R. VALLE

Una jugada a tres bandas -Ayuntamiento de Gijón, Principado de Asturias y Universidad de Oviedo- para reorganizar los espacios educativos y culturales del centro de la ciudad permitirá en unos años que las aulas del Colegio Cabrales dejen de estar ocupadas por pequeños estudiantes para ser nuevos espacios de encuentro de los ateneístas gijoneses. El gobierno local es el encargado de impulsar en ese céntrico inmueble un complejo cultural que tiene como peculiaridad de partida ser la sede a compartir por el Ateneo Jovellanos y el Ateneo Obrero de Gijón. Una apuesta arriesgada pero que, por ahora y a la espera de que se concreten los detalles de la operación, cuenta con el beneplácito de todos los implicados.

Curiosamente, esta iniciativa del Ayuntamiento hace realidad uno de los deseos del filántropo gijonés Eusebio Miranda y González del Valle (1832-1910), que fue el creador de la denominada Escuela de Santa Rita en el edificio ahora ocupado por el Colegio Cabrales. Miranda, como se recuerda en el libro «Las calles de Gijón. Historia de sus nombres», de Luis Miguel Piñera, colaboró activamente en el desarrollo económico de Gijón desde que regresara de su estancia en América y llegó a ser conocido como «el Pan de los Pobres».

En el documento de mayo de 1941 donde se hace efectiva la cesión, provisional, por parte de la Fundación creada por Eusebio Miranda al Ayuntamiento de Gijón del inmueble para que albergara un grupo escolar de Primera Enseñanza se recuerda que en la cláusula cuarta del testamento que Eusebio Miranda registró ante el notario Evaristo de Prendes el 5 de noviembre de 1904 se disponía que «en el edificio que legaba se instalase un Ateneo o una Escuela-Asilo que se denominaría Institución Miranda para la instrucción de la clase obrera o de huérfanos e hijos de viudas pobres (según fuera para Ateneo o para Escuela-Asilo)». «Ateneo», pues, era la primera palabra en el diccionario de las peticiones de Miranda para su casa de Gijón.

El Ateneo no se pudo hacer realidad y tampoco fue posible que los padres Salesianos, como pedía el filántropo en su legado, se hicieran cargo de la escuela-asilo. Así, en 1913, los patronos de la Fundación benéfico-docente impulsada por Miranda ceden el uso de la finca, entonces en la calle de la Magdalena y hoy de Casimiro Velasco, a la comunidad de los padres Agustinos para que desarrollaran la Escuela-Taller de Santa Rita. Cuando los Agustinos no pudieron seguir adelante con su proyecto educativo en Gijón renunciaron al edificio en favor de la Fundación, que, al carecer también de posibilidades económicas para asumir el mantenimiento del inmueble y el funcionamiento del centro escolar, plantea ceder el edificio al Ayuntamiento de Gijón. Así se lo comunican tanto a los representantes municipales como a los responsables del Ministerio de Educación. Eran los años cuarenta.

La idea en este momento era que el Ayuntamiento asumiese el inmueble y que la orden de los Salesianos, como en su momento había dicho Eusebio Miranda, se encargara de las dirección de las labores de enseñanza. Los Salesianos rechazaron esa oferta porque, como se puede leer en el documento de cesión de mayo de 1941, «no podían acceder a sus deseos a causa de carecer de personal, toda vez que la mayoría de los padres de esta orden fueron asesinados por las hordas rojas».

Al final, el Ministerio de Enseñanza resolvió autorizar al patronato de la Fundación para que cediera provisionalmente el uso y disfrute de la casa al Ayuntamiento de Gijón con el «objeto de que pueda instalar en el indicado inmueble un grupo escolar de Primera Enseñanza», que al acordar la cesión se haga constar que «la enseñanza que en dicho grupo escolar se dé habrá de ser completamente gratuita» y que «por estimar más en armonía con la voluntad del fundador» se tenga en cuenta la posibilidad de que con el tiempo se pudiera hacer cargo de las enseñanzas la orden Salesiana.

Ahora, todas estas décadas de labor educativa que han pasado a convertirse en la lejana historia del Colegio Público Cabrales tienen un punto final definitivo para poder escribir un nuevo capítulo de la historia del ateneísmo gijonés. Un capítulo que Eusebio Miranda y González del Valle había dejado garabateado en su testamento de 1904. Hace más de un siglo.

La conversión del Colegio Cabrales en sede de los ateneos cumple el testamento del filántropo gijonés