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NÉSTOR VILLAZÓN | Dramaturgo y poeta, acaba de ganar el premio de textos teatrales "Lanau"

"El teatro es un trabajo de conjunto en el que debemos aparcar nuestro ego"

"Del futuro no sé nada, lo que puedo ofrecer es trabajo y constancia; aprendo de los maestros y sigo adelante con la mayor humildad"

Néstor Villazón. PABLO GONZÁLEZ

Empieza a ser citado en algunos estudios e investigaciones sobre el teatro emergente español. Y, además, acaba de ganar el II Certamen de Dramaturgia "Lanau Escénica" por el texto "Cómo tratar y maltratar todo lo que podía haber sido una historia de amor". El poeta y dramaturgo gijonés Néstor Villazón (1982), además de licenciado en Filología Hispánica, no deja de cosechar reconocimientos por su trabajo literario. Pertenece a esa "Generación ALSA" que reside en Madrid y mantiene viva la relación con Asturias.

-¿Los concursos literarios son hoy la única salida para los autores teatrales jóvenes?

-No son la única salida, pero sí es verdad que ayudan a dar cierta visibilidad. Hay otras vías, pero hay quien se anima a representar los textos premiados. Más allá del reconocimiento personal, lo importante es que el proyecto salga adelante y que pueda tener interés para el público.

-¿Cómo empezó a escribir?

-Escribiendo poesía, muy joven. Me viene ahora a la cabeza una vez que saqué de una biblioteca "El proceso", de Kafka, y la bibliotecaria me dijo que era un libro para adultos, que no lo iba a entender. Es uno de los títulos que me ha acompañado siempre. En la Facultad (de Filología, en Oviedo) tuve un profesor muy bueno, Antonio Insuela, que nos dio una información y formación muy buena sobre el teatro. Personas así te ayudan a enfrentarte a tu trabajo con seriedad. La escritura es un continuo aprendizaje.

-¿Y qué es "Cómo tratar y maltratar"...?

-La escribí en Galicia, fruto de dos relaciones: una pasada y otra que estaba en sus inicios; la obra surgió del agradecimiento a esos dos amores, del recuerdo de los buenos y los malos momentos, y lo hizo de una forma pura y torrencial. Y es, también, la historia de amor que cualquiera ha podido vivir; es el ascenso y la caída de una relación.

-¿Resulta más difícil abrirse un hueco como autor en el teatro que en otros géneros?

-Como en todo, creo que lo importante es trabajar continuamente. Cada género tiene su problemática. En el caso del teatro, puedes ganar un certamen y que te publiquen el texto en un libro, pero hay que llevar la obra a las tablas. Necesitas un grupo unido, que sus componentes confíen los unos en los otros y que salga una representación decente. El problema para un dramaturgo está en todos esos pasos; el texto es sólo el comienzo y lo importante es la función, que depende del trabajo de muchos.

-El escenario es la hora de la verdad...

-Claro, ahí es donde se demuestran las cosas, tan dependientes de que el director exprima bien el texto, de los actores... Es un trabajo de conjunto en el que se debe aparcar el ego.

-¿Se ha sentido defraudado alguna vez por la manera en que se ha llevado a escena su texto?

-En general, no. He estado en contacto siempre con el director, con los actores, así que sabía lo que iba a ocurrir. Creo, también, que es bueno que nos demos libertad los unos a los otros. Hay cosas, claro, que uno piensa de determinada manera en su casa, delante del ordenador. Y, luego, ves que la realidad es de otra forma. Hay veces que te sorprendes porque muestras tu texto de una manera distinta a como tú lo habías visto y, la verdad, funciona mucho mejor.

-¿En qué ha cambiado el teatro español en los últimos años?

-Noto un pequeño cambio. Hay gente más joven, una nueva dramaturgia, gracias a los certámenes o también al Centro Dramático Nacional. Algunas salas están apostando por todo esto, aunque queda mucho por hacer. A todos nos gustaría que la realidad fuera otra, aunque hay una cantera variada y la gente empieza a sentirse interesada.

-En algunos estudios se le cita como uno de los valores emergentes de la escena española. ¿Qué le gustaría aportar?

-No lo sé muy bien. No sigo una línea determinada e intento ir cambiando de registro en aquellos trabajos que me piden. Me he servido siempre mucho de la poesía. Mis referencias son autores como Bernard-Marie Koltès o Samuel Beckett, lo que quiere decir que me siento a gusto en un teatro poético o en el del absurdo. Es mi base. Lo que puedo ofrecer es trabajo, constancia, y no sé muy bien lo que vendrá. Los premios son hechos puntuales, que dan alegría, pero la idea es continuar. Del futuro no sé nada. Aprendo de los maestros y sigo adelante con la mayor humildad.

-Usted es también poeta. ¿Qué peso tiene la poesía en su trabajo teatral?

-Muy importante. No hay fragmentos específicamente poéticos, pero se ve en el ritmo o en algunas construcciones lingüísticas. La base es la poesía, aunque hay un armazón, una estructura, a que te obliga el teatro y con la que apuntalo la historia para que la obra no sea sólo un fogonazo, un fuego de artificio.

-¿En qué trabaja ahora?

-Empieza a montarse, por parte de la compañía "Diego El de la gloria", una obra que se titula "Salvador". Está basada en un hecho real: un profesor reconocido que debido a su enfermedad fue obligado a dejar su trabajo. Empezará a moverse por Madrid a finales de año, después del preestreno. Es un homenaje a la educación, a la familia, al profesorado. Tengo casi terminado, además, un poemario y me han comentado que del 6 al 8 de noviembre se celebrará en las naves de Matadero, en Madrid, el Salón Internacional del Libro Teatral, donde estaré con la pieza breve "Aún nos queda tiempo".

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