La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Excepcionales fábricas para el desarrollo industrial

Empresarios extranjeros contribuyeron decisivamente con importantes inversiones e innovadoras técnicas al crecimiento gijonés

"La Favorita" y las casas de baños en el arenal de San Lorenzo.

Todo el desarrollo industrial gijonés iba a toda marcha a partir de la cuarta década del siglo XIX, ya que surgieron, como en cadena continua, fábricas de excepcional importancia para la creación de puestos de trabajo, que poblaron los cielos de humeantes chimeneas entre fértiles prados donde pastaban vacas ajenas a lo que se les venía encima: el estrés y la acusación de agentes contaminantes a causa de sus flatulencias por parte de quienes creen en esa entelequia del cambio climático.

Pero no nos engañemos nunca con nuestro habitual chauvinismo mal entendido, ya que no fueron solamente asturianos los que participaron activamente durante el siglo XIX en la industrialización de Gijón, como los Alvargonzález y los Figaredo -apellido tomado del pueblo del valle del Caudal donde iniciaron su fortuna los hermanos Fernández-, sino que en la historia y el nomenclátor gijonés están con todo merecimiento algunos de aquellos apellidos venidos de otras tierras: Adaro -de Vizcaya-, Magnus Blikstad y Hauff -de Noruega-, Paquet y Numa Gilhou -de Francia-, Ibrán y Mula -de Barcelona-, Masaveu -de Castellar del Vallés, Barcelona-, Truán Lugeon -el técnico de la fábrica de vidrio "La Industria", de Suiza-, Kessler -famoso por su fábrica de achicoria, de Alemania-, Bachmaier -el cervecero de "La Estrella de Gijón", de Alemania-, Stoldz y Griner -también de Alemania- y Bertrand -Bélgica- protagonistas todos ellos fundamentales para aquel espectacular desarrollo de las industrias gijonesas.

No obstante, aquellos tampoco eran tiempos en que, lamentablemente, la docencia impartiese las enseñanzas idóneas para que sus alumnos pudieran resolver con sus conocimientos técnicos las acuciantes necesidades de aquellos innovadores empresarios. Aunque nos pueda parecer ahora inconcebible, dado que la "Ley Moyano" obligaba a aportar parte de los gastos de funcionamiento de la Escuela de Gijón a la Diputación de Oviedo y al Ayuntamiento, ambas instituciones no estuvieron por la labor de aportar subvenciones al centro docente gijonés, lo que motivó su extinción oficial el 27 de diciembre de 1860.

El Real Instituto Asturiano no cayó en las aguas del olvido. Sin embargo, el Real Instituto Asturiano no cayó en las aguas del olvido y quien había sido alcalde de Gijón y entonces diputado, Andrés de Capua hizo todo lo que estaba en sus manos para que no se perdiese el legado de Jovellanos. Así, el 30 de agosto de 1862, una Real Orden estableció en el Real Instituto Asturiano los estudios de Industria -con cursos de Mecánica Industrial, Química Aplicada a las Artes y Dibujo con los que se obtenía los títulos de perito mecánico y perito químico- y, al año siguiente, el primer ciclo de Segunda Enseñanza. En el año 1865 fue creado definitivamente el Instituto de Enseñanza Secundaria al que se le dio el nombre de "Instituto Jovellanos".

Ante la gran demanda de infraestructuras portuarias y la inexistencia de financiación por parte de los organismos oficiales -ya que por estos lares la banca todavía estaba en mantillas- fue autorizada la intervención de la iniciativa privada.

Así, en 1870 se otorgó a Anselmo Cifuentes la concesión para la construcción del muelle "Victoria" -donde se ubicaba la antigua rula- y en 1879 fue constituida la Sociedad del Fomento de Gijón para la construcción y explotación de los muelles y dársenas que actualmente son utilizadas por el puerto deportivo.

La primera industria siderúrgica asturiana, en 1879. También en 1879 fue la puesta en funcionamiento en Gijón de la primera industria siderúrgica asturiana: la fábrica de Moreda, lo que unido a la carretera Carbonera, el ferrocarril de Langreo y el puerto apuntalaban el desarrollo económico de su hinterland. Por otra parte, la instalación de las nuevas fábricas de Langreo y la siderurgia de Mieres motivaron un fuerte empuje a la minería hullera. Hasta el historiador catalán Jordi Nadal tuvo que reconocer que en aquella década de 1880 Asturias era la primera región siderúrgica de España.

