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Cristina Vega | Logopeda

"En la profesión de logopeda reinamos las mujeres, no hay competencia"

"Hace un año hubo una racha enorme de casos de afasia, personas que pierden la voz por problemas, como puede ser un ictus"

Cristina Vega Hernández.

Respira entusiasmo por su trabajo, lo que la hace estar satisfecha de la vida. Un día descubrió su vocación de un modo casual y la abrazó con tantas ganas que hoy puede considerarse una triunfadora. Es la mejor, dicen. No reconoce fracasos, pese que, en el parecer de un profano, su actividad es muy complicada. Cristina Vega es una mujer joven y guapa, fortalecida por su pasado de familia trabajadora, y como ellos fiel al emblema del puño y la rosa, no en vano parte de sus ancestros vivieron el duro ambiente de la cuenca minera. Es sincera, alegre, natural y segura de sí misma.

- ¿Cómo se define?

-Soy una gijonesa nacida en 1974. Tengo una hermana gemela, pero no nos parecemos nada, ni en lo físico ni en lo emocional, aunque no podemos vivir la una sin la otra. Ella es pelirroja y mucho más delgada que yo. Personalmente me considero trabajadora, guerrera, soñadora y muy privilegiada porque trabajo en lo que me gusta. Estoy divorciada y tengo un hijo que cumplirá 15 años. No tengo miedo a nada; me gustan los retos.

- ¿Cómo fue su infancia?

-La recuerdo con mucho cariño, pese a que mi familia era muy trabajadora. Veo a mis padres y a mis cuatro abuelos siempre afanados en algo. Pero aun así se preocuparon de darnos una educación culta, ya que los fines de semana los aprovechaban para darnos a conocer España. Yo pintaba y leía mucho.

- ¿Y su formación?

-Estudié el Bachiller en el Instituto Jovellanos, y al terminar estaba segura de que quería hacer algo de bata blanca. No sabía qué, pero un día, en una visita que hice al Hospital de Cabueñes, íbamos recorriendo los diferentes departamentos y al llegar abajo, vi funcionar el servicio de foniatría y logopedia, y me enamoré. Lo dije en casa, pero sólo se impartía en las universidades de Salamanca, Madrid, Barcelona y Valladolid. Así que me fui a la Pontificia de Salamanca para hacer el examen de admisión. Nos presentamos más del doble de las plazas permitidas, pero yo ingresé. Al acabar la carrera, obtuve el primer trabajo en la clínica de foniatría del doctor Gorjón, en Oviedo.

- ¿Cuánto tiempo?

-Tres años, hasta que me casé y nos fuimos a vivir a Sevilla, donde hice cursos de formación y colaboré como voluntaria en un centro de sordos, implantados cocleares, de manera que me especialicé en sordos.

- ¿Llegó a establecerse en Sevilla?

-No, me divorcié y volví a Gijón con un niño de cinco meses. Decidí tomarme un año sabático para ser mamá, que en realidad me sirvió para hacer un máster en Lenguaje Infantil. Pero yo quería ser jefa. Me establecí en las Policlínicas Garaya, donde tenía un despacho dos días a la semana, pero transcurrido un año había conseguido tantos clientes que tomé la decisión de instalarme por mi cuenta. Alquilé un despacho y aquello empezó a crecer y crecer, y me vi obligada a contratar otra logopeda.

- Pero?

-Hace dos años reflexioné y vi que no tenía vida propia. Así que preferí liberarme de carga laboral y reestructurar el trabajo de otra manera. Ahora tengo una socia, logopeda, y cada una tenemos nuestra cartera de clientes. Pero con una larga lista de espera. Y hago cursos en empresas de formación de voz para hablar en público.

- ¿Quién es su paciente estándar?

-Principalmente los sordos, y niños con trastornos de lenguaje, que pronuncian mal. Y también hablantes tardíos y problemas de voz.

- ¿Qué problemas son esos?

-Personas que la pierden, debido a una afasia, como puede ser un ictus. Hace un año hubo una racha enorme de estas dificultades.

- Y a usted, ¿qué es lo que más le gusta tratar?

-No tengo una patología preferida. Si la persona que tengo enfrente quiere, surge la magia y me implico a fondo. Lo que no quiero es que me atrape la rutina.

- ¿Necesita tener una paciencia infinita?

-Lo intento. Nunca la he perdido a nivel laboral, es uno de los pilares de esta profesión: ser paciente.

- ¿Hay fracasos en su haber?

-En alguna ocasión se choca con un padre y se acaba la magia; hay personas que no están preparadas para escuchar la verdad, por ejemplo en torno a una realidad sanitaria.

- ¿Cuántas horas tiene su jornada laboral?

-Doce. Es la vida del autónomo. Además de la consulta, trabajo en un colegio, el Liceo de Somió, tres mañanas a la semana.

- ¿Sufre estrés?

-Hay veces que estoy verdaderamente cansada, pese a que duermo bien, como bien, pero soy inquieta. Entonces paro y me pregunto, ¿qué estás haciendo? Sé que tengo que desconectar y me voy a dar un paseo por la playa, y cuando vuelvo se acabó todo el problema.

- ¿Quién ha sido su maestro?

-Mis padres, y continúan siendo un gran ejemplo.

- ¿Qué le bulle en la cabeza en estos momentos?

-La organización de las vacaciones de verano. Y la II Gala de Voz, que celebraremos en el teatro Jovellanos el próximo 5 de abril. El programa durará dos horas, en las que participaremos varios logopedas, encabezados por el doctor Faustino Núñez. responsable de la consulta de voz del Hospital Universitario Central de Asturias. Y habrá actuaciones, como la del actor premiado Sergio Gayol y la de Alejandro Hidalgo.

- ¿Le queda algún sueño por realizar?

-Tengo la tarea pendiente de escribir un libro.

- ¿Ha sufrido discriminación en su trabajo?

-No, en esta profesión reinamos las mujeres, por tanto no tenemos competencia masculina.

- Le pega mucho ser feminista?

-Lo soy, pero no radical. Me gusta defender los derechos de la mujer.

- ¿Que hace en su tiempo libre?

-Me gusta la fotografía. De pequeña pintaba y ahora he cambiado el pincel por la imagen ya hecha. Y me encanta viajar con mi hijo para que conozca el mundo, otras culturas. Es un medio formativo importante.

- ¿Deportivamente quién es?

-Una simple espectadora a la que le gustan casi todos los deportes. Salvo la montaña, no he practicado ninguno.

- ¿Cómo anda de sentido del humor?

-Muy bien, pongamos un ocho o un nueve sobre diez. Me encanta reírme.

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