Noche de viernes. La televisión está encendida en casa de los Bembibre, en Sotrondio, y un niño de diez años no se separa de ella. Está viendo el "Un, dos, tres". Los concursantes han perdido ya el coche y el apartamento en Torrevieja, pero el pequeño Diego ni se inmuta. Todo cambia cuando Juan Tamariz, con su inconfundible sombrero, aparece en escena y comienza a desplegar las cartas sobre la mesa. El niño no pierde detalle y sonríe con cada truco. Las notas de violín tarareadas por Tamariz cuando el último truco termina con éxito sirven para enmarcar un pensamiento grabado en la mente del pequeño Diego: "Cuando sea mayor, quiero ser mago".

Ha pasado el tiempo y Bembibre, que ahora tiene 33 años y vive en La Felguera, es mago. Y también enfermero. Su vida profesional está vinculada a la sanidad y trabaja en el área sanitaria del Valle del Nalón, pero también sigue estrechamente ligado al ilusionismo. Ofrece actuaciones de forma esporádica (como en el Salón de Navidad de Langreo), siempre supeditadas a sus turnos de trabajo, y sigue formándose como mago de forma continua. "La magia no es sólo conocer el truco. El efecto es sólo el 10 por ciento de la actuación; hay mucha teoría, psicología, técnicas teatrales, expresión corporal? También hay que reciclarse, ir a cursos, leer muchos libros y, sobre todo, estar en contacto con otros ilusionistas", explica.

El hecho de compaginar la sanidad y el ilusionismo acarrea algunas bromas inevitables por parte de sus compañeros. "Suelen decirme que, ya que soy mago, haga aparecer más camas cuando hay sobrecarga de pacientes, que adelante el tiempo para acabar el turno antes o que les saque sangre para las pruebas analíticas sin pincharles. Yo contesto que hago magia, pero no milagros", esgrime Bembibre con humor.

Las habilidades como ilusionista ayudan a este enfermero langreano en su labor diaria, especialmente cuando hay que atender a algún paciente de pediatría. "Si viene un niño y hay que ponerle una inyección siempre es mejor tratar de arrancarle una sonrisa o mantenerle entretenido para que sea lo menos traumático para él", argumenta Bembibre, que también alude a los tratamientos que se están llevando a cabo en Estados Unidos y que hace uso del ilusionismo. "Hay terapias, desarrolladas en el marco de un proyecto impulsado por David Copperfield, que tratan problemas neurológicos haciendo técnicas de ilusionismo por lo que aportan de coordinación mental y muscular".

La carrera como mago de Bembibre comenzó con actuaciones ante sus familiares y en la parroquia de Sotrondio, cuando apenas tenía doce años. El ilusionista Javier Piñeiro fue uno de los mentores. En la actualidad colabora con la Sociedad Oviedo Mágico (SOM). Entre sus ídolos figuraban Copperfield y Tamariz. Por el momento, no se le pasa por la cabeza dejar su profesión como enfermero para dedicarse por entero al ilusionismo. "Sería algo complicado y tampoco es algo que me plantee. La magia es para mí una válvula de escape; si la viera como una obligación quizá ya no sería lo mismo", concluye.