El sector de la pesca deportiva submarina es, quizás, uno de los más autorregulados que existen porque, como explica la Asociación para la Defensa de la Pesca Submarina, "además de ser pocos y tener poca capacidad de pesca, nosotros mismos establecemos normas restrictivas para la extracción de piezas", indica Avelino Álvarez, secretario de la asociación.

Por eso, prohibiciones como la de la merluza o la de la lubina "son ridículas, no tienen ningún sentido, ¿cuántas merluzas o lubinas podemos pescar al año?", se preguntan, convencidos de que el problema no reside en la pesca deportiva "y mucho menos en el submarinismo". En la carta que acaban de remitir al Principado reclaman que se les permita la captura de moluscos cefalópodos como jibias, pulpos y calamares dentro del cupo de cinco kilos permitidos actualmente y como sí se permite en otras comunidades vecinas.

Porque, como señala Constancio Herrera, "creamos riqueza, pagamos mucho dinero por dedicarnos a esto y no vemos por qué no se nos puede permitir pescar este tipo de especies". Máxime cuando "nuestra actividad pesquera es considerada como la más selectiva de todas las artes, limitada en el Cantábrico a muy pocos días al año a pesar de tramitarse en la comunidad unas 3.000 licencias".

El descontento de los pescadores submarinos con las restricciones es más que palpable, porque "somos los que menos daño hacemos, es más, contribuimos a la conservación del ecosistema que otros esquilman, pretendiendo culparnos a nosotros de ello", lamentan. Y recuerdan que el uso de del dominio marítimo "es libre, público y gratuito" frente a las trabas que se les imponen.