Gijonesas y gijoneses. Paso a dar lectura a las últimas voluntades de Paca Sardina y de la su hermana Tola, muertas al unísono en pleno acto en el servicio, confortadas por los auxilios espirituales del padre Fernando Fueyo, también conocido como El Defenestrado. El testamento de la Sardina, que no está depositado ante notario porque quería hacenos factura, diz así:

¡Gijoneses y gijonesas! Al llegar la hora de rendir mi raspa ante el altísimo (es decir, Traoré), quiero que estas mis últimas palabras sean para agradecer lo bien que me tratasteis, lo bien que lo pasé y lo mucho que gocé, de norte a sur y de este a oeste, en esta villa de ensueño llamada Gijón.

No os lo voy a negar. Llegué a Gijón despistada: desde parrochina creyendo que era pescado azul, y vengo aquí y descubro que en realidad soy pescado rojiblanco. ¡Cuando me enteré caí patrás! ¡Tuvieron que dame tres puntos! Pero yo no los quise: dije que pal Sporting, que los iba a necesitar más que yo. Así que, Rubí, ahí te dejo en herencia estos tres puntos, la mi tarjetina de Alimerka (pa sacar algo en el descuento) y un puntín de propina, uno que pillé en la Cuesta El Cholo cuando todavía no sabía que la sidra hay que saber mexala.

¡Gijoneses! Como casi todos vosotros lo que más tengo son pufos. Ya me gustaría ser como estos que os gobiernen: ¡esti ayuntamiento tien superávit, sobren-i les perres! ¡No me digáis que no ye una suerte tener una alcaldesa que no gasta ni bromes, que encima trabaya a tres turnos y juega a los médicos por les tardes.

El Sporting tien un rubí y las consistoriales un diamante. Que las urnas y la incomparecencia de la oposición os conserven esa joya por muchos años.

En el Principado tenéis otra joya, el ingeniero Fernández, que antes era el mudu de los hermanos Marx y ahora tienes que mandalu callar. Esti ye al revés que la sidra: esti sabe mejor cuando pasa el Pajares. Al presidente Fernández le dejo en herencia una caja grande de pastilles Juanola (no vaya a ser que vuelva a quedar mudu) y el mi bonobús, pa que viaje un poquitín por Asturias. Ye más aburrido que dir a Madrid, pero apréndese mucho. A ver si ye tan guapu en persona como en la tele, porque ¿a que nunca lu vistéis de cerca?

A la infanta Cretina (aquí se conoz que la Sardina equivocose. Donde escribió "la infanta Cretina" quiso escribir "la infanta Faltosa"). A la infanta Faltosa dejo-i en herencia unos rabos... unos rabos de pasa, porque comer rabos (de pasa) ye muy bueno para la memoria. Vosotros toda la vida pensando que la faltosa era la otra infanta y mira-i por dónde, la que no se enteraba de nada era esta. Eso sí, ella no tien la culpa de que el marido tuviera la mano larga: Iñaki llevaba tantos años sin jugar al balonmano que en algún sitiu la tenía que meter. A Urdangarín voy a deja-i en herencia una pastillina de jabón Heno de Pravia atada con una cadena, pa que no tenga que agachase a recogela en les duches de la cárcel.

Pero ¿qué pijades digo? Debo de estar agonizando. ¿Cómo va a ir a la cárcel el cuñau de su majestad? Y eso que él no tendría problema con la indumentaria: ya está acostumbrau a andar por ahí en chándal. Otra cosa ye Ratu, Rodrigo Ratu, que siempre va de traje y tarabica. ¡Pues mira, a esi vamos a dejai en herencia un chándal de los de ir al parque los domingos a pillar! Aunque de pillar, lo que se diz pillar, Ratu sábelo todo, ¿oíste? Lleva pillando toda la vida y no lu pillaron nunca: ponía cara de Ratu Bobu y a seguir mangando. Pues nada, nada, vamos a regalai un chándal de tactel, por si el juez en lugar de fallar se equivoca y lu acaba metiendo en Villabona. Aunque lo más seguro ye que acabe en arresto domiciliario en el Club de Regatas.

