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"Elogio": cumpleaños infeliz

Tres décadas después de su instalación, uno de los principales monumentos de Gijón sufre corrosión y se está inclinando

En 2018 se cumplirán 30 años de la firma del contrato ente el Ayuntamiento de Gijón y el escultor Eduardo Chillida para la construcción del "Elogio del Horizonte". Este pasado mes de agosto gracias a LA NUEVA ESPAÑA pudimos conocer cual es el verdadero contexto que determina la conservación de esta obra que hace ya años evidencia síntomas preocupantes de deterioro.

Quienes hace ya tiempo venimos advirtiendo sobre la necesidad de evitar que esta significativa pieza del patrimonio público gijonés pierda progresivamente su integridad hemos venido recibiendo como respuesta que dicho deterioro responde a la voluntad del artista y que nada puede hacerse.

Sin embargo, el contenido del contrato firmado entre el Consistorio y Chillida es claro y meridiano: no sólo no hay ninguna restricción al mantenimiento y conservación de la escultura si no que explícitamente el Ayuntamiento está obligado a ello.

Quienes aunque sin poder disponer de acceso a dicho documento defendimos hace ya tiempo que el planteamiento de Chillida -atendiendo a todas las declaraciones hechas por él relacionadas con el "Elogio" que se han publicado- no era dejar que la obra terminase convirtiéndose en una ruina vemos ahora confirmada la falta de sustento del mantra que reiteradamente se ha venido exponiendo oficialmente como argumento incluso para tener la cumbre de L'Atalaya sumida en el abandono.

El "Elogio del Horizonte", un cuarto de siglo después de su construcción, presenta una patología típica del hormigón armado, su material compositivo. Hace ya una década larga que comenzó a hacerse evidente la corrosión de las armaduras de acero de esta pieza, primero con fisuras, luego con desconchados y manchas de óxido. Ese proceso es imparable y el propio deterioro hace que cada vez sea más fácil que el salitre penetre en la pieza y que ademas esta intrusión vaya siendo progresivamente más profunda provocando daños mayores. De no hacer nada, el "Elogio" llegará a cumplir medio siglo con un nivel de degradación que comprometerá la imagen de la propia obra.

Además, como ya se expuso en una charla del Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, la escultura está escorada, desconociéndose si esa inclinación se produjo durante su construcción, si fue un asentamiento posterior o si se está produciendo ahora. Llegamos así a una cuestión esencial: ¿podemos creer que Chillida concibió el "Elogio" torcido, desconchado y moteado por la herrumbre?

Estamos pues en un momento clave para poder intervenir esta obra adecuadamente de forma que se garantice su integridad futura atendiendo, ante todo, a que este bien público se conserve tal y como determina el contrato firmado en 1988. De no hacerlo el daño está asegurado para la escultura e incluso el riesgo para quienes se acerquen a ella. Si una lasca de hormigón se desprende y alcanza a una persona -algo cada vez más probable de seguir con la entelequia mantenida hasta ahora- también cabe preguntarse ¿quién es responsable?, ¿se hace cargo de los daños el Ayuntamiento o la familia Chillida? o bien, ya derivando en lo berlanguiano, ¿se consideraría una performance?

Conocido el verdadero meollo de la cuestión, también resulta llamativo que cuando nuestros munícipes aluden a la legítima voluntad de artistas y creadores a que no se modifiquen sus obras, se olviden de llamativas actuaciones. ¿Estaría de acuerdo Pieycha con que a su obra "Copulaciones" se le haya arrancado su base? ¿Sería grato para Vaquero Turcios ver los grafitis que durante años han cubierto a "Nordeste"? ¿Estaría conforme Camín con el estado en el que se encuentra "Génesis"? ¿Se ha atendido a la reclamación que han hecho sus herederas sobre la eliminación de la vegetación que incluía la concepción original de la pieza? Las respuestas son fáciles.

El cachondeo con el que en plenos, comisiones y contestaciones oficiales se ha venido tratando este tipo de asuntos durante estos últimos años ha sido recurrente. Entre ellas rizó el rizo la respuesta de la anterior concejala de Urbanismo a la petición de obras de mantenimiento de La Escalerona, cuando manifestó que su conservación era competencia de Costas sin que el Ayuntamiento tuviese nada que ver. Eso tratándose de una propiedad municipal catalogada, de la existencia de un BOE que desde la década de 1940 especifica que el municipio es responsable de su integridad y de la clara evidencia de que los descendientes de Avelino Díaz Omaña siempre han abogado por la correcta conservación de su obra más señera.

Bajo todo esto, además del desprecio hacia nuestro patrimonio, subyace la clara voluntad de nuestros gobernantes de estar mano sobre mano, de esquivar sus obligaciones y de seguir la máxima de que el que venga detrás que arree. Ya vale.

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