El pequeño Enso Vázquez, de tres años, debe su nombre a un símbolo japonés. Un círculo cuyo significado está muy ligado con el zen. Quizá por ello, por el designio que le acompaña desde su bautizo, no dudó en coger una gran brocha, más alta casi que su portador, y ponerse a imaginar en el suelo palabras en el idioma nipón. Fue el improvisado aperitivo a la exhibición de escritura japonesa que en la tarde de ayer, en el patio del Antiguo Instituto, ofreció Koho Kurihara.

La nipona, descalza y luciendo un kimono color mostaza, comenzó la muestra realizando estilizados movimientos, pincel en mano, cubriendo las grandes lonas blancas de tinta negra. Una coreografía que recordaba a las más puras artes marciales orientales. Así, dibujó "Lugar de origen", un poema visual que homenajeó a Gijón, su playa y su mar.

La segunda de las obras, dividida en dos partes, representó la dualidad entre el cielo y la tierra y su unión en un todo que es el mundo, como explicó su autora.

La tercera de las pinturas representó un abrazo entre una madre y una hija y, la última de ellas, la berrea de los corzos con signos de más de 3.500 años de antigüedad. Una composición, a ritmo de la música, que finalizó con una cerrada ovación del público asistente que, tras la reverencia final de Kurihara, se acercó a fotografiar las preciadas obras.

"Nos encanta la cultura japonesa", confesó Ana Viejo, madre de Enso, "ya hemos estado dos veces en Japón", una de ellas con el pequeño. En el anterior viaje conocieron el símbolo que le da nombre y lo tuvieron claro: "si alguna vez teníamos un hijo, lo llamaríamos así". Para Viejo, "cuanto más conocemos esta cultura, más nos gusta, sobre todo por la convivencia entre la vanguardia y lo ancestral, con un gran respeto".

Otro de los asistentes, Rubén González, no dudó en poner a prueba su japonés hablando con los miembros de la exposición nipona, que buscan "mejorar las relaciones entre Japón y Gijón por medio del arte", con motivo del 150 aniversario de las relaciones diplomáticas entre España y el país nipón. Para González, "el japonés es mi modo de vida y lo que me da de comer", ya que trabaja como profesor y traductor. Una cultura que cada día tiene más adeptos en Gijón.