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La pista gijonesa del general Balmes

El militar que murió en Canarias en extrañas circunstancias en 1936, dos días antes de la sublevación, y cuya muerte el historiador Ángel Viñas vincula a una orden de Franco se casó con una gijonesa y pasó temporadas en esta ciudad

Balmes, a la derecha, con Franco.

La del general Balmes en los prolegómenos del alzamiento rebelde de julio de 1936 pudo no ser una muerte casual. Así lo defiende en un nuevo libro, "El primer asesinato de Franco", el historiador Ángel Viñas, que lleva años rastreando como un sabueso cada pista que conduce, según su criterio, y que avala con multitud de datos e indagaciones, a una orden personal de Francisco Franco para liquidar a un militar, africanista como él pero supuestamente afecto a la República, que podría retrasar los planes de la sublevación desde su puesto de comandante militar en Las Palmas. Según la tesis de Viña, el golpe no estalló ni el 17 ni el 18 de julio, sino el 16, cuando el general de brigada Balmes sufrió un "fatal accidente" al disparársele una pistola encasquillada, una Astra 400 calibre 9 mm, en una prueba de armas de fuego que, insólitamente, el militar manipulaba apoyándola contra su vientre. Franco empezó su ascenso hacia la cúspide con un asesinato preventivo, sostiene el historiador, un hecho trágico que se convirtió en condición necesaria para poder sublevar Canarias, trasladarse a Marruecos y ponerse al frente del Ejército de África.

Amado Balmes Alonso (Zaragoza, 7 de noviembre de 1877-Las Palmas de Gran Canaria, 16 de julio de 1936) era un viejo conocido de Asturias, donde contrajo nupcias con una joven gijonesa de buena familia, Julia Alonso-Villaverde Moris. En la Revolución de Octubre del 34, fue llamado por el Ministerio de la Guerra a sustituir al general Carlos Bosch, comandante militar de León, cuya impericia impedía superar la resistencia de los revolucionarios, que lo mantenían atascado entre Vega de Rey y Campomanes, a él y a tres compañías del Regimiento de Infantería número 36 y a otras tres del Batallón Ciclista de Palencia.

Pero fue en la guerra de África donde Balmes prestó, según las crónicas de la época, "valiosos servicios de campaña, sobre todo desde el empleo de teniente coronel y coronel, siendo promovido a general de brigada por su brillante actuación en el lapso de tiempo comprendido entre el 1 de octubre de 1925 y el 30 de septiembre de 1926, en las operaciones de la toma de Alhucemas y los hechos que siguieron a la aludida ocupación". Sus intervenciones en Marruecos le proporcionaron rápidos ascensos, distinguiéndose en operaciones delicadas como la liberación de Kudia Tahar, en las cercanías de Tetuán, al frente de una bandera del Tercio y de un tambor de Regulares. Piloto aviador, había estado al frente de la Jefatura Superior de Aviación de Militar. El día de su muerte contaba con 58 años.

El veterinario gijonés Luis Ortega Alonso-Villaverde, cuya madre era hermana de Julia, la viuda del general, defiende, desde la distancia, la tesis del polémico historiador. "En la familia existe el convencimiento de que la muerte de Balmes no fue un accidente, como se contó. Mi padre, que era un liberal de Izquierda Republicana, hacía buenas migas con él. Es absurda la versión oficial". Ortega, nacido el 6 de agosto de 1927 en un piso de la calle Ezcurdia donde su padre, prestigioso médico, pasaba consulta, recuerda a Balmes de niño, antes de la Guerra Civil. "Mi padre grababa películas que yo conservo ahora en DVD y en algunas aparece el general, con el resto de la familia. Había un restaurante muy famoso en aquel tiempo en La Guía, Hostal el Puentín, y allí fuimos alguna vez a comer todos; él también".

En el 37, tras el alzamiento, la viuda de Balmes y su hija Julita, de 7 años, abandonaron el archipiélago canario y regresaron a Gijón. Se establecieron en la casa de los abuelos, en la calle Fernández Vallín. "Vinieron las dos, con una perra que se llamaba 'Mora'. A mi familia nos daba mucha pena ver a esa niña tan pequeña ya huérfana de padre", explica el nonagenario.

La viuda de Balmes solicitó una pensión especial, por muerte de su marido en acto de servicio, que le fue denegada. Con Franco ya en Burgos, la sección de Pensiones de la Secretaría de Guerra desestimó la petición de la gijonesa Julia Alonso-Villaverde por considerar que la muerte de Balmes se produjo por una imprudencia del militar. Según figura en el expediente, que firma en Burgos el 26 de mayo de 1937 el coronel Lorenzo Fernández Yáñez, "la forma y circunstancia en que ocurrieron los hechos no encajan con lo que invoca la solicitante por dos razones: la primera, porque la comprobación de las armas técnica y oficialmente sólo corresponde al Jefe de Artillería y al Maestro Armero que fueron designados; pero aun considerándose reglamentaria la prueba que realizaba el general Balmes, es evidente que medió imprudencia en la víctima al colocar sobre su vientre una pistola encasquillada; y precisamente esta colocación del arma fue la única causa de su fallecimiento y excluye el derecho a la pensión invocada".

Si Balmes era un militar adicto a la causa golpista, como defiende la historiografía afín al franquismo, ¿cómo iban a negarle a su viuda una pensión en acto de servicio? Tal vez, como plantea Viñas en su libro, ocurrió al contrario: ¿cómo iba a conceder Franco una pensión a la viuda de un traidor a su causa? No fue hasta 1942 cuando Julia recibió la pensión, con el cobro de los retrasos desde 1936.

Julia Alonso-Villaverde Moris, que había nacido en 1894, falleció el 8 de agosto de 1970. Su hija Julia, que nació el 17 de enero de 1930, aún vive, en Barcelona, y tiene dos hijas, Pilar y Julia, ésta última enfermera. Todavía en ocasiones se desplaza a Gijón, la ciudad en la que pasó sus primeros años como huérfana de padre.

El general Balmes, reconocen aún hoy sus deudos, "era muy querido en Gran Canaria", como quedó patente en un multitudinario entierro del que la familia del militar guarda recordatorio fotográfico. Franco, que había llegado por mar desde Tenerife en el "Viera y Clavijo", acudió al funeral y testimonió su pésame a Julia Alonso-Villaverde y a su hermano Eulogio, otro gijonés de nacimiento que había estudiado Derecho en la Universidad de Oviedo con brillantísimas calificaciones y que se afincó posteriormente en el archipiélago canario, donde ejerció como catedrático de Economía y Hacienda Pública en la Universidad de La Laguna, de la que fue vicerrector, decano de la Facultad de Derecho y secretario general. Tan lagunero se sintió que en 1972 el Ayuntamiento de esa ciudad le otorgó tratamiento de hijo adoptivo.

La capilla ardiente quedó instalada en el Salón del Trono del Gobierno Militar. Los restos del malogrado Balmes descansaban en un féretro de caoba con incrustaciones de plata, colocado encima de un armón de artillería y cubierto por la bandera republicana. Sobre la enseña, el bastón de mando cruzado con el sable de general y la gorra de plato. El posteriormente autoproclamado Generalísimo manifestó a los Alonso-Villaverde sus condolencias, pero no disimuló su prisa en marcharse: en el aeródromo de Gando le aguardaba el "Dragon Rapide". No había tiempo que perder...

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