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Directo al corazón

"Los enemigos de la piel son, por este orden, el sol, el tabaco y la edad"

"El peor paciente es el que no te hace caso y confía más en internet, los amigos o la vecina lista; es fatal, porque los dos perdemos el tiempo"

"Los enemigos de la piel son, por este orden, el sol, el tabaco y la edad"

Le gusta comunicarse y su conversación transcurre por caminos profundos e ilustrados. Es alto, y su metro ochenta y tantos podría medirse en bondad. Asegura que le gusta mucho el refranero español y sabe utilizarlo con oportunidad. En las postrimerías del verano es una buena ocasión para hablar de las incidencias que el sol nos ha dejado en la piel. Charlamos en su consulta privada de la calle Ezcurdia.

-Dígame, ¿usted quién es?

-Un gijonés como las vacas, que son de donde pacen no de donde nacen. Circunstancialmente, debido al trabajo de mi padre, nací en Orduña, Vizcaya, (1953), mayor de dos hermanos, pero tenía cinco años cuando llegué a Gijón para siempre. Mi padre era de Carrión de los Condes, y mi madre una asturiana de Serín. Soy introvertido, tímido y de vocación docente. Demasiado ordenado sin llegar a paranoico; ocurre que no sé buscar. Estoy bien casado y tenemos dos hijos.

-¿Había antecedentes médicos en su familia?

-No, y no sé decir de dónde me vino la idea. Me daba pena el sufrimiento de los demás y tal vez pensé que yo podría ayudar a remediarlo. Era como una llamada al sacerdocio, un ansia de curar, no almas, sino cuerpos. Creo en la Medicina psicosomática, es decir, en el enfermo y su entorno.

-¿Dónde hizo sus estudios?

-El Bachiller en el Real Instituto Jovellanos y Medicina en la Universidad de Oviedo, donde también cursé la especialidad de Dermatología.

-¿Ha trabajado en la Seguridad Social?

-Si, durante 24 años, primero como médico de familia y después como dermatólogo; llevo aquí toda la vida. El 1990 pedí la excedencia para dedicarme exclusivamente a la dermatología privada.

-¿Y a qué presta más atención?

-A los problemas de piel y de pelo.

-¿Y qué pasa con las enfermedades venéreas? Antes venían anunciadas en las placas de los dermatólogos y han desaparecido.

-Pero continúan ahí.La promiscuidad del ser humano es enorme, por tanto no desaparecerán nunca. El CDCI ( Centro de Enfermedades Infecciosas) de Atlanta aconseja que las parejas sean estables. Éste es un mundo muy viscoso y permanece.

-Dados los avances, ¿tienen cura, dichas enfermedades?

-Hasta cierto punto. El sida, por ejemplo, se ha hecho crónico. Yo veo pocos pacientes con estos problemas porque hay un departamento en la Casa del Mar muy dedicado a ellos.

-¿Quién es el mayor enemigo de la piel?

-El sol. Poco a poco se va tomando conciencia, pero aún hay mucha gente que se confía. Y el cáncer de piel crece sin pausa. No se entiende que el estar moreno es incompatible con una piel saludable. Esta mañana he visto a un señor, un montañero, con varias lesiones cancerígenas en la cabeza. Cuando son pequeñas se curan fácilmente, pero si la lesión es grande hay que recurrir a la cirugía, y...

-¿Son su mayor problema?

-No, es peor el paciente que no te hace caso, no sigue las indicaciones y confía más en internet, en los amigos, o en la vecina lista. Es fatal porque perdemos los dos el tiempo.

-¿El otoño es la época de más trabajo para usted?

-No, las consecuencias del sol no son inmediatas, ocurre igual con el tabaco, te van minado y un día pasa lo que pasa. La sociedad del disfrute es irresponsable, y el mundo yuppie tiene un precio. Los enemigos de la piel son, en este orden, el sol, el tabaco y la edad. Las monjas de clausura tienen una piel estupenda, nos se les echa más de 50 años aunque tengan 80 o 90.

-Creo que es usted un gran trabajador social...

-Mi amor secreto son los campamentos de verano, en los que empecé a participar en 1968, con catorce años, en La Vecilla, un centro dependiente de la parroquia de San José. El párroco era don Carlos Díaz, anterior a José Luis Martínez. Duraban tres semanas y continué yendo todos los años, luego como estudian, médico y profesor, hasta que Adolfo Mariño los suprimió. Con José Luis Martínez habían funcionado perfectamente, mejorando mucho las instalaciones, de manera que el campamento de La Vecilla era un lugar acogedor y cómodo, incluso beneficioso para el pueblo. José Luis Martínez era un hombre bueno, maestro de la tolerancia.

-¿Tuvo que renunciar a los campamentos?

-No, nos fuimos a El Molino, en la Mata de Curueño, cerca de La Vecilla, un centro dirigido por los Hermanos Oblatos. Encontramos allí nuestra segunda colonia hogar, hasta el día de hoy.

-¿Son sus vacaciones?

-Sí, y las de toda la familia, ya que me acompañan mi mujer y mis hijos. Llevamos unos 35 niños y disfrutamos viéndolos tan felices durante doce días. De la intendencia se ocupan las monjas de San Vicente. Los campamentos ofrecen una oportunidad a esos niños de ver otra realidad más humana, noble y desinteresada.

-Y usted, ¿qué labor hace?

-Me ocupo de cuidar, organizar... Soy el coordinador del tiempo libre y aparte hay muchos requisitos que cumplir, pero todo se hace con ilusión. El lema de este año fue: "Ama y haz lo que quieras", de San Agustín.

-¿De qué se siente menos orgulloso?

-Cuando era joven pensé que podría ser un buen pianista, pero...

-¿Qué no puede soportar?

-El desorden y el ruido. Y la sociedad de consumo, el aparentar, la mentira, la amistad interesada... Yo tengo pocos amigos, pero muy buenos.

-¿Ha guardad algo de su infancia?

-Sí, el recuerdo de la relación que tuve con don Carlos Díaz, párroco de San José, qué me enseñó el sentido de la exigencia, la sinceridad y la trasparencia.

-¿Deportivamente, por qué se inclina?

-La medicina me mató mucho la vida. He jugado al tenis y al ajedrez, pero ahora no tengo tiempo.

-Si volviera a empezar...

-Casi seguro que no sería médico. Es una profesión que si la llevas bien es muy absorbente. Mi vocación de toda la vida es la docencia. Di clases en la Universidad durante diez años felices.

-Si un día se perdiera, ¿dónde habría que buscarlo?

-En un monasterio. La religiosidad es una forma de vida. Cuando tuve flaquezas quién me puso en camino fue don Carlos Díaz.

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