La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Lo peor de Gijón es estar fuera, allí me preparé para la vida y forjé mi carácter"

El primer agente de la Guardia Civil de origen chino llegó con 11 años a la ciudad, cursó el Bachiller en el Instituto Jovellanos y vuelve todos los años

Llegó a Gijón a los 11 años, en 1995, de la mano de sus padres, que durante años regentaron dos restaurantes, uno en la calle Ezcurdia y otro posterior en la calle Marqués de San Esteban. El primer colegio de Que Li -el primer agente de la Guardia Civil de origen chino- en Gijón fue "Los Campos". Allí cursó séptimo y octavo de EGB. Luego le pilló la LOGSE al matricularse en el Real Instituto Jovellanos, donde completó la ESO y Bachillerato. Tras superar la Selectividad se matriculó en empresariales en la Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales Jovellanos, la antigua Escuela de Comercio.

Que Li fue un niño amigable, que colaboraba con sus padres en el restaurante y lo compaginaba con sus estudios. Salía con sus amigos, seguía el fútbol -es forofo del Real Madrid- y aprovechaba las cosas buenas de la ciudad en que vivía. "A nivel de ocio, en Gijón hay un montón de cosas; yo hacía bicicleta y salía a patinar por Poniente, me encantaba ir allí las noches de verano", confiesa. Es precisamente en ese arenal donde guarda uno de los mejores recuerdos de su infancia en la ciudad. "Cuando estaba en obras esa zona de Poniente, en la playa, había montañas de arena e íbamos a jugar allí, subíamos y bajábamos como locos y aunque estuviese sucio, para nosotros era como un parque de atracciones", relata Li.

Pero al llegar al tercer curso de carrera asumió que su vida debía cambiar rumbo. Dejó Gijón no sin pesar -"lo peor de Gijón es cuando estás lejos"- y voló hasta aterrizar en la academia del Ejército del Aire en 2001. Permaneció allí hasta unos meses después de los atentados de Atocha en 2014. "En el ejército no lo vi claro, no lo vi útil para ayudar a la sociedad y me alisté en la Guardia Civil y hasta hoy", explica. Pero una parte de Gijón, donde continúa viviendo su madre, sigue presente en él.

"Estoy muy agradecido a la ciudad porque ha formado una parte muy importante de mi vida, la adolescencia, donde mi carácter se ha forjado y donde me ha preparado para la vida adulta; además, cuando estaba solo en la academia militar como preparándome en la Guardia Civil, Gijón era la referencia, el hogar al que volver", comparte.

El gijonesismo sigue latiendo porque viene un par de veces al año, especialmente en verano para huir del calor de la capital. "Me encanta la temperatura, para mí es una salvación", asegura, como si se le hubieran olvidado ya los días de lluvia. También la gastronomía porque "la última vez que vino mi madre me trajo fabada". Con la sidra es otra historia. "La bebo en sangría, escanciada me gusta menos, pero bueno, después del cuarto culín ya está todo bueno", bromea. "Aunque la sidra no la quiero en Madrid, tiene que ser en una sidrería en Gijón, con su olor a corcho y serrín", matiza Li, que vive en Fuenlabrada con su mujer y sus dos hijos, Sofía, de dos años, y Martín, de cuatro meses. Ambos son su gran afición.

-¿Le gustaría volver a Gijón?

-Ya hubiese podido ir. El problema es que allí hay poco trabajo. ¿Qué futuro laboral le esperaría a mi mujer y a mis hijos en el futuro? Para que luego tengan que irse a trabajar a Madrid soy práctico y me quedo aquí directamente. Algún día igual nos montan un concesionario de la Seat con esto de Cataluña y llega el AVE y salimos de pobres.

Que no se ponga en duda el humor "playu" de Li.

Compartir el artículo

stats