Coordinadora general de Laboral Centro de Arte

Su apariencia de fragilidad es absolutamente falsa. Seguro que Lucía G. López-Dóriga no alcanza los 50 kilos, pero todo lo que le falta en corpulencia le sobra en integridad y buena cabeza. Es una mujer -virtud que no necesita mucho tiempo para revelarse- a la que podrías confiarle hasta la vida con la seguridad de que iba a hacer el mejor uso de ella. Prudente, cabal, serena... Tiene la piel bonita, la sonrisa fácil y la sencillez por norma. Casada, madre de dos niñas, Cecilia y Paz, vibra con su recuperado amor a Gijón. Pensé, al advertir en su persona esa singular mezcla de naturalidad, rigor y lealtad que algo le ha llegado de su raíz maragata; conozco el antecedente porque su bisabuelo y mi abuelo eran el mismo señor.

Segunda de cinco hermanos, Lucia nació en Sama de Langreo en 1972... «Un 23 de abril; con mi nacimiento mis padres celebraron el 394.º aniversario de la muerte de Cervantes y Shakespeare», dice divertida.

-Un momento, ¿cómo que nació en Sama de Langreo? Siempre la he considerado gijonesa...

-Sí, toda mi familia es de Gijón, pero mi padre, ingeniero de minas, trabajaba en Hunosa en esos momentos. Me gusta toda la idiosincrasia que envuelve la cuenca del Nalón, me identifico con ella. Y el nombre, Sama de Langreo, es precioso. Hace unos días el poeta Juan Carlos Mestre lo paladeaba fascinado, Sama de Langreo, Sama de Langreo, repetía... A veces descubrimos la música en palabras que hemos usado siempre.

-¿Hizo sus estudios en esa localidad?

-No, cursé el Bachillerato en las Teresianas de Huelva. En ese tiempo mi padre era presidente de Almagrera, S. A., una de las empresas del INI. Posteriormente hice primero de Derecho en la Universidad de Sevilla, y el resto de la carrera en la Universidad Complutense. Habíamos ido a vivir a Madrid cuando a mi padre le dieron nuevo destino, la presidencia de las navieras Trasatlántica y Elcano.

-¿Terminó ahí su formación?

-No, hice un posgrado en Asuntos Europeos; mi idea era seguir la carrera diplomática. Luego conseguí una beca para irme un año a París, y cumplido éste, me dieron otra para trabajar en Londres, en el Barclays Bank. Entonces yo ya había desistido de la diplomacia y creí que mi futuro laboral iba a centrarse en el mundo financiero, pero...

-¿Qué pasó?

-Me vi agobiada por una situación muy peculiar. Estábamos solos, los papeles y yo, sin ningún destinatario a la vista, y me gusta, necesito, que haya algún componente humano en el área de mis obligaciones. Decidí regresar a Madrid y jugármela. Me puse a buscar trabajo y en seguida lo encontré en Ifema, como coordinadora de la Semana internacional de la moda y del centro de convenciones. Me mantuve dos años en esa responsabilidad, hasta que la propia dirección de Ifema me propuso irme a Arco como subdirectora de la feria.

-Y ahí estaba Rosina Gómez-Baeza...

-El reto de trabajar a su lado me tentó absolutamente. Sabía que era una mujer extremadamente luchadora, creativa, peleona; es la gran gestora por excelencia, y muy exigente. Es así, pero todo lo envuelve en elegancia.

-¿Cómo fue su primer encuentro?

-Se celebró en su despacho, charlamos... En seguida descubrí su entusiasmo y de qué modo éste me estaba contagiando. Supe que íbamos a llevarnos muy bien. Era el año 2000.

-Y se convirtió en su mano derecha...

-Sí, no cabe duda. Disfrutamos mucho al trabajar juntas. Ella hace que me ilusione con los proyectos que compartimos. Nos pasan las horas sin darnos cuenta, sin ver el momento de dejar la tarea que nos ocupa. Hubo veces que se había ido todo el mundo, las luces estaban apagas y nosotras continuábamos allí...

-Hasta el punto de seguirla hasta Gijón...

-Me lo propuso, sí. Ella ya se había ido de Arco, y al nombrarla directora de Laboral Centro de Arte me planteó la posibilidad de venir.

-¿Le costó decidirse?

