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Míticos de Gijón

La Islandia de los mil sabores

Pepu Noval, fallecido el año pasado, incorporó la gastronomía asturiana y los productos del mar a los helados, popularizando el negocio familiar

Pepu Noval, en la moto, ante el local de la heladería Islandia. LNE

Lejos, muy lejos queda Reikiavik, aunque lo cierto es que Islandia siempre ha estado muy presente en Gijón. Las temperaturas gélidas del país de los géiseres sirvieron de bautismo para la mítica heladería local que popularizó Pepu Noval tras tomar el testigo de sus padres, Francisco Noval y Remedios Rodríguez, que abrieron el negocio en 1958 después de regentar una confitería en Tuilla, en el mismo local donde hoy se asienta la sede de la peña a Villa. Pero fue el tío Perfecto, conocido como "El Cubano" el que acertó en elegir el nombre pues era hombre viajero y conocía el frío islandés. Pero fue la imaginación de Pepu la que erupcionó, como si del volcán Eyjafjallajökull se tratase, para ampliar los sabores tradicionales con propuestas inverosímiles nunca antes conocidas ni degustadas.

El maestro de las cremas heladas nació en San Martín de Anes y murió el 6 de febrero del año pasado, al pie del cañón, en la heladería, a los 64 años de forma sorpresiva. Llegó junto a su familia a Gijón en 1957. Primero cursó los estudios en el colegio Santo Ángel y después en la Inmaculada. Hizo el servicio militar en Cáceres y dio el salto a estudios superiores en la escuela de Peritos pero un encontronazo con un docente le apeó del curso. Cuentan que solía dejar su examen a los compañeros para que copiasen a placer y, en uno de ellos -que luego fue el último- el profesor le suspendió mientras que el amigo que le copió las respuestas había aprobado. No lo toleró y se centró en el negocio familiar en el que ya había comenzado a hacer sus pinitos, ayudando en lo que podía y se necesitaba como ir a por hielo a la antigua rula para la confección de los dulces.

La frase, la nata o la vainilla parecieron no saciar sus expectativas y al comienzo de los años noventa comenzó a explorar nuevos caminos, acorralado por la emergente competencia de marcas de helados. Para subsistir había que hacer algo que ellos no tuviesen. Así nació el helado de fabada, el primero de los sabores atípicos. Una creación de largo recorrido pues el primer medio de comunicación que se hizo eco del invento fue ni más ni menos que "The New York Times" en un suplemento dominical sobre qué hacer en España y en Asturias. Y luego en el Herald Tribune de Miami. Después se sumaron a la difusión les medios nacionales y regionales, prensa, telediarios. Tal fue el éxito que sumó dos sabores más: sidra y queso de Cabrales.

Pronto comenzaron a hacerle encargos en el local de la calle San Antonio. Recibió un día la visita de un médico de Estados Unidos que hacía turismo en Gijón. Charlaron sobre una feria dedicada al ajo y sus propiedades tan beneficiosas. Tal fue el ímpetu del doctor que Pepu le aseguró que crearía el helado antivampiros como así lo creó. A otro cliente le agradó con el sabor de las marañuelas y celebró un año Año Santo Jacobeo en Galicia con helado de vieras. También se congració con su sobrino Iván Acebedo que le pidió helado de calimocho e inventó otro de cerveza ordum, caldo casero elaborado por Paco el del Inca. Y le dedicó a Rashidi Yekini tras su fichaje por el Real Sporting un helado de calamares. "Como era negro lo hicimos de calamares en su tinta", desveló Pepu en una entrevista en LA NUEVA ESPAÑA.

La lista parece no tener fin: oricios, centollo, ñocla, cabracho o almejas a la marinera, espárragos trigueros, castañas, crema de cacahuetes, compota de manzana y gazpacho, arroz con leche, orujo, pitu caleya, cocido, callos, queso de los Oscos y palomitas. Su última creación fue el helado de tónica con motivo de un salón internacional de la ginebra y sus complementos que se realizó en la Casa de Campo de Madrid en 2013. En aquella ocasión salieron del Islandia 90 litros de helado de tónica, unas dos mil bolas de helado. No obstante, Pepu se fue con una espinita. Peleó hasta el final por fabricar helado de viagra. Logró la autorización de la empresa fabricante del medicamento estimulador pero se dio de bruces contra el Ministerio de Sanidad.

Pepu Noval era serio y no le hacía falta las palabras para demostrar su cariño. "Yo, yo, yo, yo no lo entiendo", era su frase más recurrente. "Otro día sin cenar", cuando al salir de un bar encontraba alguien que le invitaba a otra ronda. Se desvivía con los niños y siempre estaba pendiente y con ojo crítica de su Sporting. Ni Barça ni Madrid. Fue miembro de la peña en honor a José Manuel Loza, "El Fisio", y organizador excepcional de eventos. Siempre pendiente de sus amigos y de reunirse para celebrar cualquier cosa. Impulsó reuniones con sus amigos de peritos y programó la quedada en fecha inamovible. Era en octubre, la noche del sábado al domingo en que se atrasaba una hora el reloj para así poder alargar la velada. Lo que comenzó siendo la cena de peritos acabó por denominarse "la cena de Pepu" en la que ahora le sustituye su sobrino Iván.

Contrajo matrimonio con Mila Fernández pero no tuvieron hijos. Regentó el Islandia junto a su hermana Úrsula y su sobrino Iván (le avalan veinte años de trabajo al lado de su tío), que supone la tercera generación de los Noval dedicada a los helados. Son ellos dos quienes continúan con el legado que dejó Pepu en la cima heladera local. Y dicen que su sobrina nieta, de seis años, quiere de mayor coger la cuchara racionadora. Que el primer helado de la temporada, ya sea en tarrina o cucurucho, que sea en honor a Pepu.

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