y naturalidad, Song es un hombre simpático, buen conversador, sincero. Sin que en ningún momento lo reconociera, una virtud sobresalió entre todas: su gran sentido de la amistad. Los amigos son parte esencial de su vida, habla de ellos con fervor, con agradecimiento, les atribuye la mejor suerte de su vida, los considera decisivos. Song es esbelto y fibroso, parece más alto del 1,74 que se atribuye. Habla un castellano perfecto, y sus títulos y diplomas pueblan las paredes de su gimnasio.

Song Suk Myung nació en Seúl, enero de 1955, cuarto de seis hermanos, todos varones. Tras realizar sus primeros estudios, obtuvo, en la Universidad de Seúl, el titulo de profesor de Medicina Oriental y Deportiva.

-¿Se puso a trabajar inmediatamente en su especialidad?

-No, tuve que hacer el servicio militar; entonces en Corea de Sur era obligatorio. Me asignaron a los Boinas Verdes, un grupo de élite con una formación física exhaustiva. Allí hice de todo, hasta saltar de los aviones en más de 80 oportunidades. Al terminar, yo ayudaba en el negocio mi padre, mayorista de pañerías masculinas, y el resto de las horas las pasaba en los gimnasios, entrenándome, participando en exhibiciones.

-¿Qué motivó su traslado a Gijón?

-En 1982 vine con un contrato por un año, requerido por el maestro Yang, que regentaba un gimnasio de taekwondo en la calle Aguado. Yo tenía 28 años, y cosas de la vida... Caí bien a los chicos del gimnasio, había ganado unos cuantos amigos y decidí quedarme a ver qué pasaba. Mi padre no quería, y de otro modo mi novia, Lee, estaba en Seúl. Pero me arriesgué. Año y medio más tarde llegó Lee, y nos casamos por lo civil en 1984. Pasados diez años, nos volvimos a casar, esta vez por la Iglesia, en la capilla del colegio Corazón de María. Antes tuvimos que hacer todo otra vez; bautismo, comunión, confirmación...

-¿Cómo que otra vez?

-Sí, mi madre era católica y me había bautizado al nacer como a mis hermanos, pero aquí querían papeles nuevos. Hay muchos católicos en Corea del Sur. Yo conozco bien el budismo y lo identifico en muchos aspectos con el catolicismo; para mí apenas hay diferencias, todo es Dios y sus preceptos. Jesucristo nos manda amar al prójimo, y el budismo dice que debemos ser buenos con los demás. El resto también es muy parecido.

-¿Qué pasó con el señor Yang?

-Al cabo de un año se fue y me vendió las instalaciones de Aguado 19. Era una buena oportunidad, pedí créditos, obtuve facilidades... Pero el local era muy antiguo, todo el edificio estaba en malas condiciones y tenía una renta muy alta. Pensaba en irme, cuando en 1988 me hicieron una oferta de Arabia Saudí. Querían que entrenara a la guardia personal del rey de Qatar. El contrato que me ofrecían, de seis años, era equivalente al de un futbolista de primera línea; sin duda me arreglaba la vida.

-¿Se fue?

-No me dejaron marchar, ni los amigos ni los chicos del gimnasio. Se unieron todos para quitármelo de la cabeza. Y personas como Pepe Pérez Noriega, gerente de Aluminios de Teverga, y el matrimonio formado por Francisco Álvarez Menéndez y María de los Ángeles Álvarez Ferreira, dueños de la Tintorería Mónaco de la calle Hurlé, me avalaron para conseguir el dinero de la compra de un nuevo local, éste, en Aguado 3, y que de este modo no me fuera a Qatar. Aparte, Pepe Pérez Noriega me hizo la obra de adaptación y me prestó dinero. Inauguramos las instalaciones en noviembre de 1988.

-¿Cómo han sido, estos 22 años?

-Al principio muy duros. Las artes marciales orientales tenían poca difusión, pero comencé a hacer exhibiciones en los colegios, en las fiestas de los barrios, en espectáculos organizados por el Ayuntamiento con fines sociales, como la lucha contra las drogas... Con todo esto, unido al trabajo del gimnasio, conseguí despertar interés.

-¿Qué ventajas derivan de estas artes?

-Inculcan disciplina, confianza mental, y una forma mejor de entender la vida. Vemos que muchos niños progresan en su rendimiento escolar y también en su comportamiento con los padres y los amigos. Y físicamente se encuentran muy bien. El taekwondo más que un deporte es una filosofía.

-Cuya base...

-Es el sacrificio, el trabajo, el esfuerzo físico y el respeto hacia los demás. El taekwondo es una forma de entender la vida y su practica nos libera del estrés, de las prisas, de la ambición... Se consigue tener un cuerpo sano en una mente sana.

