Oviedo, M. J. IGLESIAS

Valdesoto, en Siero, no es el legendario Napa Valley (Valle de Napa) en California, una de las áreas legendarias de elaboración de vinos de calidad, pero en la localidad también se trabaja en caldos destinados a coleccionistas y a quienes quieren disfrutar de un vino diferente.

El «culpable» de que el nombre del pueblo sierense ya suene entre sumilleres y aficionados es Rafael Somonte González, un joven enólogo de 29 años que literalmente creció en la bodega y planta de embotellado familiar, fundada en 1954 por su abuelo Constantino Somonte, germen de la empresa actual de la que en su día se hizo cargo su padre y que vive una nueva etapa.

En los planes iniciales del patriarca, Secundino Somonte, no entraba elaborar vinos, solamente embotellarlos. Su nieto Rafael, que jugaba entre depósitos y máquinas de embotellar, siempre tuvo claro que quería dedicarse al sector para hacer algo distinto.

El representante más joven de la dinastía vinícola estudió Ingeniería Técnica Agrícola en León, en el campus de Ponferrada, y se licenció en Enología en Valladolid. Luego hizo un intenso entrenamiento. «Estuve en El Gaitero, me fui a La Rioja y de allí a Nueva Zelanda a hacer una vendimia». Lo primero que le llamó la atención es que en las antípodas y en general en los países del Nuevo Mundo donde se hacen vinos, como Chile y Argentina, se trabaja con una sola variedad de uva y, al contrario que en España, carecen de fruta autóctona. «Además, los enólogos no sobrepasan los 40 años y elaboran pequeñas cantidades».

El caso es que Rafael Somonte, con el apoyo de su padre, también llamado Secundino, empezó a reformar la bodega en la que hasta el año 2008 fundamentalmente se embotellaban vinos comunes. «Ahora ya no nos resulta negocio y preferimos cambiar la línea empresarial». Primero pensaron establecerse en León, donde la familia cuenta con viñedos en Valdevimbre, la comarca en la que crece la uva prieto picudo. «Al final llegamos a la conclusión de que se cuidaba mejor el vino aquí». La decisión salomónica fue cosechar en León y elaborar en Asturias.

El resultado son tres vinos que su «diseñador» califica como «muy distintos», un rosado y dos tintos. La originalidad del producto queda patente en los nombres que lucen las etiquetas, también de diseño.

El rosado se llama El Perrito Travieso». Los otros dos son el S1 y el S2 . «La S es la inicial de nuestra bodega y no podía faltar», señala Rafael Somonte. Actualmente, el vino se vende por Asturias. El rosado se consigue a unos 14 euros en los restaurantes, mientras que el S2 llega a 18 y el S1, la estrella de la bodega, oscila entre los 28 y los 30 euros.

El producto de gama más alta se cuida hasta el extremo de que sólo se elabora en años en los que la uva es especialmente equilibrada. De hecho, este año no se hará. La última añada, por ahora, es la de 2009.

Tampoco se ha enviado aún a catas. «Antes queremos dar con la calidad óptima, aunque tengas un vino bueno es difícil conseguir una buena puntuación si no vienes de una bodega conocida», explica Rafael Somonte. En 2009 la producción total fue de 10.000 botellas, muchas menos de las que produce un lagar de sidra estándar, que llega a 300.000. Ampliar la producción no es la prioridad. «Tal vez cuando vayamos al mercado internacional». Las puertas ya están abiertas.