Tal día como hoy, 15 de agosto, pero de hace 70 años, salía en hombros de El Bibio Manuel Rodríguez "Manolete", el genio taurómaco cordobés que su tierra y el mundo proclamaron cuarto "Califa" del toreo. Paseó las dos orejas del quinto de la tarde, un toro de la ganadería Murube Urquijo, "Orgulloso" de nombre, herrado con el número 40, negro de pelo y de 267 kilos.

Fue día de "no hay billetes" y calor asfixiante en los tendidos donde se encontraba el ministro de Obras Pública de entonces, el ovetense José María Fernández-Ladreda, acompañado por el director general de la Guardia Civil, Camilo Alonso Vega, y del gobernador militar de la provincia, Francisco Hidalgo de Cisneros y Manso de Zúñiga. Pero ante tanta autoridad "Manolete" prefirió brindar al público sus dos toros, que para algo habían pasado por taquilla. Y no a bajo coste, precisamente. En esta faena, la del quinto de la tarde, actuó "Manolete" con "la rabia de un novillero", según describió el crítico Vigil Escalera en el diario "Voluntad", al día siguiente. De su tarde triunfal destacaron las verónicas de recibo. Tras un puyazo y otra entrada al caballo, ordenó el cambio de tercio tras el quite por delantales de Paquito Muñoz, compañero de cartel. Dos pares de banderillas prendieron de "Orgulloso" en el segundo tercio antes de que "Manolete" brindase al público la faena que estaba por venir.

Tomó la muleta y llegaron "pases en redondo, quietos, lentos, largos, llevando prendido en el dominio de la muleta más dominadora que ha conocido el toreo". Además, "toreó maravillosamente bien en redondo" y epilogó su faena con las manoletinas marca de la casa. "La segunda fue espeluznante. Habría que llamarla la manoletina de la desesperación. No se sabe cómo pasó el torero entre los cuernos del toro", prosigue. Faltaba más por hacer para "dar mayor sensación de peligro". "Buscó lo que es pasable en todos los toreros menos en él. Las tocaduras de pitón, los medios pases, los rodillazos. Hasta el teléfono", narró Vigil Escalera. Llegaron las dos orejas tras una estocada que dejó patas arriba y sin puntilla al toro de Murube Urquijo.

Pero la crónica adquiere un cariz diferente una vez reconocida su maestría. "No se le puede negar a 'Manolete' ni dimensión ni hondura. Ha llevado el toreo a cumbres insospechadas y, quizás por eso, ha acabado la fiesta. Con él se mueve en una ola desbordada de pasión. Sin él será algo vacío, sin nervio y sin genio", reflexiona Vidal Escalera. Setenta años después vuelven a sonar clarines y timbales en El Bibio. El relato taurino dejó una descripción física del diestro y hasta un presagio. O mal augurio, mejor dicho. "Está más viejo, con aladares blancos en las sienes, la mirada más apagada que nunca. Es demasiada la carga -toda la fiesta nacional- que lleva sobre sus hombros. Daba la impresión en el quinto toro de que buscaba la cornada" (sic).

"Manolete" volvió a trenzar el paseíllo en Gijón el 24 de agosto, sin suerte y hasta con pitos. Fue su antepenúltimo paseíllo, tras el cual visitó Santander, vestido de luces, el 26 de agosto. Ya el 29 de julio, a la hora del sorteo de los toros de Miura, a Gitanillo de Triana le tocó en suerte "Islero", pero el apoderado de "Manolete" se encaprichó del toro y acordaron intercambiárselo. Fue la última tarde del genio cordobés. Pero eso ya ocurrió en Linares.