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ALFONSO GARCÍA | Responsable del archivo histórico de Asturiana de Zinc (Azsa)

"El archivo histórico de Asturiana de Zinc es un tesoro por su amplio arco temporal"

"La compañía ha sido un verso suelto, porque no es habitual que las empresas conserven documentación de ese tipo"

Alfonso García, ayer, en la clausura de las jornadas de Incuna. ÁNGEL GONZÁLEZ

Las XVII Jornadas Internacionales de Patrimonio Industrial, organizadas por Incuna, se clausuraron ayer con una conferencia de Alfonso García Rodríguez (Gijón, 1973). No es casualidad. Es el responsable del archivo histórico de Asturiana de Zinc, heredera de la Real Compañía Asturiana de Minas. Un ejemplo poco seguido en España de cómo conservar los fondos documentales de una empresa.

-Hay elogios a esa tarea de Asturiana de Zinc. Se habla de su acertada labor en la conservación de ese patrimonio. ¿Por qué?

-Ese elogio está basado en los contenidos del archivo, único en España y uno de los más importantes de Europa. Y, también, porque no es habitual que las empresas conserven documentación de ese tipo. Asturiana de Zinc es, en ese sentido, un verso suelto. No sólo conservó todo ese material desde los orígenes de la empresa, sino que lo ha cuidado y lo tiene abierto al público. Se conserva toda la documentación, casi íntegra, desde 1833 hasta el presente. Es ya un hito. Y, además, la empresa le da uso, con un edificio para albergar el archivo y profesionales. Se preocupan.

-¿Qué circunstancias concurrieron para que se produjera esa excelente conservación?

-Fue una concatenación de cosas. La empresa tuvo siempre una preocupación por conservar su patrimonio. En el siglo XIX, por ejemplo, se hicieron 219 cajas de zinc para almacenar documentación, lo que era raro. Y también que se mantuvieran algunos edificios sin uso, pero que la empresa consideraba que formaban parte de su identidad. Y la empresa creció lejos de su núcleo originario, lo que fue una suerte. Los orígenes están en Arnao, pero la fábrica se llevó a San Juan de Nieva. En Arnao quedaron edificios sin uso y con esa documentación. Y, por último, la presidencia de la empresa decidió en 1997 agrupar toda la documentación dispersa para darle la forma que hoy tiene el archivo histórico.

-Hablamos de unos fondos con miles de documentos...

-Miles no, millones. La empresa tiene ciento ochenta años de historia y ha estado presente en todas las ramas de la industria: minería o metalurgia, con depósitos y agencias en toda España. Tenía, pues, un aspecto comercial muy importante. Pongo siempre el ejemplo de excavaciones como las de Atapuerca o El Sidrón, donde aparece un hueso. Aquí está el esqueleto completo. Y es muy raro que un archivo conserve todas las series documentales, sin lagunas, desde la contabilidad de la dirección a los libros de producción. No hay vacíos ni siquiera durante las guerras. Por ejemplo, se conserva la correspondencia que se recibió y también la que se envió, sus copias. Ha sido siempre una empresa grande, y ahí se ven las relaciones con la Iglesia, con los Ayuntamientos, con organismos culturales...

-Había una voluntad de conservación explícita...

-Sí, sin duda. Lo que hacemos ahora, de hecho, es una continuidad de esa labor. Tomo el testigo de todas esas iniciativas de la dirección y los empleados para guardar los documentos.

-Se considera una archivo capital para la historia de la industrialización en España. ¿Es así?

-En efecto. No existe otro archivo con ese arco temporal. Y porque la compañía ha tocado todos los resortes económicos durante tantos años: importaciones y exportaciones, contacto político y técnico, además de que tuvo sedes en Madrid, en Cataluña... Y poseía minas en varios sitios de España, lo que hace que regiones con poco patrimonio documental tengan que tirar de lo que tenemos aquí. Es un tesoro.

-¿Empresas y Administración han tenido, en general, escasa conciencia de la importancia patrimonial y cultural de los fondos de ese tipo?

-A las pruebas me remito. Han desaparecido cientos de fábricas con todo su contenido. No hubo preocupación desde la Administración, pero tampoco en las empresas. El fin último de una empresa es producir y obtener beneficios. Hasta ahora, que hay mayor conciencia y disfrutamos de esos archivos, las empresas consideraban que esos fondos dejaban de tener interés desde el momento en que no se utilizaban.

-Ahora se dice, por contra, que los fondos documentales contribuyen al impulso y el prestigio de la marca...

-Sí, pero eso es nuevo. Antes, la empresa producía, vendía y daba trabajo. La cuestión de la imagen de empresa es, por desgracia, muy reciente.

-¿Cuál es la situación de esos fondos en Asturias, excepción hecha de archivos como el de Azsa o el de Hunosa?

-Se ha perdido mucho, documentación importante que es ya irrecuperable. También es cierto que se empezó a actuar no demasiado tarde. En Europa o en España no somos un ejemplo, pero estamos a tiempo porque hay restos que pueden compensar las pérdidas. Salvar grandes fondos documentales, como el de Asturiana de Zinc, ayuda también a recuperar la memoria de otras empresas que ya no existen. Es ya inútil lamentarse por lo perdido, mejor trabajar bien a partir de lo que aún queda. Necesitamos una ley de Patrimonio más exigente, pero también más colaboradora con las empresas.

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