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Los ganaderos, desesperados por el aumento de los daños, exigen batidas contra el jabalí

"Esto es insostenible, si sigue así tendremos que reducir cabezas e ir pensando en otro trabajo", asegura un vecino de Santurio

A la izquierda, cerdas de jabalí en un alambre de espino en Santurio. A la derecha, detalle de los daños en una finca de la misma parroquia. JUAN PLAZA

En la parroquia de Santurio, los jabalíes han ideado su propia red de caminos. Se han abierto hueco bajo los alambres de espino, han reventado vallados o incluso derribado algún pastor eléctrico. Así, logran cruzar caminos y carreteras hasta acceder, para desgracia de los ganaderos, a las fincas de pasto, donde hozan, se revuelcan y escarban en busca de raíces. El terreno queda prácticamente inservible para alimentar a las vacas.

"Siempre hubo jabalíes, pero estaban controlados y no era esta invasión. Esto es insostenible, si sigue así tendremos que ir reduciendo cabezas de ganado y pensando en buscar otro trabajo", cuenta Juan Manuel Vallina, vecino de Santurio con doscientas cabezas de ganado vacuno de carne, mientras asiente, con rostro serio, su mujer, Begoña Piñera. No es el único. El problema se repite en todas las parroquias rurales, "de oeste a este, desde el monte Areo hasta el monte Deva", según confirma José Antonio Migoya, que por su trabajo, responsable de Medio Rural de la Caja Rural de Gijón, está en continuo contacto con los ganaderos del concejo.

El propio Vallina da fe de que ninguna parroquia se libra. Además de en Santurio, donde reside y tiene las naves, cuenta con terrenos en Somió, Cabueñes, Caldones y Deva, por donde suele repartir las vacas para que pasten. "Tengo praos suficientes para alimentar al ganado que tengo. Pero ninguna zona se libra de la invasión de jabalíes. En Somió es terrible. Algunas fincas están afectadas en un 75%. Y ahora cada vez tengo que comprar más forraje de León", afirma Vallina. Y añade: "¿Al ganadero lo que le queda es pagar la renta por las fincas, limpiar y abonarlas para que las disfruten los jabalíes?".

Su mujer añade todavía más desesperación a su relato. "No se pide dinero, simplemente que nos dejen trabajar y podamos estar en lo nuestro", recalca. Lo suyo, en lo que llevan toda su vida, son las vacas. Y el crecimiento exagerado de la población de jabalíes en el cinturón rural de Gijón, donde la caza está prohibida, empieza a poner en riesgo su actividad. "Aquí no somos muchos los que nos ganamos la vida con el ganado, dos o tres por pueblo. Así que al resto no les importa tanto", añade Begoña Piñera.

Ellos tienen clara la solución, aunque el gobierno del Principado no parece dispuesto a aplicarla. "Tiene que haber batidas controladas, reducir la población. Bajan del monte", explica Vallina. "Llegan espantados del valle de Rioseco o de Peón, las últimas zonas donde se puede cazar, y se refugian en nuestras parroquias, donde no se puede", sostiene Miguel Ángel Sánchez, que vive a escasos metros de Vallina. En su caso, tiene treinta vacas de leche. "Cada vez vemos más jabalíes y habrá más. Están pegando cada 'embestida' a los praos que mete miedo", añade. Los ganaderos no pueden tomar medidas por su cuenta ante el riesgo de importantes sanciones. "Aunque si nadie hace nada...", expresa Sánchez.

Begoña Piñera no comprende la postura de la consejería de Agroganadería del Principado. "Tienen una actitud totalmente pasiva, lo único que les interesa es proteger a los jabalíes", lamenta. Aunque la solución no pasa por indemnizaciones, Miguel Ángel Sánchez suma al debe de la administración que "paga poco y tarde". Lo tiene claro: "La situación está fuera de control".

Los daños de los jabalíes en los terrenos repercuten directamente en los negocios ganaderos. Las fincas de pasto ven reducida ostensiblemente su capacidad. "La que calculas que durará un mes con las vacas paciendo, dura quince días", cuenta Begoña Piñera. Y las fincas que destinaban en un principio para recoger hierba y formar silos para alimentar al ganado en invierno, ya no valen para ello. Los jabalíes las destrozan tanto que al recoger la hierba y "ensilarla" se mezcla con la tierra, estropeando el alimento. En alguna ocasión, Juan Manuel Vallina tuvo que dar media vuelta con el ganado en el camión al ver el estado en el que se encontraba alguna de sus fincas donde iban a pacer sus vacas. Ahora, en situación límite, pide ayuda para que no tenga que dar también media vuelta a toda una vida de ganadero.

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