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Asturiano, no hay camino

El impresentable retraso en las infraestructuras y el escandaloso precio de algunos billetes de avión

Asturiano, no hay camino

En esta bendita y maravillosa región, donde la marca Asturias Paraíso Natural, acuñada hace más de tres décadas, sigue gozando de una salud más que envidiable, resulta sin embargo sonrojante el hecho de que la comunicación con otras regiones (ya sea por tierra, mar o aire), siga mostrándose como manifiestamente mejorable. A las pruebas me remito.

Recordarán así ustedes todos los episodios del culebrón en el que se convirtió la finalización de la autovía del Cantábrico, con especial mención para el último de sus tramos: el Llanes-Unquera. Reconozco desconocer el dato en cuestión, pero no descartaría que ostentara el dudoso honor de haber sido la obra pública con mayor dilación en la historia de España.

También resultará familiar para la mayoría el fracaso de la denominada autopista del mar, entre Gijón y Nantes, ciudad como saben ubicada en la Bretaña francesa. Se podría decir que un océano de problemas de toda índole acabó por hundir la autopista en el más profundo de los abismos. Y todo ello sin que nadie pareciera especialmente interesado o preocupado en remangarse la ropa y mojarse en pos de una solución, antes de que zozobrara el proyecto.

¿Y qué les voy a contar que no sepan de la llegada del AVE a Asturias? Aunque tal vez sería mucho más apropiado y correcto referirnos a la 'no llegada'. Sobre este tema se han llenado páginas y páginas en las últimas semanas. Pero lo único cierto a día de hoy, es que si alguien de ustedes quisiera apostar entre qué veremos primero, si la conclusión de la Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona o que el AVE atraviese el Puerto de Pajares (ya sea por vía ibérica, internacional o por "vía divina"), estoy convencido de que lo segundo le procuraría mayores ganancias, en cualquier casa de apuestas que aceptara su particular envite.

Pero por si todo lo anterior no fuera suficiente, y pasando de un AVE a un "pájaro de metal", hete aquí que nos encontramos con que vuelve a ser noticia el disparatado precio de los billetes de avión, para aquellos usuarios de este medio que por ejemplo desearan viajar a la capital del Reino. Más de 600 euros del ala (por subirse a dos), podría suponerle la broma al pobre incauto que intentara emitir un billete de un día para otro. Ahí es nada: ciento y pico mil de las antiguas pesetas; tan antiguas como nuestras infraestructuras. Precios que haciendo bueno el dicho de que todas las comparaciones son odiosas, triplican en algunos casos al que ofrecen otros aeropuertos de la cornisa cantábrica por volar al mismo destino. Miren por dónde, volar entre las nubes se nos ha puesto por las nubes; valga la redundancia y el chiste fácil, aunque maldita la gracia.

Visto el panorama, no me negarán ustedes que no es como para plantearse seriamente emigrar de esta suerte de jaula de oro en la que vivimos. Sin embargo, aun siendo una decisión tan drástica como al tiempo tan difícil de tomar (más que nada por el enorme apego que casi todos los asturianos tenemos a nuestra tierra), el mayor obstáculo al final estribaría en encontrar el medio de transporte con el que emprender el camino. A ver si descubrimos ahora que el caminante de Antonio Machado era en realidad un asturiano.

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