Cuando mencionamos a la banda jamaicana The Wailers nos resulta casi inevitable no pensar en Bob Marley, quien fue su líder indiscutible desde su fundación en 1963, convirtiéndose en todo un icono del reggae y de la cultura rastafari. Con Marley y The Wailers se popularizó un nuevo estilo que bebía de fuentes como el ska o el rocksteady, y que empleaba ritmos acentuados en la parte débil (lo que lo acercaba más al jazz que al rock), patrones repetitivos y un tempo predominantemente lento y arrastrado. Sin embargo, tras la fatídica muerte en 1981 de Marley debido a un tumor cerebral, la banda continuó perpetrando un legado estilístico muy característico; y no sólo a través de recopilatorios que homenajeaban la figura de Marley, sino también a partir de material nuevo. Aprovechando el 40 aniversario de su salto al mercado internacional, la banda ha organizado una gira que les ha llevado, el pasado miércoles día 11, al escenario situado en la Playa de Poniente, uno de los estandartes de la Semana Grande gijonesa.

El bajista Aston Barret, más conocido como «Family Man», es el único miembro que permanece de su formación más emblemática que comenzó a trabajar a finales de la década de los 60, junto a Marley, Peter Tosh, Bunny Livingston, y el hermano de Aston, Carlton Barret. Así, con un núcleo sustentado por guitarra y bajo eléctrico, teclados y batería, la banda comenzó configurando una ambientación instrumental que introdujo los patrones más característicos del estilo del conjunto junto a diferentes solos. Posteriormente, el cantante Danglin y las coristas Marie Smith y Racquel Hinds hicieron su aparición, comenzando así un repaso por toda la trayectoria del grupo, interpretando desde algunos inevitables éxitos antológicos hasta otras piezas de menor calado, todo ello sazonado con un estilo propio y muy característico. «Trench Town Rock», «Kaya», «Kinky reggae», «Is this love», «Three Little birds», «One love» o «I shot the sheriff», tema que vería su popularidad incrementada debido a la visión de Eric Clapton, fueron algunas de las referencias que no faltaron en la noche del miércoles. Sin embargo, uno de los momentos más emotivos tuvo que llegar en el bis, con la introducción a dúo (el guitarrista Audley Chisholm y el cantante Danglin) de la intimista «Redemption song».

The Wailers se encarga de seguir haciendo llegar un legado musical cuya influencia ha sido muy determinante, sobre todo a partir de la década de los 70. A pesar de la aparente sencillez y reiteración musical que desprenden gran parte de sus piezas, la continua interacción con el público (a lo que, en gran parte contribuyeron el vocalista Danglin y las coristas), el gancho rítmico de la base instrumental (aunque se echaba de menos, en ciertos momentos, el sustento de su sección de viento metal habitual) y el «feeling» en la interpretación, realzaron el potencial de un concierto que tuvo momentos muy intensos. Ni las inclemencias del tiempo pudieron con una buena parte del público seguidor de la banda, contestando un no rotundo cuando los músicos les preguntaban si querían ya retirarse a sus casas. Frente a lo que muchos podrían pensar, el concierto de The Wailers no fue presa de la nostalgia ni de los panegíricos (en este caso hacia la figura de Bob Marley). Más bien todo lo contrario: haciendo uso de su pasado y de toda la esencia musical que ha ido atesorando el conjunto durante sus años de existencia y convivencia, el concierto sonó fresco y dinámico, reflejando así una manera de sentir la música que aún persiste en estos músicos a día de hoy.