-A mí, no, pero en mi entorno profesional hubo personas que no lo entendieron. Significaba dejar Madrid para enfrentarme a un proyecto totalmente nuevo. Cuando llegué, en agosto de 2006, aquí no había casi nada; una obra, arquitectos, personal... Pero me hacía muchísima ilusión, la idea era una novedad; en España no existe nada que se le pueda comparar. Y definitivamente, es muy importante para Asturias, al colocarla en la vanguardia del arte contemporáneo. Hace unos días, y vuelvo a Juan Carlos Mestre, al visitar el centro dijo que éste era como una fábrica de sueños industriales.

-¿En que consisten sus responsabilidades de trabajo?

-Fundamentalmente, en la coordinación de los diversos departamentos: administración, servicios generales, difusión, programa público... Estoy muy contenta, trabajo mucho, pero es lo que me gusta. Siempre encuentro grandes satisfacciones en lo que hago, es como un regalo

-Ha hablado del programa público, ¿qué significa?

-Consiste en la organización de actividades dirigidas a ampliar la audiencia. Ofrecemos ciclos de conciertos adscritos a diferentes estilos musicales, el actual se centra en el indie pop y el próximo lo hará en el hip-hop. Siempre se celebran el último sábado de cada mes. Y hay un festival de cine de bolsillo, es decir, de cortos filmados con el móvil. Éste, Filmo, lo hacemos en colaboración con el Festival Internacional de Cine de Gijón. También vamos a intervenir en la «Semana negra» organizando un encuentro entre blogueros -fotologueros y videologueros-. La idea es abrirnos a un público muy diverso, proporcionando cultura para todos.

-¿La reciente renuncia de Lourdes Fernández al frente de Arco quiere decir que el certamen es un avispero?

-Arco es una feria de selección, y como tal las designaciones siempre son complejas. Es imposible que no haya discrepancias, y prueba de ello es que siempre las ha habido.

-¿Conoce al nuevo director de Arco, Carlos Urroz?

-Ocupé su silla durante seis años. Carlos había dejado Arco dos años antes de que yo llegara a la subdirección de la feria, pero le conocí al estar al frente de la galería Helga de Alvear, con la que participaba en Arco, siendo yo subdirectora. Carlos Urroz domina todas las perspectivas y reúne las mejores condiciones para hacer un gran papel como director de la feria. Él ha trabajado a las órdenes de Rosina Gómez-Baeza durante cinco años y no hay mejor escuela que ésa. Carlos fue el encargado de elaborar el programa de prensa invitada a la inauguración de Laboral Centro de Arte. Tiene una enorme experiencia. Ha sido asesor artístico de la Comunidad de Madrid, del Ayuntamiento... Es el mejor para ese puesto. Tiene todo el respaldo del sector y un gran don gentes.

-En el terreno personal, ¿cómo asumió usted el regreso a Gijón?

-Pese a considerarme gijonesa, nunca había vivido en Gijón; sólo pasé temporadas de verano, fines de semana... Mis abuelos estaban aquí, y aquí celebré mi boda. El traslado me vino de maravilla, pero eso le ocurre a cualquiera; la calidad de vida que ofrece Gijón es incomparable. Tuvimos suerte al encontrar una casa frente al mar, que nos regala una panorámica enorme, desde El Musel hasta La Providencia. Recuerdo que al llegar a ella nos pasábamos horas en las ventanas. Mi segunda hija, Paz, ya es gijonesa.

-¿Qué piensa de la marcha de Mateo Feijoo al terminar su contrato?

-Es una pena. Considero que ha hecho un trabajo muy bueno.

-De pésimos resultados económicos, según se ha publicado...

-Mateo Feijoo era el director artístico del teatro de la Laboral, y hasta donde llegaban sus competencias su trabajo ha sido impecable, acompañado de una gran dimensión educativa. Siento mucho que se vaya, incluso egoístamente hablando, aunque espero que en cierta medida siga colaborando con nosotros.

-Sé que le queda poco tiempo para holgazanear, pero...

-En esos pocos momentos investigo; me gusta estar al día respecto a cualquier tema cultural. Me dedico a mis hijas, visito exposiciones, leo, escribo... Y me encantan las redes sociales.

«La marcha de Mateo Feijoo es una pena, hasta donde llegan sus competencias como director artístico del teatro de la Laboral su trabajo ha sido impecable»