Llevo cerca de un mes dándome unos coscorrones de consideración contra una farola que no está. Como lo oyen -más bien como lo leen-, los famosos fondos ZP han hecho posible el acondicionamiento, entre otras, de las calles Pablo Iglesias y Alonso del Riesgo de Sama, de forma que han ensanchado las aceras para luego volverlas a estrechar gracias a un gran número de bolardos que han colocado cada dos metros, impidiendo así la más mínima posibilidad de aparcamiento y también -¡ojo!- de estacionamiento, lo que supone que ni una triste ambulancia pueda recoger o dejar a un enfermo frente a su casa, amén de la imposibilidad de realizar cualquier tipo de mudanza. A esto es a lo que deben de referirse cuando hablan de la «supresión de barreras arquitectónicas». En los lugares donde no hay un bolardo (en Alonso del Riesgo son 31) han puesto una farola que, desde más de diez metros de altura, reparte su luz a la calle y al interior de las viviendas de primeros y segundos pisos, y en la mencionada calle son cinco, cuatro reales y una virtual que es contra la que me estrello varias veces al día. ¿Que por qué es virtual? Lo es porque han hecho la instalación y los anclajes y a la hora de colocarla se han dado cuenta de que en su crecimiento vertical se veía obstaculizada por un rótulo adosado en la pared y, además, estaba situada justo a la entrada-salida de un edificio. La solución inteligente de los ilustres técnicos ha sido no ponerla y rodear los anclajes con dos vallas de obra que estrechan la calle aún más. Así está hace un mes, y lo que te rondaré, morena.

Sobre la bondad y calidad de las obras realizadas en estas calles hay mucho que decir. Primero, el pavimento no ha quedado uniforme y con las vertientes de agua orientadas hacia los rebosaderos, lo que provoca la formación de grandes charcos en los días de lluvia y con el peligro de que el agua no evacuada pase hacia las aceras, dado que prácticamente tienen el mismo nivel de la calle, pero no hay por qué preocuparse, ya llegará el invierno. Segundo, más de sesenta tapas-registro en la calle de referencia, de aguas, teléfono, luz, televisión, bocas de riego, más de diez de ellas sueltas o desajustadas brindan al viandante un molesto concierto de percusión metálica que resuena en los tímpanos como un mazazo. A esto se puede denominar eliminación de la contaminación acústica. Y tercero, los operarios de la empresa concesionaria de las obras se han ido, dándolas presumiblemente por finalizadas. Y se han ido tan contentos, pese a las protestas vecinales y a la evidencia de los defectos de construcción que, tarde o temprano, requerirán ajustes, reparaciones, cuando no el levantamiento del asfaltado.

Ante todo este cúmulo de despropósitos constructivos, lo que más extraña a la vecindad es no haber visto, ni siquiera notado, la presencia de algún responsable municipal, concejal o técnico, que regularmente, en los tres meses que duraron las obras, hubiera girado visitas de inspección y supervisión de las mismas, lo que hubiera posibilitado la corrección de los errores cometidos. A muchos he oído decir, a lo largo de estos meses y en el momento actual, «con Gabino esto no habría ocurrido». Así es que seguiré dándome cabezazos virtuales contra la «no farola» y sorteando tapas y bolardos que, a decir de Duke, bien podrían servir para atar al caballo, como si del antiguo «Far West» se tratara.