Director para la Cooperación de la FAO

C. JIMÉNEZ

Alberto López García-Asenjo es un gran experto en agricultura y pesca. Este licenciado en Veterinaria ha ocupado diversos cargos de responsabilidad en el sector: primero como máximo responsable del Fondo de Regulación y Organización de Mercados de los Productos de la Pesca y Cultivos Marinos (FROM), luego como director general de Estructuras y Mercados Europeos, consejero de Pesca de la Embajada de España ante la Unión Europea, o vicepresidente del consejo de la FAO (el órgano de Naciones Unidas especializado en la lucha contra el hambre) más recientemente. Ha participado en más de cuatrocientas negociaciones pesqueras, en sus diferentes destinos en Marruecos, Mauritania y Bruselas. Aunque de raíces abulenses, siendo niño se trasladó a Gijón, adonde regresa, al menos, tres veces al año. Hace unos días visitó la ciudad con motivo de las vacaciones navideñas. De regreso a Roma, donde tiene establecida su sede profesional, asumirá el cargo de director de Cooperación de la FAO. Su sustituto como consejero de España en la FAO será otro asturiano, Santiago Menéndez de Luarca, actual subsecretario del Ministerio de Medio Rural y Marino de España.

-¿En qué zonas se sitúa ahora el foco del cooperación internacional?

-África es la que más necesita de respaldo. España, por tradición y cultura, mantiene unos vínculos formidables con América Latina y luego se trabaja también con países asiáticos donde están pidiendo un apoyo que permita lograr lo que también han conseguido países del entorno como China o la India en temas de seguridad alimentaria. El uso sostenible de los recursos naturales en África, con especial atención a la gestión del agua, es también otro de nuestros retos.

-¿Cuál es la repercusión del «efecto Obama» en el ámbito de la cooperación?

-Yo creo que lo que está suponiendo es una mejora en la interlocución, que es lo que se busca en todos los líderes mundiales, no solamente con Obama. Se está viendo también una mejor presencia de Rusia o China, que desarrollan una cooperación cada vez más activa. El desafío está en mejorar nuestra coordinación a escala internacional, donde la Unión Europea es ahora mismo el mayor donante.

-¿Cuál es la aportación europea?

-España, por ejemplo, tiene un compromiso en cinco años de 1.500 millones de euros. La Unión Europea, en el plazo de tres años, dedica 1.000 millones a acciones humanitarias y de respuesta a emergencias, de manera que estaríamos hablando de que un 0,5% del presupuesto del órgano comunitario estaría focalizado hacia cooperación y prevención.

-¿Pese a la crisis, es posible alcanzar al reto del 0,7%?

-Sí. Lo decía hace poco la secretaria de Estado, Soraya Rodríguez, de una manera muy acertada. Es verdad que estamos sufriendo, pero hay otros que se están muriendo de hambre. En el aspecto de la solidaridad, ahí tenemos más dificultades, pero nuestra obligación moral es ser conscientes de que hay otros que lo están pasando infinitamente peor que nosotros.

-¿Existe mayor disposición al consenso en la lucha contra el hambre que en cuestiones climáticas?

-Yo creo que en los aspectos climáticos también hay buena disposición, lo que se necesita es tener mayor capacidad de estudio y poder profundizar en algunas medidas. Lo que está claro es que ante los retos y problemáticas que son absolutamente novedosos no se puede trabajar buscando exclusivamente lo que a uno lo pueda beneficiar. Sería una catástrofe aplicar medidas del pasado a problemas absolutamente nuevos y aquí lo que se está dando es que tenemos casos y problemas muy conocidos, como el de la lucha contra el hambre, que se viene librando desde hace tiempo, y están apareciendo otros fenómenos novedosos como la inestabilidad y la volatilidad de los precios de las semillas derivados de un contexto económico nuevo.

-¿Cómo se puede evitar?

-El esfuerzo debe ir en dos direcciones: por un lado, promover el acceso a la tecnología por parte de los pequeños agricultores, y en eso se está trabajando mucho con la mujer, que es la que se ocupa del campo pero no tiene la propiedad del terreno y, sin embargo, es la que garantiza un nivel de ingresos en ese círculo familiar. A esto se suma que si en estos momentos el 70% de la población es rural, en 2050 la tendencia se invierte y más de la mitad va a ser población urbana, es decir, seremos más y el agricultor estará representado en menor número. Habrá que desarrollar mecanismos más eficaces y de mejor capacidad para el almacenamiento de productos, evitando las pérdidas poscosecha.

