La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La mejor pirueta de Nico Alcázar

Un joven gijonés logra, con 15 años, una beca de danza en la escuela Carmen Amaya, de Madrid

Nico, de "ídolo de bronce", en el reciente certamen de Torrelavega.

Suena en inglés, "Tengo un sueño / tengo un maravilloso sueño", la primera estrofa del tema "Say you, Say me", que logró el "Oscar" a la mejor canción original en 1985. La voz de Lionel Richie impregnó de música la película "Noches blancas" protagonizada por el ruso Mijaíl Barýshnikov. La interpretación del mejor bailarín de ballet del mundo, para muchos, inspiró con sus saltos y piruetas sobre el escenario a un joven gijonés que entonces apenas contaba con siete años de edad. Así empezó a soñar Nicolás Alcázar.

En casa, por los pasillos, en la calle, a todas horas estaba bailando. "Solía ir haciendo la rueda por la calle, la voltereta lateral, porque me aburría un poco ir caminando normal. Me cogía de las manos de mis padres y me ponía a hacer el pino con los pies colgando", explica Nico Alcázar mientras su madre, Mónica Sánchez, suspira entre risas recordando que aquella escena "era algo horroroso, íbamos así por toda la calle con todo Marqués de San Esteban mirándonos...". También en el barrio del Carmen se ponía su música y comenzaba a bailar. "Me daba igual que me vieran", confirma obstinado Nico.

Al principio muchos tildaban su obsesión de quimera. Los inicios no resultaron fáciles por ser chico y bailarín. La dureza que implica sobrevivir en un patio de colegio queriendo ser bailarín le hizo más fuerte, le inmunizó frente a los desprecios y burlas que confirman que la ignorancia es la madre del atrevimiento. "Me intentaban convencer de que no bailara, me decían que esto no era para chicos. Pero todo me dio igual porque esto es mi vida", recuerda. Lejos de abandonar, Nico Alcázar se sintió más fuerte cada vez que se enfundaba las mallas. Reafirmó su pasión en el ballet y, con el cariño y apoyo incondicional de unos padres que vieron que su hijo sería artista, se enroló en la escuela de danza Alejandra Tassis, antes de ingresar en el Conservatorio de Música y Danza de Gijón, donde formó parte de la primera promoción de baile, que en junio se graduará.

El sueño de Nico Alcázar comenzaba a tener visos de realidad por las valoraciones de sus docentes. El público también lo apreció cuando participó en el musical "Sonrisas y lágrimas". Y el destino quiso que los premios le confirmasen que había elegido el camino correcto. Viene de lograr el tercer puesto, de entre 135 participantes en la categoría de juveniles, en el concurso de Baile Ciudad de Torrelavega. Era su primera participación en un certamen de estas características y, donde, además, obtuvo el premio al mejor estilismo y una beca de verano, con vistas a prolongarse durante un año si convence con su esfuerzo a los profesores, en el Conservatorio de Danza Carmen Amaya de Madrid. Allí, en la capital, continuará desarrollando sus aptitudes el próximo año. Pase lo que pase, no hay marcha atrás.

La primera variación con que concursó en las fases preliminares del certamen de Torrelavega fue el personaje del "Ídolo de bronce", del ballet La Bayadère. La segunda fue El Corsario. Así conquistó al jurado. Detrás de ese trabajo hay una entrenamiento de cinco horas diarias durante seis años. Se levanta a las siete de la mañana para compatibilizar su pasión con los estudios académicos. Nada más salir del Instituto acude al Conservatorio, de cuatro a nueve de la tarde. Allí come antes de empezar. Al llegar a casa estudia y hace los deberes, y con una música de acompañamiento comienza a reproducir coreografías hasta la una o dos de la madrugada. "A veces trabajas y trabajas y tienes la sensación de que no avanzas. Es un proceso lento, repito y repito cuando algo no me sale pero si no lo sigo intentando no me quedo a gusto", explica de sus maratonianas jornadas. "Al principio me costó acostumbrarme al ritmo. Pero tienes que hacer por ello, es fundamental organizarse bien porque si lo dejas para última hora, con el poco tiempo que tienes, hay que aprovecharlo bien", descubre como técnica para compaginar todos sus quehaceres. Cuando sobra tiempo le gusta ir en bici o pasear al lado de su perro "Sastre".

El paso ahora es "terminar de prepararme y audicionar en compañías para bailar". En sus seis años de carrera en el Conservatorio de Gijón se ha sentido arropado tanto por el profesorado como por los compañeros. Incluso ha habido "piques" con otros jóvenes talentos, como Pablo Dávila. Ambos anteponen el compañerismo a la competencia. "A él se le dan mejor los saltos y a mí los giros. Entonces en altura, me hace de rabiar para que yo intente saltar más que él y yo con los giros para así ir ayudándonos". En el apartado docente cobra importancia la profesora Nekane Sáez. "Todo lo que me han dado desde primero a cuarto todo lo he cogido de ella porque la tengo todos los días", sostiene. El 6 de mayo actuará toda la promoción en un espectáculo final, en la Laboral, que servirá de despedida del Conservatorio antes de poner rumbo a Madrid. Comenzará entonces otra etapa para Nico Alcázar, que ya sueña despierto.

Compartir el artículo

stats