Una veintena de vecinas de Jove cambiaron ayer "la telenovela por las rosquillas". Concretamente, por unos 600 kilos, pero no para comerlas, sino para empaquetarlas. Como es tradición, el próximo día 3 de febrero se celebrará, como cada año, la misa en honor a San Blas en la iglesia de la Santa Cruz de Jove, y tras ella, se venderán los dulces típicos.

Pero, ¿hasta dónde se remonta esta tradición? "La misa, nadie sabe decirlo a ciencia cierta, muchos de los que vienen se acuerdan de que sus abuelos ya acudían en su época", explica José Manuel Álvarez, párroco del templo, "pero la tradición de repartir rosquillas proviene de los años 50, cuando Herminia, la ama de llaves del cura de entonces, comenzó a hacer unas pocas cada año", aclara.

De aquello, hace más de medio siglo y, hoy en día, ya no dan abasto. "Al principio se unían algunas de las mujeres que venían a misa, que le ayudaban a prepararlas, pero en la actualidad las compramos a un obrador", analiza el capellán. Por ello, el trabajo de esta veintena de mujeres, y únicamente dos hombres, no es cocinar este dulce típico, sino empaquetarlo en pequeñas bolsas de seis unidades que se venderán a 1 euro tras la misa, "para cubrir gastos", aclara Víctor Pando, organizador de la iniciativa, quien asegura que "las mujeres vienen, pasan un rato agradable hablando, porque no callan, y se van contentas tras pasar una tarde distinta". En total, son dos los días que necesitan las hábiles manos de las voluntarias para rellenar los paquetes con las rosquillas debidamente benditas por el cura y que "se suelen vender todas", enfatiza Pando.

Todo ello, para acompañar los actos del próximo día 3, que consistirán en una multitudinaria misa a mediodía, en la que "siempre se queda gente fuera porque no entran todos", explicita Álvarez, tras la cual se saca al santo en procesión por el campo de la iglesia. Un santo, San Blas, que es el "protector de los enfermos de garganta", asevera el párroco y que, "como a todos los santos que tienen relación con la garganta, se le asigna un dulce típico", siendo en este caso las rosquillas.

Además, San Blas "siempre estuvo muy relacionado con los niños", informa Álvarez, razón por la cual, en la tarde del día 3, se celebra una misa para bendecir a los niños, "un acto muy bonito, en el que vienen multitud de familias, con los más pequeños de la casa y los que ya no lo son tanto".

La venta de rosquillas tras la misa de San Blas no es la única iniciativa llamativa que tienen en esta capilla. Los últimos domingos de cada mes, Álvarez ofrece la misa en lengua de signos, en colaboración con varias intérpretes que le acompañan. Además, los niños que cantan en el coro de la iglesia lo hacen, del mismo modo, en lengua de signos.

Todo con el fin de "llegar a todas las personas, ya que en Gijón viven varios centenares de personas con discapacidad auditiva", recalca Álvarez.

Así, el próximo viernes, los fieles que acudan a misa podrán llevarse a casa una bolsa de este tradicional postre ya que, como asevera el párroco José Manuel Álvarez, "a nadie amarga un dulce" y si está bendito, menos aún.