-¿En qué medida afecta el cambio climático en el desafío de la lucha contra el hambre?

-Es un elemento absolutamente perturbador. Cuanto más pobre sea un país, las interacciones del cambio climático afectan de una manera más dramática. Si hubiera un incremento de dos o tres grados en la temperatura del agua, eso supondría una movilización de casi 200 millones de personas que viven en las zonas costeras. La apuesta por atenuar el impacto del cambio climático es fundamental. Debemos empezar a articular medidas de inversión en la lucha contra el cambio climático para poder prevenir su impacto.

-Como buen conocedor de la gestión de los recursos pesqueros, ¿hacia dónde se dirigen las negociaciones actuales en este ámbito?

-Ahora estamos trabajando en tres grandes ejes: la lucha contra la pesca ilegal no declarada y no reglamentada, que es una de las prioridades que se tienen que marcar para evitar el saqueo de los recursos pesqueros como en estos momentos se está viviendo y, por otro lado, crear un registro mundial de buques, así como un sistema de certificación de que los productos pesqueros han sido extraídos y procesados de una manera responsable, coherente y de acuerdo con las prácticas internacionales del comercio.

-¿De qué mecanismos disponen para luchar contra sobreexplotación recursos pesqueros?

-Ahora mismo existe un mejor acceso al intercambio de información, y las organizaciones no gubernamentales y autoridades públicas van comunicando las posibles incidencias. Además, tenemos posibilidad de acceder a toda la información en el momento en que se están desembarcando esos productos. No obstante, las medidas que vayamos a aplicar deben ser lo suficientemente disuasorias para que no haya más gente que quiera seguir esas prácticas no compatibles con el derecho internacional.

-¿Qué aspectos hay que mejorar?

-En estos momentos las capturas pesqueras se sitúan entre 120 o 130 millones de toneladas. Solamente entre 80 y 90 millones se usan para consumo humano directo y los descartes, o lo que se llama muerte precaptura, ronda los 30 millones de toneladas. Una cifra que no es posible mantener ante un recurso tan escaso. La acuicultura puede proporcionar de manera más eficaz y eficiente seguir dándonos el aporte de proteína necesario.

-¿Con qué ánimo afronta el nuevo cargo?

-Haber llevado todo el peso de negociaciones durante cuatro presidencias en los ámbitos de la cooperación al desarrollo, lucha contra el cambio climático, investigación, desarrollo tecnológico y pesca, acuicultura, bosques y código alimentario da un bagaje que pienso que es lo que ha supuesto que me hayan encomendado esta nueva tarea. Creo que es un proyecto muy interesante. La FAO es un organismo con más de cuatro mil funcionarios: dos mil están en Roma y otros dos mil están distribuidos por todo el mundo; junto al equipo de colaboradores llegan a ser 75.000 personas. Aunque parezca enorme, al final se trata de un organigrama muy reducido para las labores que se les están encomendando.

-¿Cuáles son los retos más inmediatos?

-Ahora mismo la crisis económica y financiera, el cambio climático y el hambre. Que en el siglo XXI haya 925 millones de personas que pasan hambre, y que cada 10 segundos muera de hambre un niño son cifras y planteamientos que a todos, como sociedad, nos tienen que hacer reaccionar y buscar un compromiso.

-¿A cuánto asciende ese compromiso, en cifras?

-Sabemos que tenemos que hacer una inversión sostenida en torno a los 50.000 millones de dólares. Creo que podemos lograrlo porque tenemos éxitos como el de Brasil, con «hambre cero». El compromiso en la cumbre iberoamericana de «América Latina sin hambre en el horizonte de 2025», y el desarrollo que se está experimentando en China o India es lo que nos alienta a continuar.

-Podrían tildarlo de optimista en exceso.

-Dicen que los funcionarios que llevamos estos temas somos unos optimistas estructurales en el sentido de que tenemos que estar siempre convencidos de que estas medidas se pueden llevar a cabo. Yo creo que hay que ser optimista, pero no iluso. Cuando quieres afrontar un reto es muy difícil que con determinación no seas capaz de alcanzarlo. Y yo creo que estamos en un momento fundamental para poder alcanzarlo.

«El 70% de la población mundial hoy es rural, pero en 2050 esa tendencia se va a invertir y hay que desarrollar mecanismos más eficaces para el almacenamiento de productos agrícolas»

«Dicen que los funcionarios del área de cooperación somos unos optimistas estructurales y yo digo que hay que adoptar esa actitud pero sin ser iluso»

«Una prioridad internacional es evitar el actual saqueo de los recursos pesqueros»