"Es una alegría y esperanza para Colombia que pueda haber una convivencia pacífica, pero es un acuerdo parcial porque no se ha negociado con el Ejército de Liberación y con el Ejército Popular, que son las otras dos guerrillas, y si no se negocia con ellas el conflicto seguirá". Javier Orozco, de 56 años, coordinador del Programa Asturiano Derechos Humano, que acoge a cinco refugiados en Asturias, muestra su satisfacción por el acuerdo entre las FARC y el gobierno de Colombia. "Hay que valorar que el gobierno colombiano haya reconocido que lo que tiene enfrente no son ni bandoleros ni traficantes".

Darwin Gómez, Andrés Narváez y José Manuel Espinosa, son tres de los refugiados, que prefieren ser prudentes tras el acuerdo histórico. "Se abre una puerta a un camino frente a la reconciliación del pueblo colombiano, pero todavía falta mucho por recorrer, como solucionar el conflicto social, problemas como la exclusión de los campesinos o la baja calidad de la educación", señala Darwin Gómez. José Manuel Espinosa es algo "escéptico" con el acuerdo y, de cara al futuro, espera que sirva para que "el estado colombiano y los empresarios se comprometan a dar unos salarios dignos".

El próximo mes de octubre habrá un referéndum para avalar el acuerdo de paz entre el gobierno y la FARC. Andrés Narváez, dirigente campesino, confía en que salga el "sí" y que ese acuerdo se prolongue en los próximos gobiernos. "Los partidarios del no son capaces de salir a comprarlo. El país está muy polarizado, en la zona rural hay una mayoría aplastante del sí, pero en las ciudades está dividido", recuerda, antes de que los cuatro añadan casi al unísono que "nuestra esperanza es construir un país en el que se respete el derecho a la diferencia política e ideológica".