Guirnaldas de colores, algunas con forma de flor, adornaban la pasarela y el escenario. Globos, algunos con forma de corazón, y mariposas de papel hacían de atrezzo. Y hasta magdalenas de fresa. Todo en rosa, por supuesto. Son el "dream pink" que un año más convirtió en "princesas por un día" a las mujeres con cáncer de mama que ayer celebraron en Gijón el día internacional contra esta enfermedad.

"Es un día especial, son princesas por un día y es una forma de darle normalidad al cáncer porque después de la enfermedad hay mucha vida", recuerda Carmen de Gaínza, presidenta de la Casa de la Vida que junto con la Bruno Salvadori Lions Fundación organizan y protagonizan la octava edición del desfile de moda y baile que ofrecen cada 19 de octubre con el objetivo de "integrar en la vida social a las enfermas de cáncer de mama".

Todo comenzó con la marcha nupcial sonando y al grito de "esta batalla la vamos a ganar". Una a una se subieron al escenario seis mujeres, modelos por un día, con sus respectivos trajes de novia. De blanco inmaculado desfilaron por la pasarela entre los aplausos, besos y guiños del público que abarrotó la sala Albéniz donde tuvo lugar la cita. Las participantes lucieron telas de conocidas firmas de moda de la ciudad y también se enfundaron coloridos vestidos de faralaes de la diseñadora Yolanda González y trajes de baño que lucieron en todo su esplendor.

En la sala todo fueron sorpresas. La más emotiva recayó sobre Marian Alonso, profesora de baile en la Casa de la Vida que, "tras un año duro", disfrutó con sus pupilas al ritmo del zumba y de una interpretación de "Dirty dancing". Además presentaron en sociedad la nueva furgoneta que les ayudará cada fin de semana a transportar los abalorios y complementos que venden en los mercadillos para recaudar fondos para su fundación. Sorpresas también para el público que después del show recibieron numerosos regalos de los patrocinadores del evento en una rifa también solidaria.

Pero el desfile, el baile, o el lleno en la sala registrado no son el único éxito cosechado por la Casa de la Vida en sus diez años de actividad y servicio. "Hemos conseguido que la casa sea una segunda casa para ellas, una forma de terapia donde reímos y lloramos juntas", describe De Gaínza. "Ellas están arropadas, con gente que habla su mismo idioma porque han pasado por esa experiencia, incluso todas las voluntarias. Ese es el verdadero éxito", resuelve Carmen de Gaínza.