Pero pa cuñau y maizón ya tenéis a Donald Trump. ¿Qué i-puedo dejar a Donald Trump, esi carañalga?: sólo i-distingues la cara del culo cuando abre la boca... aunque con les pijades que diz tampoco queda muy claro si ye un peu o un decreto ley. Qué bien i-veníen unes almorranes como les bombones de la Campa Torres, pa ver si callaba. Al Trumposu esi voy a deja-i unes fotos de la vuestra playina. ¡Trump, si te presta hacer un muro, que sea como el de San Lorenzo! ¡A ver si te sal tan guapu, caragochu! No hay un muro tan guapu, tan integrador y tan internacional como el de Gijón: lo mismo encuentres en taparrabos a un negru que a un chino, a uno de La Felguera que a uno de Ponferrada.

A Gijón quiero recordarla así, como una ciudad abierta y acogedora, donde no sobra nadie y cabe todo el mundo. Quiero legaros en herencia un cachín de la mi libertad, esa con la que anduve surcando todos los mares sin que nadie me mirara el pasaporte, hasta que mis aletas pisaron la playina. Nunca perdáis, gijonesas y gijoneses, esi espíritu que os hizo lo que sois. Porque Gijón siempre fue refugio y asilo de refugiados. ¿No vinieron los vuestros güelos de Andalucía, de Castilla, de Extremadura? ¿No encontraron aquí una casa, un trabajo, una vida? ¡No olvidéis lo que fuisteis, gijoneses! Seguid teniendo a gala el mestizaje, la mezcla de colores, la defensa de la dignidad humana por encima de esa mafia del traje y la corbata. Si os hacéis de la piel de Trump, habréis vendido el alma al diablu...

¡Xente de Xixón! Ya casi no tengo que dejaros, y además, con lo del impuesto de sucesiones igual os salía más rentable que no os dejara nada. Pero quiero entregarme a esta ciudad en cuerpo y alma. Por eso, gijonesas, os dejo en herencia les mis agalles. Porque hacen falta muches agalles para sobrevivir en un mundo machista, en un país en el que les muyeres siguen siendo torturadas, humilladas y finalmente asesinadas, y sin que a nadie haga nada que acabe de una vez con esti genocidio. Mátenles por ser muyeres. Si fueran paisanos, ya habíamos proclamado el estado de sitio y sacado los tanques a la calle. Agalles pa les muyeres. A los paisanos que maten y maltraten, una descarga de 220 en el escroto, a ver si del sustu empiecen a pensar con lo que tienen encima de los hombros y no con la punta del nardo.

¡Esto se acaba! Vamos a tener que ir cerrando el chiringuito. Que la fuerza de Pelayo, que ye transexual y los tien de bronce, os acompañe estos doce meses que falten para el próximu Antroxu. Me despido legando mi raspa al museo fantasma que diz que van a hacer en Tabacalera; los mis güeyos, para iluminar los champiñones que crecen en el túnel del metrotrén; estos labios carnosos los cedo en usufructo a quien sepa cómo transformar en princesa a una sardina. Quiero que les mis cenices les tiren en la plaza de Europa, a ver si ligo con uno de esos centollones americanos que están allí de acampada... ¡Y ya no me queda nada! ¡Xixón, muero por tu Antroxu!

Noble pueblo de Xixón, de Cabueñes, de Montiana, de Xove y de Valdornón! ¡De Pumarín y de El Llano, de L´Arena y de Somió!

Lo siento, hasta aquí llegamos: el Antroxu se acabó. Yo a Cimavilla subí, a Bajovilla bajé, muchu zapatu gasté, muchos frixuelos comí.

Venga a dar vueltes y vueltes como si fuera una noria: talmente igual que un ministro en la puerta giratoria. Y ahora que empiezo a feder, con pena en el corazón, marcho para no volver, dejo esti mundu traidor.

Dicho lo cual, la sardina Paca y la su hermana Tola espicharon de común acuerdo. Que a quien san Pedro se la dio, santa Catalina se la premie con un centollu bien cargadín. Cumplido su tránsito por esta villa marinera, que quien vivió como pescado sus días más alegres, pueda ahora descansar en pez.