La creación de la Escuela de Artes y Oficios en 1881. Aunque el "Instituto Jovellanos" atravesaba momentos difíciles fue, sin embargo, desde allí donde se realizó otra gestión fundamental para recuperar la brújula y encontrar el Norte, a fin de que no se desvaneciesen los planteamientos docentes de Jovellanos con tantos cambios en los planes educativos. Así, el 14 de marzo de 1881, el director interino del Instituto, José María Suárez Ordás, presentó al Ayuntamiento una propuesta para poner en marcha el próximo curso -en principio, sólo con carácter nocturno- una escuela donde fueran impartidas enseñanzas técnicas de Artes y Oficios. Tras ser estudiado el plan por una comisión fue aprobado el 12 de septiembre de 1881. También aprobó el Rectorado de la Universidad de Oviedo, con fecha 8 de octubre, esta escuela nocturna de Artes y Oficios, que con cargo al presupuesto del Ayuntamiento de Gijón empezó a funcionar en el curso 1881-82.

El acto de apertura se celebró el sábado 15 de octubre de 1881 en el salón de actos del Instituto. Además de las autoridades asistieron los industriales Mariano Suárez Pola -fábrica de vidrios "La Industria"-, Anselmo Cienfuegos -consejero del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Gijón-, Julio Kessler -fábrica de fundición "Julio Kessler & Cía"- quienes fueron ejemplares mecenas de la escuela.

El alcalde, Casimiro Domínguez-Gil planteó allí una pregunta de manera inequívoca: "¿Hay algún pueblo en España que cuente con los elementos prácticos que tiene Gijón? Sólo Barcelona es la ciudad que reúne en su recinto industrias más variadas. Aquí tenéis fábricas de vidrio, de loza, de bujías y de jabón, fundiciones de hierro, construcción de máquinas y talleres de ferrocarril, fábricas de alambres y puntas de Paris, de aglomerados, de sierras mecánicas y fábricas de chocolate. Todas estas industrias unidas al gran elemento comercial de este pueblo darán alumnos a esta escuela y les servirán al mismo tiempo de talleres prácticos donde puedan ver aplicadas sus lecciones industriales y comerciales".

La playa de Pando ya no tenía futuro y Justo del Castillo abrió su casa de baños en el arenal de San Lorenzo. En medio de este renovador panorama industrial y docente, no se puede olvidar que Gijón gozase entonces de contar entre sus distinguidos vecinos a personalidades muy inquietas y emprendedoras, como Justo del Castillo Quintana. Él fue quien comprendió que la playa de Pando no tenía futuro -como consecuencia del incremento de las actividades industriales en el puerto- en 1874 había logrado que la Comandancia de Marina y el Ayuntamiento de Gijón le concediesen los permisos legales para la apertura de una casa de baños construida en madera y sobre estacas en la playa de San Lorenzo, con una veintena de casetas para damas que arrastraban las mulas hasta la orilla de la mar.

Gijón era pequeña villa marinera de unos dieciocho mil habitantes que demandaba el incremento de policía -ya que solamente tenía cuatro agentes-, carecía del más mínimo servicio de bomberos y, sin embargo, se consolidaba como una de las grandes villas turísticas del Norte de España -en aquellos tiempos lo elegante era veranear en las playas del Cantábrico- al contar con nuevas infraestructuras industriales en el ahora llamado sector servicios y gozar así en el inicio de la época de oro de los balnearios con la inauguración en el verano de 1885 -por iniciativa de Leandro Suárez Infiesta- de la casa de baños "La Favorita".

Ajenas a tan importantes cambios industriales y docentes que se estaban produciendo en su entorno, las tertulias de la calle Corrida -con su afamada sabiduría popular tan endogámica y crítica con todo lo habido y por haber- centraban su recalcitrante temática en la discusión sobre la moda de sustituir en las romerías la sidra por el vino peleón, así como la conveniencia o no de pavimentar con madera las calles céntricas de la ciudad y las consecuencias que pudiera atraer la desaparición del centenario Arco del Infante, que había sido hasta entonces la principal puerta de entrada a la villa de Gijón y lugar de enamoramiento bajo los poéticos desmayos plantados allí por el ilustrado Jovellanos.

Compartir el artículo

stats