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RICARDO LORENZO | Inspector de la Comisaría de El Coto, se jubila este mes

"Yo fui el primero en ver el cadáver de Rambal, eso se quedará en mi memoria"

"Ser policía es duro y quema mucho, pero la satisfacción de pillar al ladrón, recuperar unas joyas y devolverlas no se puede expresar con palabras"

Ricardo Lorenzo, en su despacho de la Comisaría de El Coto. JULIÁN RUS

Ricardo Lorenzo cuelga el uniforme definitivamente. El inspector responsable de la Comisaría de El Coto se jubila el próximo día 22 dejando atrás 45 años de servicio a la Policía Nacional. Un cuerpo que el funcionario -natural de Orense aunque gijonés de adopción-, ha visto transformarse. "Esto ya ni se parece al sitio en el que yo entré", reconoce Lorenzo, el agente en activo con más años de servicio de todos los que salen a la calle cada día en Gijón. Este gallego deja tras de sí muchos amigos y compañeros, además de dos cruces al mérito policial con distintivo rojo, 104 felicitaciones públicas y un reconocimiento otorgado por el Ayuntamiento en 2014 por su colaboración con la Policía Local y su labor en favor de la coordinación entre cuerpos. Lorenzo confiesa que no quería jubilarse; lo hace más que nada para poder cumplir con sus obligaciones familiares y para ver crecer más de cerca a su nieto de diez años. Una "obligación" que combinará con sus dos pasiones: el Barça y el Sporting, equipo del que es abonado desde hace años. También sacará tiempo, en verano, para ir a la plaza de toros del El Bibio.

-¿Por qué quiso ser policía nacional?

-En el año 70 en Orense no había apenas salidas profesionales. Mi familia tampoco tenía dinero para la universidad. Mi padre quería que me fuera a la Academia Militar de Zaragoza porque él había hecho varios años de "mili", pero yo no quería. Un día encontré los papeles de una academia de Madrid que hablaba del Cuerpo General de Policía y preparé la oposición. Aprobé a la segunda. El 7 de septiembre hizo 45 años del día que entré en el cuerpo. Me incorporé en Irún en 1972. De aquella no era todo tan complicado en el País Vasco. Estuve allí hasta 1975, que me vine para Gijón. En medio de mi estancia en Vitoria me pilló la "mili". Ahora, con la jubilación, empieza una nueva etapa. Es muy importante trabajar en lo que te gusta y yo no quería jubilarme. Para mi venir a la Comisaría es casi como un "hobby", lo hago encantado.

-Trabajar como policía es, no obstante, un trabajo bastante duro.

-Es duro y quema mucho pero también es cierto que da muchas satisfacciones. Cuando yo estaba en el grupo de atracos había muchos robos de pisos. Ahora nos alarmamos cuando se producen dos o tres casos pero antes había cuatro o cinco delincuentes asturianos que te hacían en media hora ocho viviendas en un mismo edificio con una palanqueta. Eran tiempos duros pero la satisfacción que sentías cuando pillabas al ladrón, recuperabas las joyas y las devolvías a su legítimo propietario no se puede expresar con palabras.

-¿Cómo recuerda los primeros años que trabajó en el cuerpo?

-De mi promoción fuimos a Irún 20 chavales de 19 años, 18 de ellos no habíamos hecho ni la "mili" así que imagínese que Ejército formábamos allí. Poco a poco nos fuimos formando. Yo tenía claro que me quería acercar a Orense así que pedí León, Gijón, Oviedo y Zamora como destino. Y llegué aquí.

-Y se quedó en Gijón.

-Hasta después de muchos años no tuve la oportunidad de pedir el traslado para Orense y con los diferentes ascensos ya no me quise mover. Aquí en Gijón empecé en la brigada de orden público que luego se transformó en seguridad ciudadana. Soy el único que aún está en activo de los que fundamos el 091 en la calle Cabrales. Estuve en el coche camuflado hasta principios del año 81. Después me trasladé al Grupo de Estupefacientes. Era una mala época. Había mucho tráfico de heroína y de pastillas en la ciudad. De aquellos toxicómanos probablemente no quede nadie. Aunque por desgracia vuelve la heroína, que estuvo totalmente erradicada. Trabajé en el grupo de drogas hasta septiembre de 1986. Después fui al grupo de robos que se fusionó luego con el de atracos, en donde estuve hasta que en el 98 pasé a encargarme de la seguridad de la Comisaría. En el 2000 se creó la Policía de Proximidad y pasé a ser el jefe del segundo Módulo Integral de Proximidad, que era el que llevaba esta zona. Por eso cuando se crea esta Comisaría en el 2004 ya vine como jefe.

-¿Cómo es ser jefe de una Comisaría de barrio?

-El trato es muy bueno con los vecinos, a los que nos sentimos muy cercanos. Nos conocen y nos hablan de sus problemas con mucha familiaridad.

-¿Cómo ha cambiado la Policía Nacional en estos años?

-El cambio ha sido total. La institución de ahora no se parece en nada a la Policía en la que yo entré. Antes trabajábamos mañana, tarde y noche. Éramos como una gran familia. También han cambiado los delincuentes. Los detenidos eran todos de aquí. Ahora los atracadores vienen, dan un palo y se van a otro país. Está todo globalizado. Creo que antes era más gratificante trabajar como policía. Cuando vine para Gijón trabajábamos hasta los sábados por la tarde. Y los domingos íbamos a Comisaría a ver si había algo. Hacíamos turnos de tres meses de día y uno de noche. También ha mejorado mucho la imagen que tiene la gente de nosotros y eso se debe al trabajo que se hacía y que se sigue haciendo. La gente ya no nos tiene miedo, ahora nos aprecian y agradecen vernos patrullando por la calle.

-¿Tiene alguna espina clavada después de estos años de investigación?

-Tanto como espina no pero hubo cosas que me quedaron en la memoria. Yo fui la primera personas que vi el cadáver de Rambal después del asesinato. Estaba trabajando en orden público y aquella noche nos llamaron y nos avisaron de que había un incendio en Cimadevilla. Fuimos tres compañeros. Subimos las escaleras de madera y vimos que debajo de la puerta salía mucha agua. Había una gran humareda en el rellano. Yo llegué el primero y entré protegiéndome la cara con la mano. De pronto vi el cuerpo. Se le veían los huesos de las piernas. El hombre estaba tirado en la cama con los pies colgando, cosido a puñaladas. El asesino había dejado abierto el grifo del fregadero y el cubo que había debajo estaba lleno por lo que todo el suelo estaba inundado completamente. De aquella yo no sabía quien era Rambal, desconocía que aquella era su casa.

-¿Alguno más?

-También recuerdo a un atracador de bancos muy famoso, Guiseppe Vivaldi, un italiano que amenazaba a los directores de las sucursales y que iba vestido siempre de punta en blanco. Dio la casualidad de que un amigo nuestro se lo encontró cenando en un restaurante y lo cogimos. Poder detenerlo fue una de las mayores gratificaciones. El robo de Monte de Piedad en 1988 nos quedó también sin solucionar. Si hubiera sido con las técnicas de hoy lo hubiéramos resuelto.

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