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Me quedo en el pueblo | Peruyes (Cangas de Onís)

La quesera que siempre lo fue

Graciela Valle dejó la hostelería para dedicarse a elaborar gamonéu del valle, con el que ha recibido varios premios

Cuando Graciela Valle Fernández echa la vista atrás, a su juventud, cuando se preparó a fondo porque no se veía como su madre, Covadonga Fernández, elaboradora de queso gamonéu del puerto que más premios ha recibido en su especialidad en Asturias, no puede evitar sonreír. En realidad, siempre lo supo y finalmente dejó salir esa quesera que siempre llevó dentro y que ya desde niña contó con las mejores maestras en este oficio: su madre y su abuela. "Hace años trabajaba en el sector hostelero porque había trabajo en los meses de verano, pero luego bajaba mucho". Había estudiado también Gestión y Administración de Empresas. "Siempre viví en el campo y no quería para mí la vida tan esclava que llevaba mi madre, que se marchaba al puerto en junio y no volvía hasta noviembre", recuerda esta mujer, que al final dio el paso junto con su marido, Javier Celdrán, para abrir su propia quesería y ponerle el nombre del lugar donde decidieron levantarla para fabricar el queso gamonéu del valle, L' Arbeyal, la zona donde la construyeron y desde donde se ven tanto el mar como los Picos de Europa. Graciela y Javier son padres de Zaira, de 10 años.

El primer queso lo hicieron el 1 de mayo de 2008. "Eran piezas entre tres y cinco kilos. Lo llevamos al certamen del gamonéu en Onís y ganamos el primer premio. Fue un subidón tremendo. De repente nos empezó a conocer mucha gente y sirvió, además, para afianzarnos en nuestra decisión de dedicarnos a hacer este queso y a ganar confianza en nosotros mismos. En aquel momento trabajábamos con leches de vaca y cabra. El año pasado incorporamos también la de oveja", recuerda ella.

Desde entonces hasta hoy hay muchísimo trabajo constante, varios premios más a sus quesos, tanto en los certámenes de Cangas de Onís como en Onís, y una dedicación tan absoluta a hacer un gran producto que, como ella dice con un optimismo admirable, "a pesar de que es un trabajo duro, a mí me gusta mucho; eso sí, yo al puerto no subo, haré siempre el del valle. Nosotros jamás hemos tenido vacaciones ni marchamos a ningún lado desde que nos casamos. Los animales hay que catarlos dos veces todos los días y hay que elaborar el queso también. Nosotros hacemos sobre unos 50 kilos diarios. Una vez por semana voy a la cueva, que está en Teón, que por el verano está muy guapo pero, claro, en invierno está nevado. Vamos a llevar quesos, a moverlos y a traer para vender. Aquí no se descansa nunca, cuando no estás catando, estás limpiando las cuadras, dando de comer a los animales, haciendo el queso, pero estás a gusto, a mí me gusta mucho, disfruto haciendo el queso. Todo este trabajo lo hacemos mi marido y yo solos. En verano se vendía tanto que llegamos a elaborar de día y de noche", señala ella.

En cuanto al futuro del campo, Graciela dice que "la verdad es que el campo está fastidiado, pero yo creo que sí se puede vivir en él, pero trabajando mucho y con mucho esfuerzo", matiza.

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