Ni Marina Tarancón Palomar ni Pedro José Armesilla son primerizos en Asturias. Durante varios años y en épocas diferentes, uno por motivos vacacionales, la otra por razones laborales, llegaron a la región con sus maletas cargadas de ilusión, de proyectos y de ganas de quedarse en una tierra de la que se enamoraron al primer golpe de vista. Se conocieron en la Universidad: él es biólogo; ella, licenciada en Ciencias Ambientales. Son amigos y socios. No llegaron al mismo tiempo al Principado. Marina ya llegó hace cuatro años para trabajar en dos empresas y, tras finalizar la obra en una y cerrar la otra, llevaba un año en paro. Fue cuando Pedro José le avisó, desde Madrid, de que el albergue del Alba, en Soto de Agues (Sobrescobio), buscaba profesionales para gestionarlo.

«Fue él quien se enteró y me avisó a mí, que soy la que estoy en Asturias. A ambos nos pareció una gran idea porque a los dos nos gusta mucho la naturaleza y además Asturias, con lo cual en seguida cogimos la concesión del albergue, que es municipal, y aquí llevamos ya siete meses trabajando con muchísima ilusión y encantados de vivir en este precioso pueblo de Soto de Agues», dice Marina Tarancón, que además añade que la relación con los vecinos ha sido, desde el primer momento «muy buena». «Nos han recibido con los brazos abiertos. La gente se ha volcado con nosotros, los vecinos nos están ayudando un montón. Aquí no es como en la ciudad, cualquier cosina que te pueda pasar siempre hay alguien que te echa una mano», añade.

De igual forma opina Pedro José Armesilla, que año tras año ha visitado el Principado en sus vacaciones desde que, siendo niño, se quedó enamorado del parque natural de Redes. «No puedo pedir más, soy biólogo y educador ambiental. Me había quedado sin trabajo en Madrid y ahora estoy aquí, en uno de los parajes de Asturias que más me fascinan, por eso me considero un afortunado de tener un empleo y además en una zona rural. Yo le he cogido el gusto a vivir en un pueblo», afirma.

Optimistas y llenos de proyectos, organizaron en Soto de Agues el I Festival por África y, en breve, celebrarán el «primer concurso internacional de tortillas». «Somos educadores ambientales y por eso también tenemos previsto realizar actividades de educación ambiental todo el año», señalan. Además de dar comidas y cenas, el albergue cuenta con 30 literas distribuidas en 4 habitaciones. «Somos muy económicos, sólo son 10 euros por noche», dice, sonriendo, Marina.

Ambos se sienten plenamente integrados en un pueblo al que llegaron hace siete meses con muchas ganas de hacer cosas y convertir Soto de Agues en un lugar de cita obligada de personas de todas las edades con todo tipo de inquietudes. Sus puertas «están abiertas todos el año», comentan.