"Es muy fuerte para cualquiera quedarse sin trabajo, pero es que ellos lo pierden todo, hasta su autoestima y su moral". La madre de uno de los trabajadores discapacitados de Apta, que prefiere guardar el anonimato, explicaba de ese modo la tensión que están viviendo las familias ante la posibilidad de que la Fundación Once (Fundosa-Ilunión), que es la que ahora mismo está sosteniendo económicamente Apta, decida apartarse de la gestión del centro especial de empleo. Un grupo de familiares, padres y hermanos de trabajadores, ya han comenzado a organizarse para recabar apoyos y presionar a Fundosa.

Apta cuenta en la actualidad con unos 180 trabajadores en nómina, de los que la inmensa mayoría son discapacitados psíquicos con minusvalías reconocidas de entre el 33% y más del 60% y con edades que van de los 29 a los 58 años. Casi todos están actualmente cobrando del paro, en un ERE temporal de dos años que concluye el próximo 31 de marzo.

Se trata de personas para las que el trabajo supone algo más que un empleo. Desde que están regulados, "pasaron de tener la vida más o menos estabilizada a perder las rutinas que tenían. Muchos se levantan ahora a la una o las tres, echan la tarde delante de la televisión, bajos de moral, y apenas se mueven de casa. Algunos están metidos sin control en las redes sociales", agrega la madre citada.

Entre los familiares, "el miedo que tenemos es por la pérdida de esas costumbres que tenían con el trabajo, que ha llevado a algunos no sólo a perder la disciplina sino incluso a descuidar el aseo personal".

Lo que se juegan los trabajadores en este envite es algo más que la cuestión económica, que también se verá afectada. Casi todos cobran el salario mínimo interprofesional y después de dos años en regulación de empleo, si cierra la empresa no tendrán derecho a paro, que ya habrán consumido, aunque aún seguirán percibiendo unos meses otro subsidio.

Las familias ya conocen la experiencia de los 103 discapacitados que fueron despedidos por Apta en 2011. De ellos, una parte fue repescada por otro centro especial de empleo de Tremañes, creado por antiguos directivos de Apta. De los que no tuvieron esa suerte, unos pocos, los que están en el límite de la discapacidad, están intentando buscar otro trabajo. Otros, en cambio "no volvieron a levantar cabeza, incluso los hay a los que se les agravó la discapacidad".

Trabajadores y familiares están "angustiados y nerviosos en un clima de ansiedad y a la gente la ves mal. Si la Once se va, que es la que tiene el dinero, esto se acaba", añade la madre.