Marta vive pendiente de un reloj y de la decisión de un juez de Madrid. Porque Marta (nombre ficticio), de 40 años, podría acabar en cuestión de días en una cárcel peruana para cumplir una condena de 15 años por presunto tráfico de drogas ocho años después de la comisión del delito. "Justo cuando he logrado tener una vida normalizada, lejos de ese tipo de actividades y con numerosos problemas de salud y familiares", lamenta la gijonesa.

En el año 2009 la mujer fue sorprendida en el aeropuerto internacional Jorge Chávez Lima de Perú portando un maletín con cocaína. Fue arrestada junto con su ahora exmarido, que también portaba drogas y en la actualidad se encuentra cumpliendo condena en el país andino por esos hechos: seis años y seis meses de cárcel tras llegar a un acuerdo con la fiscalía del país. Pero ella aún no ha saldado sus cuentas con la justicia y el tiempo corre en su contra.

El año pasado fue detenida en su puesto de trabajo tras una orden internacional de búsqueda y captura dictada por la Interpol, con la finalidad de que la mujer sea extraditada a Lima para acatar su condena. La que le correspondería por transportar presuntamente una maleta que contenía en su interior un paquete de forma rectangular forrado con tela negra que contenía retazos de toallas y alfombras impregnadas con una sustancia blanquecina que resultó ser alcaloide de cocaína con un peso total de 2 kilos y 170 gramos (algo más de medio kilo neto de sustancia estupefaciente). "Yo no sabía lo que transportaba, algo me olió mal y me eché atrás, hasta mi exmarido me exculpa", señala la mujer.

De Perú logró escapar a Ecuador y regresar a España, mientras el proceso judicial se dilataba con sucesivos recursos para eludir la condena y el ingreso en prisión. Aún así, poco después de ser arrestada en Perú volvió a ser detenida en un aeropuerto de Londres cuando portaba una maleta cargada de paracetamol, que se utilizaría como sustancia de corte para la adulteración de drogas. Allí pasó tres años encarcelada por ese delito, y desde entonces "estoy limpia, no he vuelto a andar en ese mundo".

Por eso, la sorpresa fue mayúscula cuando "ocho años después me intentan extraditar a Perú para cumplir aquella condena". Marta no niega el delito, pero sí pide "clemencia" al juez madrileño que deberá decidir sobre el recurso de súplica interpuesto por su abogado para interrumpir la extradición. Porque "tengo a mi cargo a mi madre, dependiente después de haber sufrido varios ictus, además de a una nieta de tres años", enumera. A ello se suma que "soy diabética, necesito una medicación específica y todos sabemos las condiciones de los presos en las cárceles de Perú; allí no hay apenas médicos y mandarme a cumplir condena a Lima sería una condena a muerte para mí", señala.

Por eso, la gijonesa pide "que la condena la pueda cumplir en España, donde pueda estar cerca de la familia y donde tenga la seguridad de que voy a tener la medicación que necesito", implora la mujer. La resolución de su caso podría darse en días, y "ya no sabemos a quién rogar para que nos ayude".