Socio fundador del Instituto CIES, inaugura el ciclo «Innovar en la milla del conocimiento»

C. JIMÉNEZ

Javier García, socio responsable del área de economía, empresa e innovación del Instituto CIES, impartirá mañana, martes, dentro del ciclo «Innovar en la milla del conocimiento», impulsado por el Club Asturiano de la Innovación y el Parque Científico y Tecnológico de Gijón, una sesión sobre «Innovación, competitividad y crisis». El economista asturiano sostiene que la capacidad de las empresas para reinventarse en este momento «no es una cuestión de chequera, sino de actitud».

-¿Cuál es la conexión entre innovación, competitividad y crisis?

-El mundo está cada vez más interconectado, existe una gran integración de los mercados y la cadena de valor tiene una perspectiva global. La innovación no es algo de usar y tirar, sino que se trata de un instrumento al servicio de toda empresa para prosperar. Las visiones parciales suelen generar grandes problemas. Por eso, ante la crisis, sólo los que tenían adquirida esta visión integral la están sorteando mucho mejor.

-¿Cuál es la realidad en Asturias?

-La crisis en el caso de Asturias tiene una complejidad importante en cuanto a que en el contexto general del país comenzó a llevarse por delante el empleo en el tercer trimestre de 2007, mientras que en Asturias se siguió creando empleo hasta finales de 2008. Pero una vez que llegó aquí, su impacto en términos de empleo y pérdida de actividad es inferior a la media de España. No obstante, el ajuste sí que es mayor aquí. La diferencia entre Asturias y el conjunto del país es que aquí no tuvo un impacto muy grande en la construcción. Si en España el 53 por ciento del empleo destruido estaba vinculado a este sector, en Asturias se sitúa por debajo del 40 por ciento. En el Principado la crisis afecta más a la industria auxiliar y al metal.

-¿Dónde radica el problema?

-Más que raíces de burbuja inmobiliaria se trata de un problema de solvencia financiera. La sequía del crédito tras la caída de Lehman Brothers ha llevado a las empresas a tener el oxígeno cortado desde el punto de vista financiero. Tenemos empresas vendiendo productos asturianos en China, pero no tienen «cash» para seguir haciéndolo. La falta de crédito es un arma de destrucción masiva que contamina al resto de sectores.

-¿En cifras?

-Las empresas tienen 82.000 millones de euros menos de crédito que en 2008. Y esa deuda privada ha ido principalmente a la Administración pública. La situación ha llevado a un descalabro tal que nueve de cada diez empleos destruidos son personas jóvenes que abandonaron sus estudios en el instituto para trabajar en las obras y ahora nos encontramos que tenemos un batallón de jóvenes con poca formación que necesitan reinventarse a sí mismos.

-¿Se puede innovar en tiempos de crisis?

-Sí, pero es algo que no se hace de hoy para mañana. Hay que tener una cultura de la innovación y no estamos entrenados para ello. Se trata de abordar nuevas formas de gestión en las empresas caminando hacia organizaciones inteligentes, esto es, que las empresas sean caldo de cultivo para motivar a las personas. El efecto «todo vendido» que tenían los talleres con dos años asegurados de pedidos se ha convertido en un somnífero importante para la industria.

-¿Qué tipo de cambios deben afrontar las empresas para reinventarse?

-El entrenamiento viene, en primer lugar, por la conciencia y después hay que abrir la organización al exterior: estar conectado, coger aviones, hablar inglés... Hacer cosas a las que no estábamos acostumbrados. También se puede innovar a través del conocimiento. Hay muchas posibilidades por aprovechar. Un empresario me comentaba hace unos días que hoy vas al despacho de un médico o de un fisioterapeuta y está lleno de libros, mientras que en la empresa asturiana ocurre al contrario y hasta hace poco se jactaban de ello. Innovar no es sólo cuestión de chequera, también de actitudes. Estoy convencido de que en Asturias tenemos empresas con talento y mucha capacidad para innovar.

-Los gurús de la innovación instan a potenciar la capacidad para emprender. ¿Es que ahora todos tenemos que ser emprendedores?

-Cada vez hay más estudios que demuestran que no sólo emprender es la clave, porque siete de cada diez negocios que se crean mueren. Primero hay que ver si lo que se crea tiene una perspectiva global, porque lo fundamental es pensar y actuar globalmente.

-¿En qué sectores se encuentran las oportunidades?

-En el metal hay unas capacidades impresionantes, pero no estamos acostumbrados a generar producto. Sin embargo, presenta un potencial muy importante para generar producto de alto valor, igual que las TIC, que están trayendo a Asturias inversiones o el sector agroalimentario que está comenzando a salir fuera. La clave está en crear productos de valor añadido que tengan una alta capacidad.

-Directivos de Telefónica comentaban hace unos días en el campus gijonés que el modelo Silicon Valley está muerto y ya se puede innovar desde cualquier punto del planeta. ¿Está de acuerdo?

-Ahora mismo se puede montar una multinacional con diez personas, con una en Barcelona, otra en Tailandia y otra en México, pero lo que no ha muerto ni morirá de Silicon Valley es su capacidad para conectar el talento. En algún punto necesitas lugares donde se defina lo que se cuece en el mundo de la tecnología, y la red de explosión tecnológica se decide en pequeños núcleos aunque otros lugares se pueden aprovechar de eso mismo. Por eso es tan importante estar conectado globalmente.

-¿Cuánto cuesta innovar?

-Peter Drucker lo dejó muy claro hace varias décadas al asegurar que, si no conoces la innovación, no conoces los negocios. Aquellos que se jactan de llevar 15 años en el mercado sin haber innovado han tenido que introducir algún cambio para mantenerse. La innovación es consustancial a los negocios y a la empresa. La cuestión es cómo aprovecharla y esa inversión hay que rentabilizarla, por ejemplo, poniendo en valor la red de agentes tecnológicos y la Universidad asturiana, que son muy válidos. Todo eso hay que aprovecharlo. Insisto, no es cuestión de sacar la chequera.