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directo al corazón

"Las pegatinas que ponen en Correos han deteriorado la filatelia"

"La muerte no me asusta, forma parte de la vida, pero siento pavor del momento en que no pueda valerme por mí mismo"

Luis Ignacio Rollán, en Begoña. JUAN PLAZA

Es un hombre polifacético, capaz de ejercer una profesión estrictamente racional y al mismo tiempo desarrollar su faceta artística. Con todo ello, Luis Rollán ofrece una conversación variada y erudita. Como filatélico ha alcanzado gran categoría, reconocimiento nacional, e incluso ha escrito varios libros sobre el tema; un tema que considera inagotable. Acaba de editar su última colección de fotografías, "Ciudad Marina", un homenaje a Gijón completado con versos del poemario de Jaime Federico Rollán, "Nueva sonata para Odile-Sabelle".

-Por cierto, ¿guarde relación familiar con el poeta?

-Sí, somos primos y mantenemos una estrecha camaradería.

-¿Y usted, quién es?

-Un gijonés muy gijonés, viejo ya (1938), e hijo único. Me considero extrovertido, muy paciente y desordenado dentro de un orden. Siempre estoy ocupado en muchas cosas, vivo solo, tengo dos hijos y tres nietos; el mayor, de 12 años, es gaitero además de buen estudiante.

-¿De pequeño a qué jugaba?

-Nunca tuve una inclinación clara, pero cuando hice la primera comunión me regalaron una maquina de fotos, de aquellas de baquelita y ahí empezó mi afición. Luego, ayudado por un amigo me introduje en el mundo de la fotografía. Más tarde lo dejé y estuve treinta años sin tocar una máquina.

-¿Para qué se había preparado?

-Tras cursar el Bachiller en los Jesuitas ingresé en la Escuela de Peritos, pero tuve que dejar esta carrera debido a un grave encontronazo con un profesor. Entonces hice oposiciones para entrar en Campsa, las aprobé y me destinaron a Gerona, Calatayud, y por fin Gijón, donde trabajé durante 34 años. Como el horario sólo era por las mañanas, en 1966, junto con un amigo, Jesús Carreiras, montamos una academia para preparar las oposiciones a banca. Nos mantuvimos quince años, y llegamos a aportar el 35 por ciento del personal administrativo de la Caja de Ahorros de Asturias.

-¿Y la filatelia, cuándo aparece?

-En plan serio, de competición y coleccionismo, desde 1992, y sigo activo. Es algo apasionante que conlleva mucha investigación. He escrito un libro sobre tarifas postales , titulado "150 años de tarifas postales, 1850-1999". En 1850 se emitió el primer sello en España.

-¿Lo tiene?

-Sí, varios. Y cartas del siglo XVIII.

-¿Anteriores a los sellos?

-Pagaba la tarifa el destinatario al recibir la carta. Esto era ruinoso para el servicio ya que en caso de rechazarla o no encontrar a la persona interesada el gasto no se compensaba. El primer sello del mundo se emitió en 1840 en Inglaterra, el penique negro, se llamaba y aún se llama. Y el único país del mundo que no pone el nombre de la nación en los sellos es Inglaterra por ser la pionera; sólo llevan la silueta del rey del momento. La filatelia tiene más de cultura e información que de otra cosa.

-¿En la actualidad se mantiene el interés?

-No, las pegatinas que ponen en Correos han deteriorado la filatelia, y ahora la Administración quiere recuperar la afición apoyando a los grupos filatélicos.

-¿Tiene algo que ver la filatelia con la fotografía?

-No, la fotografía para mí es una expresión artística como puede ser la pintura o el grabado. Se considera un arte menor al utilizar una máquina, pero yo creo que es un arte total al ofrecer la visión particular de un objeto o persona desde su perfil más bello o sugerente.

-¿Qué tiempo le dedica a ambas materias?

-El día lo divido en dos, o bien las mañanas o bien las tardes para cada una.

-¿Qué momento atraviesa?

-Ahora estoy más volcado en la fotografía, ya que la exposición filatélica que se celebrará el próximo 18 de septiembre en el Antiguo Instituto ya la tengo preparada. Del grupo filatélico de Gijón participarán unos 25 coleccionistas. Aparte se verán cosas muy curiosas y variadas.

-¿Cuál es su joya filatélica?

-Una carta de 1740 que adquirí este verano, considerada como única. Sale del reino de Nápoles con destino a Madrid y viaja en el Correo Real de Roma. Es una carta mercantil muy extensa, de doble folio.

-¿Quién ha sido su maestro?

-Nunca tuve, pero cuando faltó mi padre, ya de mayor, me di cuenta de que había sido él con su rigidez y su bondad.

-¿A qué teme?

-La muerte no me asusta, forma parte de la vida, pero siento pavor de que llegue un momento en que no pueda valerme por mí mismo.

-¿Qué talento ambicionaría?

-Estoy contento con el que voy descubriendo a través de la fotografía. Hasta ahora era una práctica familiar, pero actualmente busco el arte. El retrato me apasiona. Celebré dos exposiciones, la primera en el Centro Municipal de El Coto, sobre el Jardín Botánico, titulada "Los colores del Botánico"; era una abstracción de las plantas utilizando técnicas fotográficas. La última fue en Candás, sobre retratos.

-¿Qué sueño le queda por realizar?

-Me gustaría obtener un gran premio como coleccionista filatélico y que la gente recordase mis fotografías.

-¿Deportivamente, por dónde ha andado?

-Nunca hice deporte, pero siempre estuve vinculado a él a través de mis hijos. Viví la natación como presidente de la Federación Asturiana de Natación, y he sido miembro de la directiva del Pentatlón Moderno, que reúne cinco especialidades que practicaban mis hijos.

-¿A quién expulsaría del campo de juego?

-A los políticos. Supongo que habrá gente buena, pero en general la imagen que dan es deleznable.

-¿Ya ha hecho la foto de su vida?

-Nunca se hace y siempre se está buscando. Tengo retratos que me entusiasmaron, pero sigo tras un ideal.

-Si un día se perdiera, ¿dónde habría que buscarlo?

-En Gijón, una ciudad horrorosa, la más fea del Norte de España, pero es la mía. Una ciudad abierta que nos hace diferentes a todos los demás, pero lo que se hizo con el Muro...

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