Bres (Taramundi),

Jorge JARDÓN

En esta época hay gente para todo. Y, si no, basta ver la Casa del Agua de Taramundi, instalada en la localidad de Bres, un lugar que resulta visitadísimo por el turismo y más ahora, después de haber estado cerrada para llevar a cabo labores de mantenimiento. Pues, a pesar de todo, el pasado viernes, en un momento de la mañana, se juntaron en él hasta 27 personas, en su mayor parte procedentes de La Coruña.

La Casa del Agua de Bres, instalada en el edificio de las antiguas escuelas de 1930, construido con las donaciones de los emigrantes en América, se abrió en 2003 con el objeto de dar a conocer la relación entre las culturas y la dinámica del agua a lo largo de su historia. Y si bien es verdad que los ingenios hidráulicos que se presentan no guardan vinculación con el espacio geográfico asturiano, lo cierto es que acerca a los visitantes a los orígenes históricos y geográficos de estos ingenios y estimula una reflexión en torno al contacto entre culturas y civilizaciones.

La Casa del Agua cuenta con paneles explicativos la historia, utilidad y aplicaciones de cada pieza, pero destaca por su vistosidad la planta superior, que contiene bastantes maquetas fijas y móviles. Entre las fijas se encuentran una noria de tiro y una noria de corriente, así como paneles y fotografías explicativas. Entre las maquetas móviles, que son las que despiertan mayor interés y curiosidad, se encuentran el molino de rueda horizontal, un batán, una sierra hidráulica, una minicentral, una herrería y un tornillo de Arquímedes. Además, estas maquetas móviles, protegidas por cristal, cuentan con un pulsador que es accionado por los visitantes de manera que se active el mecanismo y puedan contemplar el funcionamiento de cada uno de los ingenios hidráulicos como si se tratara de piezas auténticas. Tampoco pasan desapercibidas las varias clepsidras que se muestran. Se trata de auténticos relojes de agua con autonomía para 24 horas, teniendo la posibilidad de regular el atraso o adelanto mediante un tornillo que varía el nivel de uno de los recipientes.

Dentro de la diversidad de artilugios, lo más espectacular y lo que resulta más sugerente para todos es un ingenio a escala natural que ocupa el hueco de las dos plantas, que había sido inventado por un ingeniero alemán del siglo XVII. Se trata de una máquina de «perpetuum movile» formada por ingenios motores y elevadores más simples. Se consigue de este modo explicar los dos tipos de ingenios hidráulicos fundamentales, los motores y los elevadores, combinándolos al hacerlos funcionar solidariamente mediante un circuito cerrado de agua que circula constantemente. Es decir, que se trata de dos unidades temáticas enlazadas por el elemento fundamental y común del agua.

Ana García, quien se encarga de enseñar la Casa del Agua y de explicar a los turistas el mecanismo de sus ingenios, señala que cada año recibe más visitantes y que, mientras en los meses de invierno acuden principalmente grupos de estudiantes y de personas de la tercera edad, durante los meses de verano viene el verdadero turismo. Y eso a pesar de que Bres se encuentra a cinco kilómetros de Taramundi, que es el motor del turismo de la comarca de Oscos-Eo. Porque, además, la Casa del Agua de Bres se encuentra complementada con el núcleo rural de Teixóis.

El interés del Ayuntamiento de Taramundi en instalar un museo del agua guarda relación con la historia del concejo, en el que el agua fue un elemento de primer orden en el desarrollo de la actividad, desde las herrerías y los mazos hasta los molinos o las plantas eléctricas, de las cuales, en un momento determinado, se contabilizaron hasta diecisiete.

Así que se convocó un concurso de ideas para la Casa del Agua, que fue ganado por dos valencianos, quienes fueron los que mejor se ajustaron al presupuesto, que estaba fijado en 35 millones de pesetas, aportadas por el Leader Oscos-Eo y por el Ayuntamiento, aunque también hubiera de intervenir la Dirección General de Vivienda para proceder a la rehabilitación del edificio, salvándose así una construcción singular merecedora de ser conservada.