L. PALACIOS

La experiencia de ir al circo fue toda una novedad para los niños gijoneses de Infantil, acostumbrados a aprender desde el aula. Pero no lo fue menos para los pequeños que viven en el circo. Porque ellos también van al colegio, aunque sea en una de las caravanas de la comitiva circense, entre función y función. Por eso, recibir a los alumnos de los centros «normales», y poder visitar a su vez los aularios de los alumnos, ha sido una pequeña aventura.

Pedro Rascón es el profesor que se encarga de impartir clase a los siete niños que viven en el circo con sus padres. Además de formarse para crear sus propios espectáculos en la pista en un futuro, los más pequeños de la gran familia circense cuidan al máximo sus estudios. «Damos clase todos los días, con el mismo horario que en una escuela normal. Sólo se altera el ritmo cuando viajamos de una ciudad a otra, cuando como hoy hay una función especial», explica Rascón.

Al ser un solo docente para varios alumnos de diferentes niveles, el trabajo es más exigente. Hay que preparar las materias de cada curso y repartir el tiempo: «mientras unos hacen tareas, explico a otros, y así vamos llenando el curso», asegura el profesor, «encantado con este trabajo». Pedro Rascón ya vivió la experiencia nómada del circo hace tres años. Después lo dejó y este curso ha vuelto con los niños del Holiday para completar el año docente. «Es muy divertido, vivo con ellos y nos entendemos muy bien».

Los niños, por su parte, disfrutan con las clases en un entorno tan poco convencional. Aunque, como afirmaba Jon Ander Sacristán, «de mayor lo que quiero es dedicarme al espectáculo».