-¿Se ven milagros de reconversión?

-Sí, hay cambios radicales, incluso en los padres. Aquí llegan niños en los que al cabo de unos meses podemos observar una evolución sustancial que alcanza a todos los integrantes de la familia. Disponen de más alegría, de más serenidad. Hay muchas familias que vienen todos sus miembros al gimnasio. Las artes marciales pueden practicarlas personas de toda edad y condición porque se adaptan a las posibilidades de cada uno. En mi experiencia en Corea llegué a entrenar a un grupo que estaba en silla de ruedas.

-Supongamos que llega aquí una persona de nuevas, ¿por dónde empieza?

-Durante los primeros meses la ponemos a punto físicamente mediante unos ejercicios concretos. En ese proceso, el maestro ve sus posibilidades y luego entra a clase, en este caso conmigo. Yo ya sé lo que debo hacer.

-¿Qué rango ha alcanzado en sus especialidades?

-Desde los 11 años soy cinturón negro de taekwondo, y he alcanzado el séptimo dan. En hapkido tengo un sexto dan. A partir de ahí tengo infinidad de títulos. He decidido que lo paso muy bien en el gimnasio, que me gusta estar en mi gimnasio. Medité y decidí organizar una exhibición en febrero del año próximo, en el Pabellón de La Arena. Es algo espectacular, ya hicimos una en 1991 y fue un gran acontecimiento. He conseguido el patrocinio del Patronato Municipal de Deportes y otros muchos colaboradores. Aparte, hay muchas empresas de Gijón que van a dar regalos. Vendrá un equipo nacional y quizá, con tiempo, consiga otro de Corea. Una de las televisiones asturianas me ha prometido retransmitir la exhibición en directo.

-¿Cuántos alumnos reúne hoy su gimnasio?

-Entre taekwondo, wingtsun, kenpo karate, Pilates, yoga y la sala de mantenimiento, contamos unos 150 alumnos. Aparte, soy especialista en acupuntura y tengo consulta en Oviedo, en Foncalada 21, en Villaviciosa, en Ramón del Valle, 9 y en Gijón, en el gimnasio.

-¿Cómo es su jornada semanal?

-Me levanto a las 6.30. Lunes, miércoles y viernes voy a nadar de 7.30 a 8.30. Vuelvo a casa, desayuno, y me traslado a Oviedo para atender la clínica de acupuntura hasta las 6 de la tarde, y regreso al gimnasio. Doy la última clase de taekwondo de 20.30 a 21.30. Martes, jueves y sábados vuelvo al Grupo, pero para hacer gimnasia, luego trabajo aquí, como en casa, descanso un poco y a las 4.30 abro la consulta de Villaviciosa hasta las 6.30, en que vengo al gimnasio hasta las 10 de la noche.

-Sólo nos queda el domingo...

-Juego al golf en La Llorea, voy al Molinón para sufrir, como cualquier gijonés, escucho ópera y música clásica, leo...

-¿Y qué come?

-Cocina mixta, pero más coreana, con su base de arroz cocido y verduras. De la española me gusta todo, en especial el chuletón asturiano y el lechazo.

-¿Tiene usted un precepto de buena salud?

-Sí, y lo apoyo en siete puntos. Mantener una alimentación adecuada; cada persona sabe de sobra en qué consiste. Consumir las bebidas adecuadas, y digo lo mismo. Eliminar bien. Saber respirar; hay mucha gente que no sabe hacerlo; la respiración ha de ser lenta, profunda y con sensación. Hacer ejercicio físico, también en la medida personal. Saber descansar y dormir profundamente. Y por último sonreír sintiendo felicidad. Todo esto garantiza salud de cuerpo y alma.

-¿Echa de menos Corea?

-Soy una persona muy práctica y vivo contento con lo que tengo, por tanto no añoro lo que no puedo tener. Lee, mi esposa, viaja todos los años a Corea, pero yo sólo he ido dos veces; en el 91 cuando falleció mi padre y en el 95, al asistir a un congreso de acupuntura en la Universidad de Pekín, aproveché para visitar a mi familia. Mi madre ha venido tres veces a Gijón.

-¿Cómo ve su futuro?

-Sin preocupación, me siento muy bien cada día. Y feliz con lo que hago, y con lo que hice. Mi mejor patrimonio son los chicos y los amigos que me quieren, tanto en Gijón como en Oviedo, como en toda Asturias.

-Su hija es española...

-Sí, asturiana y muy feliz de serlo. Ha ido dos veces a Corea, pero está hecha a España. Nos encanta Gijón. Yo doy gracias a Dios por haberme enviado a Gijón. He subido corriendo miles de veces La Providencia, el Infanzón, todo Somió... Y la playa de San Lorenzo me encanta.