C. JIMÉNEZ

Un estudio liderado por la investigadora Laura Alonso Sáez del Centro Oceanográfico de Gijón, del Instituto Español de Oceanografía (IEO), ha desentrañado las claves del éxito de un grupo de microorganismos marinos -las arqueas- particularmente abundantes en ambientes marinos extremos como las aguas polares en invierno y el océano profundo que han logrado reproducirse gracias a un producto de desecho como la urea.

La joven investigadora, que permanece en el Centro Oceanográfico de Gijón desde mayo de 2010, en la actualidad con una beca postdoctoral «Juan de la Cierva», ha trabajado con científicos del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC y diversas universidades internacionales en Suecia (Uppsala University y Linnaeus University), Alemania (European Molecular Biology Laboratory), Dinamarca (University of Copenhagen), Canadá (Université Laval) y Estados Unidos (University of Michigan y University of Georgia).

La investigación se llevó a cabo durante la campaña oceanográfica canadiense «Circumpolar Flaw Lead study», que se desarrolló en el Ártico a bordo del rompehielos «Amundsen» durante un ciclo estacional completo, incluyendo la época más desconocida hasta ahora, el invierno polar. En esas fechas no hay luz en el Ártico y los microorganismos marinos tienen que subsistir en aguas polares bajo una capa de hielo de casi dos metros de grosor. Los científicos observaron que, en estas condiciones, las arqueas no solo subsisten sino que crecen hasta triplicar sus poblaciones gracias a la urea.

El estudio en el que Laura Alonso es la investigadora principal ha sido publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

En este trabajo se demuestra que estos microorganismos tienen la capacidad de utilizar la urea como fuente de energía, un producto de desecho de multitud de organismos que, aunque ya se sabía que muchos seres vivos eran capaces de degradarla, nunca se había comprobado su relevancia para las arqueas marinas. Además, este descubrimiento realizado en aguas polares «podría también explicar por qué las arqueas pueden mantener sus abundantes poblaciones en otros ambientes marinos extremos como el océano profundo», explica Laura Alonso, autora principal del trabajo e investigadora del Instituto Español de Oceanografía en Gijón.

Sorprendentemente, las arqueas polares no incorporaron compuestos orgánicos fáciles de degradar, ni dióxido de carbono (CO2) como realizan las algas y otros grupos de flora marina, explicaron los participantes en esta campaña de investigación desarrollada en aguas del Ártico.