Hace ocho años Ramón Cortina decidió cambiar de vivienda. Tenía 36 años y una parálisis cerebral que, sumada al hecho de tener una hermana con discapacidad intelectual, hacía complicada la vida diaria para toda la familia. Por eso decidió irse a vivir al Centro de Atención Integral de Cocemfe para personas con gran discapacidad física y orgánica en el barrio de Viesques. Un espacio en el que todas sus necesidades están bien satisfechas, y que le ha permitido incluso "hacer mi propia vida", con la seguridad de que "no me faltan apoyos y de esta manera descargo a la familia de la carga que supone una atención continuada". Con la tranquilidad añadida de que, aunque faltara la familia, siempre tendrá soporte.

Lo mismo le ha pasado a la hija de Enrique Díaz, que con 40 años, con una vida plena en Estados Unidos, se quedó postrada tras un accidente de tráfico en Luanco. Desde hace seis años reside en el centro de Cocemfe, aunque su padre la lleva a casa con regularidad. Pero "sin este recurso, y teniendo al cargo como tenemos a otro hijo con parálisis cerebral, no podríamos salir adelante". "Somos mayores, tengo 78 años y tenemos que pensar en el futuro", apunta Díaz, y por eso "la dedicación, la profesionalidad y el cariño que con tratan a los usuarios" son una garantía de tranquilidad para los padres.

Hace diez años, en cambio, posiblemente su hija y Ramón Cortina habrían acabado en una residencia de ancianos, el único recurso disponible en aquellos momentos para los grandes discapacitados. Lo menos adecuado a sus circunstancias, tanto por edad como por recursos. Hace una década, en cambio, la puesta en funcionamiento del Centro de Atención Integral supuso un cambio "fundamental" para un perfil de usuarios que, simplemente, no tenían adónde acudir.

Fue en noviembre de 2007 cuando se puso en marcha este recurso integrado en la red nacional de Cocemfe, que ya cuenta con medio centenar de centros. Su inauguración supuso, como ayer recordaba Mario García, quien fuera presidente de Cocemfe hasta hace unos meses, "un hito en Asturias, porque no existía nada así". El Centro de Atención Integral formó parte de un plan a nivel nacional para personas que dependían de su familia, "en el 99 por ciento de los casos de los padres". La gran cuestión que se plantearon sus impulsores fue "qué pasaría con ellos después, cuando faltaran los padres, o incluso cuando los padres van perdiendo facultades y ya no pueden ayudar a sus hijos discapacitados en las actividades de la vida diaria".

Con esa inquietud nació el centro de Viesques, después de una laboriosa tramitación a varias bandas, en la que intervinieron el entonces presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, que se hizo cargo del 30 por ciento de la obra y de iniciar los conciertos para que todos los discapacitados pudieran acceder a una plaza sin impedimentos económicos. El Ayuntamiento cedió el terreno y partiendo sin un céntimo de presupuesto "llegamos a una inversión de seis millones de euros", resume Mario García antes de agradecer de nuevo una década después "a todas las entidades que nos dieron su apoyo incondicional, el Principado, el Ayuntamiento, los sucesivos Ministerios, la Fundación ONCE y las obras sociales de diversas cajas que nos echaron una mano". Los premios también han supuesto una importante fuente de ayuda para seguir equipando el centro: la última adquisición por esta vía es la de una impresora en 3D con la que crear apoyos personalizados para cada usuario, desde calzadores hasta prótesis.

Hoy en día el centro residencial está lleno: hay 21 plazas, 19 permanentes y dos temporales y todas están completas. En el centro de día, 30 plazas "tenemos 18 conveniadas cubiertas, la demanda es muy grande y según se van firmando conciertos confiamos en poder tener totalmente ocupado el centro" señala por su parte Mónica Oviedo, presidenta actual de la entidad.

A pesar de que hasta hace sólo diez años se derivaba a estos usuarios a centros de ancianos, la realidad es bien diferente: la media de edad de los residentes es de 40 años con problemas como traumatismos craneoencefálicos, lesiones medulares y enfermedades neurodegenerativas, de las que la más frecuente es la esclerosis. El equipo del centro cuenta con un psicólogo, un educador social, un trabajador social, fisioterapeuta y un logopeda, así como con cocina propia para prestar un mejor servicio. Porque al final, de lo que se trata, es de "un hogar; al centro se ha concebido como una casa para que la gente que lo desee quiera vivir de forma independiente y autónoma. Es su vivienda por decisión propia, con apoyos para tener una vida digna y tienen completa libertad para entrar y salir a su antojo", recalca Mario García.

El reto ahora es avanzar hacia nuevos modelos de centros convivenciales, con viviendas domotizadas que garanticen a las personas con discapacidad que siempre tendrán su propia cuota de independencia. Porque, como señala Mónica Oviedo, "cuando este centro se llene ya no hay otro". Y por eso, seguirán retando al futuro.